Monterrey

Alfonso E. Benito: “Universidad, empresa y sociedad”

“Seguimos teniendo un modelo de escuela del siglo XIX, docentes del siglo XX y alumnos del siglo XXI” es una frase que en los últimos años he oído muchas veces. Siempre en un tono despectivo hacia el mundo universitario.

¿Seguimos necesitando a las universidades?

De un tiempo a esta parte percibo una creciente crítica hacia la función social de las universidades. Además, tratando a la universidad como si fuera una matrix ajena al mundo real en el que los no universitarios viven. Y además de eso, acarreando la fama de obsoleta, con la famosa frase “Seguimos teniendo un modelo de escuela del siglo XIX, docentes del siglo XX y alumnos del siglo XXI”.

Sin embargo, en esa frase creo que confundimos el medio con el fin. La educación no son solo las aulas, más allá, tiene que ver con metodologías, con enfoques educativos, con el ejemplo, etc… Está claro que cuantos más recursos, tengamos más posibilidades nos abren, pero el tener más posibilidades tampoco garantizan mejor educación.

Entonces, en este panorama pareciera que la universidad ha perdido su razón de ser. Sin embargo, es al revés. La universidad, como me decía un colega recientemente, debe cumplir tres funciones: generar conocimiento, difundir conocimiento y aplicar conocimiento.

Funciones que siguen siendo necesarias para enfrentar los retos que como sociedad se nos presentan hoy en día. La universidad da un aval de profesionalismo, ética y rigurosidad a cada uno de los productos derivados de dichas funciones.

La universidad proporciona, a las personas que entran a estudiar una carrera o una maestría, el desarrollo de competencias transversales necesarias para el desarrollo personal y profesional. Competencias tales como, pensamiento analítico, pensamiento crítico, capacidad de desarrollo de proyectos o trabajo en equipo entre otras.

La formación universitaria da una caja de herramientas que tienen que ver con el desarrollo de la capacidad de aprendizaje, junto con conocimientos específicos de sus áreas profesionales que sientan las bases para posteriores aprendizajes fuera de la universidad.

Está claro que hoy en día la universidad no es el único agente creador de conocimiento, pero lo que la universidad puede aportar es rigor, veracidad, metodología y dedicación. Hace unos años entrevistando a expertos en Responsabilidad Social (RSE) de empresas les preguntábamos cómo se podía desde la academia contribuir a la fomentar e impulsar la RSE. Y la mayoría de las respuestas iban por la generación de metodologías, desarrollo de herramientas e instrumentos de evaluación y formación especializada.

Por tanto, no se trata de pelear por la exclusividad de la generación del conocimiento, sino por buscar ecosistemas de colaboración entre empresas, agentes sociales, entidades públicas y universidades, o lo que se conoce como modelos de cuádruple hélice.

En conclusión, citando a la Dra. Pankaj Mittal, “el objetivo central de la educación superior es entrenar las mejores mentes para enfrentar las demandas presentes y futuras de la sociedad.

La necesidad actual es crear un ecosistema de enseñanza-aprendizaje e investigación para la educación superior en sintonía con las necesidades de la sociedad y producir graduados con la capacidad para responder a situaciones en tiempo real, así como a retos futuros, tanto previstos como imprevistos.”

El autor es catedrático de la Escuela de Negocios de la UDEM, es Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad de Deusto en San Sebastián, España y cuenta con certificaciones como coach ejecutivo y de valores.

COLUMNAS ANTERIORES

Afirman que Trump construirá muro fronterizo en Port Laredo, Texas
Francisco Suárez: Project Drawdown y su gran contribución para un futuro sostenible

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.