Monterrey

Ana María Aguilera: Pienso y siento, luego existo

Las emociones son adaptativas y si intentásemos ser racionales en todo momento, moriríamos

En 2023 se cumplirá el bicentenario del nacimiento de Phineas Gage, alguien desconocido en su época y aún hoy para muchos. Sin embargo, es referencia obligada en el estudio del cerebro, al regalarnos los primeros indicios de la relación entre la razón y la emoción.

Phineas fue el primer caso registrado de lesión cerebral causada por accidente. Una barra de acero salió disparada mientras barrenaba una voladura durante la construcción del ferrocarril de Estados Unidos. La barra atravesó su cabeza, entró por la parte inferior izquierda de la cara y salió por la parte superior del cráneo, arrastrando a su paso todo el material biológico que encontró. Phineas se mantuvo consciente, relataba y razonaba sobre su situación, parecía estar bien a pesar de la gravedad de la lesión. Con el tiempo, se hizo evidente que aquel accidente lo transformó en una persona totalmente distinta. Se produjo un cambio drástico en su personalidad y emocionalidad que afectaba a su capacidad de decidir. Su cognición estaba intacta, sin embargo, Phineas era incapaz de tomar decisiones, lo que convirtió su vida en un tremendo caos. La historia de Phineas es la historia de la indisoluble unión entre la emoción y la razón. Eso de “piénsalo en frío” o “mantén la cabeza fría” es una quimera.

La racionalidad limitada es un debate que abrieron autores como Herbert Simon y Daniel Kahneman en el ámbito de la Economía a mediados del pasado siglo. Al afirmar que no somos tan racionales como creemos, atacaron directamente al racionalismo y a uno de los preceptos del capitalismo: “los humanos somos perfectamente racionales y siempre tomamos decisiones que optimizan nuestros beneficios” ¿Es ese tu caso? Llámame irracional, pero te aseguro que el mío no. Si lo fuera, evitaría comer ciertos alimentos, no me compraría cosas que no necesito o practicaría deporte en lugar de abandonarme al sedentarismo… puedo seguir enumerando decisiones de dudoso beneficio para mi persona, pero creo que ya se capta la idea.

La Psicología también afirma que la razón y la emoción pasean de la mano por nuestro cerebro; que la cognición es caliente ¿Qué implica esta afirmación? que cuando decidimos es imposible aislar la emoción, por lo que va a estar influyendo en la decisión final. Esto no significa que debamos abandonarnos y dejar de razonar o evaluar opciones porque no sirva para nada, en absoluto. Simplemente, es información que puede ayudarte a tomar conciencia de lo que va a ocurrir en tu cabeza cuando tengas que decidir algo y así poder gestionarlo mejor.

Hay autores que proponen dos sistemas o vías de pensamiento; el sistema 1 y el sistema 2, otros los llaman sistema X y sistema C. Lo que vienen a afirmar es que ambos sistemas trabajan coordinados en nuestro cerebro y su activación y colaboración es necesaria en términos de adaptación y supervivencia. En ambos casos, el primer sistema tiene que ver con mecanismos automáticos de respuesta, emocionales, intuitivos y rápidos. El segundo es un sistema de procesos lentos y razonamiento lógico y reflexivo.

Las emociones son adaptativas y si intentásemos ser racionales en todo momento, moriríamos. Imagina un león mirándote fijamente a unos metros, si empiezas a sopesar opciones de afrontamiento o a hacer cálculos de la velocidad con la que debes correr hacia un lado u otro, el león ya tiene el almuerzo resuelto. En esa situación, es imprescindible que tu sistema automático se active y que todo el despliegue emocional se ponga en funcionamiento y te haga responder antes de que puedas pensar o decir ¡león!

En esa respuesta automática que te ayuda en tu cita con el león participa la amígdala, un pequeño grupo neuronal que se sitúa en el centro del encéfalo. En estudios de neurociencia organizacional se ha encontrado que la amígdala también se activa en decisiones con un componente ético, por ejemplo, las que afectan a la sostenibilidad ambiental o al triple impacto empresarial (ambiental, social y económico). Igualmente, se ha visto una mayor respuesta emocional que racional en decisiones con contenido moral o relacionado con la justicia. Estos hallazgos apuntan a que las decisiones empresariales tampoco no son tan racionales como podría creerse.

Tomar conciencia de esta dualidad razón-emoción y aprender a manejarla adecuadamente, puede potenciar los procesos de decisión en las organizaciones. De hecho, hay estudios que apuntan a que las organizaciones que incorporan la dimensión afectiva en sus procesos de decisión son más exitosas que las que deciden desde un enfoque exclusivamente analítico. Tomando el testigo de Antonio Damasio, el error de Descartes se hace extensivo al razonamiento organizacional, por lo que las empresas también “piensan y sienten, luego existen”.

Ana María Aguilera Luque

ana.aguilera@tec.mx

La autora es profesora del Centro de Innovación y Emprendimiento de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey

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