Monterrey

Jorge Moreno: Transitando el COVID-19: reflexiones desde mi cuarentena

Sin importar que tomé todas las precauciones que he compartido en este espacio.

Pasó. Para ser más precisos, en algún momento hace dos semanas aproximadamente, y el sábado 25 de septiembre me fue confirmado: contraje la enfermedad COVID-19.

Sin importar que tomé todas las precauciones que he compartido en este espacio, por ejemplo el hecho de que he vivido en un encierro prácticamente total desde marzo del año pasado, de que trabajo desde casa, de que no he tenido ni asistido a reuniones en toda la pandemia, no he salido de vacaciones ni viajado, y que básicamente mis salidas se reducen a comprar la despensa (siempre con cubrebocas, máscara, gel y desinfectante), me enfermé de este virus.

Como lo decía Raghuram Rajan en su trabajo seminal de 2007, antes de la gran crisis financiera internacional, no importa que tanto diversifiquemos y reduzcamos el riesgo, la probabilidad positiva de un estado contingente negativo, por más pequeña que sea, persiste, y a pesar de la entropía que nos mueve a aquello que es lo “más probable”, existe una posibilidad de que “lo adverso” ocurra, y puede ocurrir. En mi caso, simplemente, ocurrió.

En estas dos semanas de cuarentena, transitando entre los síntomas y cuidados pertinentes a esta enfermedad, hubo miles de ideas que cruzaron mi mente, sobre recuerdos y proyectos, dudas y certezas, sobre decisiones tomadas y por tomar. Una crisis personal dentro de la crisis mundial.

De la mano de una primera semana en cuarentena con síntomas moderados (en forma de fiebre, dolor intenso, y congestionamiento que ponia en riesgo la integridad de mi garganta por no poder respirar de forma normal), fui transitando mi enfermedad entre posponer clases, entregar pendientes, atender de oyente algunas reuniones imposibles de mover, y ser testigo del cierre del gobierno estatal anterior y la entrada de un nuevo gobierno, Así también, entre medir mi oxigenación y temperatura, leía sobre las nuevas propuestas de política pública del ejecutivo del gobierno federal que básicamente nos remiten a un monopolio en la administración de la electricidad, antagonizando al sector privado y la generación de energía verdes, condenando no sólo la competitividad de un sector estratégico, sino poniendo en riesgo inversiones futuras y grados de inversión que complican más el futuro inmediato de nuestro país, que aún ve lejana la recuperación plena de la crisis por pandemia, y sigue en niveles de inversión bruta fija muy por debajo de los niveles con los que se recibió el país al inicio de esta administración.

También pude ser testigo de cómo la Junta de Gobierno de Banco de Mexico comienza a tomar una actitud consolidada y casi unánime (salvo el subgobernador Gerardo Esquivel) enfocada a buscar controlar la inflación usando incrementos graduales en la tasa de interés, augurando períodos en los que los aumentos continuarán, y dónde se requiere recuperar la capacidad de reducir y regresar la inflación a los objetivos de política monetaria, y mantenerla cercana a sus pronósticos y metas.

Sin embargo, de todas las noticias económicas, financieras y sociales que surgieron en nuestra comunidad durante estas dos semanas, probablemente las dos que más llamán mi interés reflexionar con ustedes son las decisiones tomadas por el nuevo gobierno estatal en materia de salud; elecciones que considero inadecuadas e imprudentes.

En primer lugar, la eliminación de las conferencias diarias que mostraban los indicadores de salud con respecto a la pandemia por COVID-19, cambiando la periodicidad de las mismas y el formato de la información que diariamente se brindaba desde la Secretaría de Salud, y en segundo lugar, la eliminación de las restricciones de aforo a los colegios privados y la reduccipn en las restricciones de escuelas públicas.

Estas dos decisiones son, cuando menos, cuestionables y considero un grave error, probablemente el primero de la incipiente administración del gobernador Samuel García.

