Monterrey

José de Jesús García: ¿Eres feliz?

Desde hace algunos años, varios gobiernos alrededor del mundo le preguntan a sus ciudadanos si son felices o no

Esta semana me tocó la fortuna de disfrutar de una de las llamadas citas “Padre-Hija”. Además de la dicha de convivir con mi pequeña Sara, tuve la oportunidad después de un buen tiempo de ir al cine nuevamente. Y la película no estuvo mala, al contrario. De hecho, me dio material para otra reflexión acerca de la felicidad.

Buscando no ser un spoiler, no diré de qué película se trata y sólo mencionaré un detalle que me llamó la atención. Quienes saben de cine y están al corriente en los estrenos, identificarán sin duda de qué hablo. Sucede en una escena típica de súper héroes, en el cual el protagonista asiste a la boda de su ex pareja. Después de llegar a la conclusión de que esa relación nunca hubiera prosperado, la muchacha tiene a bien preguntar a nuestro héroe: ¿Eres feliz? Si no la han visto, los dejaré intrigados con la respuesta. Más adelante, el protagonista usará nuevamente la pregunta, ahora para hacerla a un colega. Mi hija, que conoce de sobra mi pasión por este tema, me dijo que de seguro la película había valido la pena para mí tan sólo por esa pregunta.

Y sí, creo que la pregunta no es trivial. Desde hace algunos años, varios gobiernos alrededor del mundo le preguntan a sus ciudadanos si son felices o no. Si bien, como lo hemos expresado en este espacio, los gobiernos no son responsables de nuestra felicidad, si es importante que los gobernantes conozcan el nivel de felicidad de las personas para buscar las acciones de política pública que puedan crear las condiciones para que la gente sea más feliz. Lo he repetido hasta el cansancio: La gente feliz contribuye a construir una mejor sociedad. La gente infeliz, por otro lado, genera muchos problemas sociales.

En el ámbito empresarial esta pregunta es también muy relevante. Un trabajador feliz será más productivo, más creativo, cometerá menos accidentes y faltará menos, entre otras ventajas. Está por demás demostrado que procurar la felicidad de los empleados tiene un gran retorno en la inversión. Y, nuevamente, no podemos hacer responsables a las gerencias de las empresas de la felicidad de sus colaboradores. Lo que sí se puede hacer es medir la felicidad y el bienestar de los trabajadores en la empresa y generar las condiciones que faciliten la felicidad de los mismos.

Otro ámbito en dónde es conveniente preguntar si se es feliz o no es en las escuelas. Diversos estudios muestran que, a nivel universitario, los estudiantes satisfechos y felices con su institución suelen tener un mejor aprovechamiento y una menor deserción. En los niveles medios, también se ha comprobado el mejor aprovechamiento y una tendencia a terminar sus estudios. Por otro lado, a raíz de la pandemia se agravaron los problemas de salud mental y algunas herramientas como School Pulse en los EEUU han probado que vale mucho la pena estar al pendiente de la felicidad y el bienestar de los alumnos, antes de que sus problemas de salud mental lleguen a ser críticos.

Pero quizá el ámbito más importante en el cuál debamos de hacer la pregunta acerca de la felicidad es el personal: En realidad, ¿Soy feliz? Esta pregunta detona otras preguntas, sin duda, pero también representa una invitación a la reflexión acerca del sentido de nuestras vidas.

¿Soy feliz en mi trabajo? Esta es una pregunta dura, sin duda. Con frecuencia evitamos preguntarnos si somos felices porque pensamos que el trabajo sigue siendo el precio que tenemos que pagar por una estabilidad económica y podemos buscar la felicidad por otro lado. Aguantamos al jefe injusto y demandante, a los compañeros molestos y groseros, a las metas inalcanzables, a las tareas aburridas, a los dueños insaciables, etc. Y luego, los gurús de la felicidad nos dicen que si no somos felices, que renunciemos. Claro, renunciamos ¿y luego? Como si fuera tan fácil encontrar un trabajo en donde se pueda ser feliz.

¿Soy feliz con mi familia y con mis relaciones personales? La pareja, los hijos, los hermanos y padres, los amigos, etc., ¿son en verdad una fuente de felicidad? Muchos de nosotros diremos que es lo que tenemos y que hay que aguantarlos. Muchos ni siquiera pensaremos en modificar nuestras relaciones de pareja porque queremos respetar una decisión que tomamos hace tiempo y ahora lo consideramos como parte de nuestro destino.

¿Soy feliz con mi cuerpo y con mi condición física? Estoy un poco pasado de peso, pero aun así estoy mejor que muchos, ¿para qué le muevo? Ponerse a dieta no es lo mío. Mejor ni siquiera me pregunto si estoy feliz o no.

Preguntarnos acerca de nuestra felicidad es entrar en una situación incómoda, porque tal vez no seamos lo feliz que quisiéramos o que pudiéramos. O tal vez pensamos que la felicidad no es lo más importante en la vida. Yo no lo creía, pero hay quienes piensan así. Cuando empezamos a desarrollar un proyecto para certificar escuelas felices, mi premisa era que para los padres el objetivo principal era que sus hijos fueran felices. Algunos de mis colegas me bajaron de la nube y me dijeron que hay padres que buscan que sus hijos tengan éxito, sin importar si son felices o no.

Dejo más preguntas que respuestas y la verdad es que no tengo esas respuestas. Lo que sí creo que es importante es que de cuando en cuando nos cuestionemos si somos felices o no. También que nos preguntemos si nuestros empleados, nuestros amigos, nuestra familia y nuestra comunidad son o no felices. Puede ser que algo podamos hacer por lograr un mundo mejor.

En cuanto a mí, generalmente creo que soy una persona feliz. Y si me hubieran preguntado si soy feliz cuando salí del cine, mi respuesta sería un SI rotundo. No todos los días tienes la fortuna de que tu hija adolescente quiera pasar el tiempo contigo y, además, que al final te lo agradezca.

El autor es consultor y conferencista en los temas de felicidad, bienestar y calidad de vida

Su correo electrónico es: pepechuy13@gmail.com


COLUMNAS ANTERIORES

‘Agrieta’ proyectos alza de materiales triturados
Registra “caída libre” en Monterrey y San Nicolás

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.