Monterrey

Pablo de la Peña: Riesgos del retroceso de la democracia

En los últimos años hemos visto incrementarse el número de países cuyos líderes han tomado medidas cada vez más autoritarias.

Hace unos días el Profesor Marco Fernández, amigo y colega, me compartió un artículo de investigación muy interesante cuyo título es “Democracy and its vulnerabilities: Dynamics of democratic backsliding” de los autores Zhaotian Luo y Adam Przeworski (2021) de la Universidad de Chicago y Universidad de Nueva York, respectivamente. Me tomaré la libertad de traducir el título de este artículo al español y así podríamos llamarlo “Democracia y sus vulnerabilidades: La dinámica del retroceso democrático”, y en un momento regreso al artículo.

En los últimos años hemos visto incrementarse el número de países cuyos líderes han tomado medidas cada vez más autoritarias. Al mismo tiempo hemos visto descender los índices de democracia en algunos países a nivel mundial. La Unidad de Análisis de The Economist realiza una encuesta a 167 países a nivel mundial, y en el 2022 reportó que el 37 por ciento de los países viven bajo algún tipo de sistema autoritario, mientras que solo el 6.4 por ciento de los países viven en una democracia completa, esto es 21 países solamente. El índice global cayó de 5.37 puntos a un nuevo mínimo de 5.28, en una escala del 1 al 10, y se muestra una constante caída cada año desde el 2015 en que superó los 5.5 puntos. En este reporte se analizan cinco elementos: el funcionamiento del gobierno, el proceso electoral, pluralismo, cultura política democrática y libertades civiles. En este mismo reporte del 2022, México ocupó el lugar 86 de los 167 países y se clasifica como una democracia híbrida con una calificación de 5.57 puntos.

Por su lado, la organización Freedom House en su reporte del 2023 de 210 países sobre el grado de libertad global, también reporta que por 17 años consecutivos el grado de libertad global ha caído. Este índice de libertad se calcula usando dos libertades fundamentales: derechos políticos y libertades civiles. De acuerdo con este reporte solo 34 países de los 210 mejoraron sus índices. México tiene una calificación de 60 puntos de 100; de los cuales 27 puntos de 40 corresponden al indicador de derechos políticos y 33 puntos de 60 a las libertades civiles.

En el último reporte que publicó Latinobarométro con datos del 2020 para 18 países de América Latina, se puede observar que desde el 2010 el porcentaje de la población que dice preferir un sistema democrático ante cualquier otro sistema ha caído consistentemente. En el 2010 el porcentaje de la población que decía preferir la democracia a cualquier otra forma de gobierno era del 63 por ciento, pero para el 2020 este porcentaje cayó al 49 por ciento. En México el porcentaje que decía preferir la democracia a cualquier otra forma de gobierno en el 2010 era del 49 por ciento, para el 2020 cayó al 43 por ciento. Esto implica, tanto para América Latina como para México, que hay un porcentaje mayor de la población que dice preferir cualquier otra forma de gobierno a la democracia.

Solo tomando como referencia estas tres fuentes de información sobre temas relacionados al avance o consolidación de la democracia y de nuestras libertades, podemos observar que lejos de fortalecer nuestros modelos o sistemas democráticos, éstos se han deteriorado. Es altamente probable que la sociedad culpe indebidamente al modelo democrático cuando las cosas no van bien, ya sea en su economía personal, en su seguridad, salud y otros temas que quizá consideren que el gobierno debería de atender de una mejor manera. Pero no creo que el modelo de democracia sea el problema, para mi claramente el problema reside en las personas que toman las decisiones, es decir en nuestros líderes.

Retomando el tema del artículo previamente mencionado, me resulta sumamente provocador pensar en cuáles son las razones por las cuales un país puede retroceder en su nivel de democracia en lugar de avanzar.

Los autores Luo y Przeworski hacen un argumento muy interesante al decir que la ciudadanía permite que los políticos en el poder tomen acciones para reducir la probabilidad de ser removidos de sus funciones, cuando estos líderes en el poder son más atractivos o preferidos a cualquier contendiente.

Es decir, si la ciudadanía no encuentra mejores alternativas a la que actualmente ocupa el liderazgo político, podrán permitir que estos tomen medidas autoritarias para mantenerse en el poder y, por ende, terminan erosionando la democracia.

Creo que este argumento se puede complementar con lo que los autores Levitsky y Ziblatt (2018) en “How democracies die” exponen sobre los cuatro indicadores de un comportamiento autoritario de los líderes políticos.

Estos comportamientos autoritarios son: (1) rechazo a las reglas democráticas actuales, tales como: cambios de reglas constitucionales, cancelación o suspensión de derechos electorales, cuestionamiento de la legitimidad de las elecciones. (2) Negación de la legitimidad de los rivales políticos, mediante descalificaciones, o etiquetándolos como criminales o señalándolos como los responsables de todos los males en el país. (3)

Tolerancia y fomento a la violencia, mediante ataques directos, encarcelamientos, clara asociación con grupos criminales o fuerzas especiales de choque, y (4) disposición a eliminar los derechos civiles de los oponentes políticos, mediante amenazas de encarcelamiento, y claro apoyo a medidas autoritarias o desconocimiento de la ley. Es inquietante, por decir lo menos, que mucho de lo anterior lo hemos visto de alguna u otra medida en varios países de nuestro continente.

En conclusión, podríamos decir que existe tierra fértil al autoritarismo, o a la erosión de la democracia, cuando (1) el país se encuentra en condiciones de consistente penuria económica, (2) existe una debilidad estructural en las instituciones del país, particularmente en el marco legal; (3) las alternativas de liderazgo político son pocas o malas y (4) la sociedad tiene poco aprecio por el valor de la democracia. Sin duda este artículo de Luo y Przeworski, así como los indicadores antes mencionados, nos deben hacer reflexionar y cuestionar si estamos avanzando o retrocediendo en nuestras democracias.

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