Lo anterior lo fundamento en que la evidencia nos habia mostrado un grado de familiaridad de la población con los indicadores, sus significados, y la relativa transparencia con que el antiguo secretario de salud, Manuel de la O, y su equipo se dirigían a diario a la población. El aprendizaje de estos indicadores habia concientizado a la población de la importancia del uso de cubrebocas, informado sobre las estrategias de vacunación, la evolución diaria de contagios y tasas de mortalidad, así como de las capacidades hospitalarias. En mi opinión, no era necesario cambiar este formato para diferenciar la actual administración de la anterior, pues la continuidad en una buena política pública, sobretodo en materia de salud, es fundamental en esta pandemia que aún vivimos.

Sin embargo, es la segunda decisión la que me atrevó a considerar imprudente, el potencial primer error del nuevo gobernador, y la cual podría tener consecuencias más graves en la actual contingencia. Me explico. Si adultos y jóvenes, vacunados, conscientes, responsables y con medidas de prevención que han tomado meses implementar, aún estamos sujetos a contagio con consecuencias mortales en algunos casos, pregunto: ¿cuál es la garantía de que niños, sin vacunar, y con más de año y medio sin presenciar clases, no estarán expuestos a un riesgo mayor de adquirir y propagar esta enfermedad? ¿Cuál es la estrategia y plan contingente en caso de que esta decisión dispare en muy corto tiempo los indicadores de contagio entre estudiantes, sus familiares, maestros y así sucesivamente? ¿Qué medidas desde la Secretaría de Educación y la Secretaría de Salud se diseñaron e implementarán para garantizar un ambiente sanitizado en escuelas públicas? ¿Cuál es el presupuesto y las prioridades del mismo para atender este tema?

A lo largo de distintas columnas y entrevistas en todo este tiempo he opinado que el rezago educativo es una de las mayores tragedias de esta pandemia, en particular su impacto en la desigualdad de largo plazo que impactará la vida de millones de niños. La infancia de Nuevo León no está excenta de esta tragedia silenciosa. Sin embargo, en todos los lugares a nivel mundial en donde se intentó recuperar la “normalidad” educativa y se abrieron los espacios a clases, se detectaron fuertes niveles de contagio que implicaron la cancelación de tal política, volviendo a modelos no presenciales, no sin antes pagar un costo en vidas humanas.

Mi opinión es que la migración a clases presenciales requiere mucho más trabajo y va más alla de la buena intención y voluntad de su implementación. Como siempre, e independientemente del partido del gobierno en turno, una política pública no se evalúa en función de sus intenciones y objetivos, sino con respecto a la adecuada planeación, seguimiento, e impacto final de indicadores que se pretende mejorar. En este caso, por las condiciones actuales de la pandemia, los indicadores de éxito de regreso a clase no solo deben considerar los niños que atienten sus cursos, sino las consecuencias en los indicadores de contagio y propagación de esta enfermedad.

Mientras aún me recupero en mi salud, honestamente espero que esta reapertura escolar no sea un grave error, producto de una necesidad de diferenciarse del resto de los estados del país, de marcar distancia de otras administraciones gubernamentales, de compromisos previamente adquiridos, o simplemente de buenas intenciones. He de insistir en los hechos: los niños aún no están vacunados, su comportamiento es mucho más espontáneo y dificil de controlar dentro y fuera del salón de clases, su contacto podría transmitir de manera indirecta esta enfermedad desatando una nueva ola de pandemia, y aún no existe un tratamiento para esta terrible enfermedad que sigue costando la vida de gente cercana y conocida.

Por favor, infórmese y decida cuidarse y proteger a quienes ama. No todos tuvimos la opción de seguir aquí después de transitar por esta incierta enfermedad.


COLUMNAS ANTERIORES

José Buganza: Sistemas de almacenamiento de energía
Jonathan Quimbar: La armonía con la inteligencia artificial en la industria inmobiliaria

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.