Monterrey

Jorge O Moreno: El futbol mexicano: compitiendo en un mercado poco competitivo

El estudio de este deporte no es trivial, pues requiere de entender los mecanismos de “producción” y “consumo”.

En medio de tantas columnas dedicadas a profundizar sobre la naturaleza, causa, y consecuencias de los múltiples retos sociales que enfrenta nuestro país, muchos de ellos verdaderas tragedias que a lo largo de casi seis años he tenido la oportunidad de compartir en este espacio y hemos estudiado a la luz de la teoría y práctica económica, demos un respiro para estudiar un tema que surgió ayer como una nota más en los medios: la multa impuesta por la Comisión Federal de Competencia (COFECE) a 17 equipos de futbol soccer profesional en México.

¿Qué podemos decir al respecto de uno de los deportes que más apasiona a México, entretenimiento de millones a nivel mundial, pero profundizando en un estudio económico serio del tema?

Como el título sugiere, el estudio de este deporte no es trivial, pues requiere de entender los mecanismos de “producción” y “consumo” asociados a una mercancía cuyo valor de mercado es enorme, creciente, internacional, y que además, muestra una característica muy particulares en sus consumidores finales: dificultad de entrada pero lealtad a la “marca” a través del tiempo.

Al respecto del estudio de estos temas, existen textos (si, tratados completos sobre el tema) analizando la Economía de los Deportes. Basta consultar alguno de los textos en esta materia como Downward (2000), Kessene(2007), Gratton y Solberg (2007), Szymanski (2009), Blair (2012), Longley (2013), y Berri (2018), solo por mencionar los más recientes, para darnos cuenta que el deporte representa un sinfín de preguntas interesantes en un curso de economía, y que si análisis toca temas complejos como el manejo de incertidumbre en contratos de jugadores, la creación de valor, las organizaciones deportivas, el marketing, la difusión en medios, precios, el manejo de multiples equipos bajo un mismo nombre, y el tema que corresponde al mercado mexicano en esta nota: los salarios de los jugadores de los equipos.

Al respecto, uno de los textos clásicos es el profundo estudio y amplio realizado por David J. Berri, Martin B. Schmidt, Stacey L. Brook titulado “The Wages of Wins: Taking Measure of the Many Myths in Modern Sport” (Stanford, 2006) en donde se analizan los salarios de los deportistas profesionales en múltiples disciplinas en Estados Unidos. Entre las tres conclusiones del libro los autores destacan: 1. Los equipos no pueden comprar fácilmente el amor de los aficionados. La nómina y las ganancias de los equipos no están muy correlacionadas entre equipos y deportes. 2. Los conflictos laborales no amenazan el futuro de los deportes profesionales. En particular, la historia reciente del béisbol, fútbol, baloncesto y hockey no se han visto afectados significativamente por huelgas de jugadores o bloqueos de propietarios. 3. Las disputas laborales en el béisbo surgen porque los propietarios exigen controles salariales para los jugadores en nombre del equilibrio competitivo. Los datos, sin embargo y argumentan los autores, nos dicen que en relación con la historia del béisbol, el equilibrio competitivo nunca ha sido mejor.

Para el caso de México, la disputa en cuestión abarca el control de salarios en el mercado de jugadores, y cómo los acuerdos entre equipos merman la competitividad (económica) para los jugadores profesionales, afectando tanto al mercado femenino y masculino. En paticular, el pleno de la COFECE impuso multas a 17 clubes de futbol de la Liga MX por participar en prácticas monopólicas absolutas, y también serán sancionadas la Federación Mexicana de Futbol (FMF) y ocho personas, por coadyuvar en estas situaciones. Estos dos mecanismos, que podriamos resumir en la jerga deportiva como los “topes salariales” y “derechos de retención (pacto de caballeros)”.

En el comunicado oficial COFECE establece que mientras que en la primera de las conductas sancionadas existía un acuerdo para fijar un tope máximo a los salarios de las jugadoras, lo que eliminó la competencia entre clubes para contratarlas con una mejor remuneración y profundizó la brecha salarial por razón de género, la segunda conducta sancionada consistió en la segmentación en el mercado de los jugadores, en la que los equipos inhibieron artificialmente la competencia por su contratación, mediante un acuerdo que restringió indebidamente su movilidad laboral, impidiéndoles negociar y contratarse con el equipo que más les conviniera.

Si consideramos que la vida profesional de un atleta está limitada por su edad y salud, además de sujeto a riesgos por lesión, esto pudo haber representado pérdidas importantes y de por vida a muchas y muchos atletas que vieron sus mejores años en equipos que no les permitieron crecer profesionalmente, sin que esto representara un costo directo para los clubs en términos de ganancias (siguiendo el argumento de Berri et al. 2006).

Abrir la competencia salarial entre jugadoras y jugadores podría beneficiar el nivel de salarios de quienes compiten, pero indirectamente coadyuvar a reducir la brecha salarial entre mujeres y hombres en el mercado deportivo, compensar el esfuerzo que realizan las jugadoras en la incipiente Liga Femenil proveyéndoles de una alternativa profesional de largo plazo, y además, fomentar la movilidad laboral entre equipos y la competencia interna por posiciones clave en el terreno de juego, incidiendo también en la competitividad entre equipos y en sus respectivas ligas.

Después de todo, todos encontramos un poco de distracción de esta tragedia que nos rodea en una atajada o un gol de último minuto de nuestro portero estrella (gracias por todos esos penales Nahuel Guzmán), disfrutamos el drible de media cancha que construye una jugada magistral con un pase preciso al corazón del área (gracias Liliana Mercado, Jacqueline Ovalle, Javier Aquino, Luis Rodríguez), y celebramos con alegría colectiva y familiar el gol de nuestra jugadora o jugador favorito cuando estalla en júbilo y nos lo comparte a la distancia (gracias Katty Martínez y André Gignac), todo en medio de esta pandemia que nos sigue aquejando mundialmente. Y esa alegria, individual y colectiva, si tiene un valor social, y es necesario retriburla justamente a quien la ejecuta, para que quienes lo disfrutamos podamos continuar tomando decisiones en nuestro día a día, en un mundo complejo que requiere nuestra propia salud, física y mental.

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