No es una sorpresa para cualquier ciudadano que siga más o menos la situación local sociopolítica, que el lenguaje inclusivo se ha estado promoviendo en Nuevo León desde diferentes instituciones. Sin duda alguna, ciertas universidades, empresas, instituciones públicas y medios de comunicación locales han optado por la adopción del mal llamado “lenguaje inclusivo”.
¿Qué es el lenguaje inclusivo? Según lo que dicen aquellos que están afiliados a movimientos “progresistas”, se trata de una manera compasiva de utilizar el lenguaje para incluir a minorías invisibilizadas y romper con “binarismos”. Esta definición está fundamentada por la idea de que toda lengua es política y que la nuestra es patriarcal.
Exponentes de la escuela filosófica del giro lingüístico, erradamente piensan que, cambiando la gramática, cambiarán el lenguaje, y, por lo tanto, cambiarán la realidad. El lenguaje puede evolucionar, sí, pero no para encantar a grupos políticos. Existe una diferencia entre una evolución gramatical y una intervención artificial.
La semiótica se segmenta en tres elementos fundamentales: sintaxis, semántica y pragmática. La finalidad del lenguaje es la comunicación y tiene que tener una relación con la realidad. No hay cambios en el lenguaje por decreto. El lenguaje inclusivo es agramatical y no es práctico.
La lingüista y filóloga Concepción Company advierte que el lenguaje incluyente es elitista, una superficialidad, es simplemente estar a la moda.
Laura Hernández, lingüista y profesora-investigadora de la UAM nos recuerda la realidad de la “declinación” en la gramática, por ejemplo, palabras en latín que terminan con “u”, en español terminan con “o”. La investigadora puntualiza que este cambio no está relacionado con una idea patriarcal.
Adolfo Elizaincín, lingüista uruguayo ya lo señalaba: “El lenguaje inclusivo no existe”.
Intentar imponerle al nuevoleonés el lenguaje inclusivo, es producto de una confusión derivada de una lógica simple: “Como los canadienses están integrando el lenguaje inclusivo en su vocabulario, entonces seguramente si nosotros lo adoptamos, automáticamente estaremos en el camino hacia el progreso”.
Nuevo León es un estado con una gran historia. En este estado, orgánicamente se han generado acentos y tonos propios (Carrizales, 2016).
La teoría crítica, el dogmatismo del cambio por el cambio, la anulación de la crítica y las teorías de interseccionalidad ya han demostrado sus efectos en otros países: división social, trivialización y radicalización política (Forgas, Crano, Fiedler, 2021).
El lenguaje inclusivo se utiliza en virtud de una afiliación político-ideológica, por lo tanto, es entendible que al no utilizarlo uno está siendo lo más inclusivo posible.
Decir “elle” o “ellxs” es inentendible. Para algunos apasionados del posmodernismo, es discriminatorio e insuficientemente inclusivo emplear palabras como “humano” o “madre”, esto refleja la intolerancia de los que pretenden ser los portavoces de la tolerancia, porque alienan a las personas que han aprendido el lenguaje español.
No es preciso afirmar que el lenguaje inclusivo sirve para incluir a las minorías. Los activistas progresistas no pueden hablar por todos aquellos que supuestamente representan. El lenguaje incluyente no es sinónimo de un lenguaje libre de discriminación. Es necesario distinguir entre gramática y discurso para no caer en teatros demagógicos.
¿No es lo más discriminatorio relegar a aquellos que se sienten relegados a utilizar un lenguaje que la gran mayoría no utiliza?
Dado que el lenguaje de la mayoría de los nuevoleoneses es el español, no necesitamos cambiarlo arbitrariamente para darle gusto a ideólogos autoritarios, pues nuestro lenguaje incluye términos masculinos, femeninos, neutros y auténticamente inclusivos.
La integración, el respeto y la unidad ya se pueden articular en nuestro lenguaje. Es tarea de todo nuevoleonés ser responsable y respetuoso.
No hay nada científico en negar el lenguaje español. El lenguaje inclusivo es una herramienta de presión social, es para ser parte del “club”, se trata de una tendencia internacional y la novedad del momento. No nace orgánicamente ni en Nuevo León, ni en México.
El profesor Guillermo Berrones reflexiona lo siguiente: “El lenguaje inclusivo, como tal, es una propuesta social hegemónica con rasgos impositivos, si no es que autoritarios, disfrazada de una rebeldía emancipadora de un grupo aparentemente marginal”.
Pareciera que el posible objetivo final es legalizar el uso obligatorio de lo que a unos se les puede ocurrir como “lenguaje inclusivo” para penalizar el “discurso de odio” y el uso de pronombres “inadecuados”. ¿Quién definirá tales cosas?
Se tiene que invitar a aquellos que insisten en que los nuevoleoneses deben de leer manuales de “lenguaje inclusivo”, a leer un libro maravilloso, el diccionario de la lengua española.