Según el jurista y filósofo romano Marco Tulio Cicerón, “es un error creer que ganar consiste en hacer perder a otro”. En pocas palabras lo que uno gana, alguien más lo pierde.
Debo decir que busque la fuente de esta frase y no la encontré, considero muy probable que si sea de Cicerón.
En la economía la ganancia, o el beneficio, proviene de restarle a los ingresos generados, los costos correspondientes.
En términos de presupuestos, o asignación de recursos, efectivamente lo que se invierte en un proyecto se deja de invertir en otro. Por una razón muy sencilla, el presupuesto es un recurso limitado. Entonces lo que se usa en un lado, se deja de usar en otro, el racional es usar el presupuesto donde se generen más beneficios.
En realidad, los recursos que se invierten, por ejemplo, en el reparto de cheques con propósitos electorales, además que el dinero es nuestro, no se está invirtiendo en donde genera más beneficios.
Marco Tulio Cicerón fue un jurista, político, filósofo y escritor romano que vivió entre los años 106 y 43 a. C. Se le reconoce por ser uno de los más importantes abogados, intelectuales y oradores de la antigua Roma. Su precepto “es un error creer que lo que gana uno lo pierde otro” sigue siendo válido.
Cuando hablamos de las emociones, muchas veces, nuestras conductas están basadas en el beneficio emocional, en un tipo de recompensa que “se tiene” que obtener para sentirse satisfecho en una relación. Pero la satisfacción de uno es el dolor emocional del otro. Lo que uno gana lo pierde el otro.
Una relación así, está basada en el precepto mencionado. Sin importar quien pierde, lo que me motiva para seguir es la ganancia emocional.
Cuando una pareja empieza a aceptar este trueque emocional se ha entrado en una espiral que lleva a la perdida de la confianza y por lo tanto en el rompimiento del vínculo.
En estas condiciones el diálogo podría ayudar. Sin embargo, mientras no sea revisada la creencia que hay detrás de la supuesta “ganancia” no se podrá lograr un equilibrio en la relación y por lo tanto, uno de los dos seguirá siendo el “ganón”.
Lo que realmente puede resultar adecuado es encontrar otra solución a la ecuación emocional.
Si la intención sigue siendo, - en esta relación yo soy responsable de mi propia felicidad- en realidad está diciendo “yo estoy aquí para encontrar mi propio beneficio”, entonces no hay solución.
Pero si se cambia el enfoque de la creencia y se acepta que -en esta relación yo me hago responsable de buscar el máximo beneficio para mi pareja, en todos los aspectos- y la pareja piensa igual, entonces se empezará a reconstruir un vínculo a partir de la confianza.
Entonces la ganancia no provendrá de la pérdida del otro, porque ahora mi intención no es que el otro pierda, sino que será que el otro gane.
Estas creencias las tenemos muy arraigadas como sociedad. Queremos ganar sin importar quien pierde. Cuando los que pierden son los hijos y la pareja, estamos ante la disolución de la confianza y entonces, todo puede pasar.
Los hijos terminan siendo delincuentes, la pareja ganona se siente con derecho de hacer lo que sea y entonces puede surgir la infidelidad, la traición y la deslealtad.
Ante tales eventualidades se empiezan a guardar secretos, a ocultar pensamientos, ideas y acciones, no se comparte más y se empieza a crear resentimientos al sentirse traicionado.
Entonces los silencios en la pareja empiezan a ser los mecanismos del diálogo.
No es fácil salir de esta hecatombe emocional. No es fácil reconstruir la confianza. Se requiere volver a las raíces. Se requiere volver a la primera emoción que unió a la pareja. Se requiere volver al amor. Se requiere no solo la ayuda de un psicólogo sino mucha fe.
Mantengamos la esperanza. Hasta la próxima.
El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM
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