La pandemia vino a aumentar la glorificación de una cultura de trabajo excesivo que exige de los empleados el estar disponible a todas horas, vino también a exhibir expectativas profundamente arraigadas acerca de que son las mujeres quienes deben hacerse cargo de la carga exacerbada de cuidados que vino con el cierre de escuelas y la pérdida de acceso a servicios de cuidado infantil de calidad.
Pero el lugar de trabajo y esa cultura aplastante ya existían desde antes, afectando tanto a hombres como a mujeres, pero penalizando sobremanera a éstas últimas al ser las que han tenido que acortar las horas que participan en el trabajo pagado o salirse por completo de trabajar, para poder hacer frente a cerca del 75% del trabajo de cuidados que las mujeres desempeñan en México y en el mundo.
La pandemia solamente nos vino a tirar el teatrito que las mujeres habíamos logrado armar a base de horquillas, haciendo evidente que las raíces del problema residen en un lugar de trabajo diseñado por y para el hombre, donde los estereotipos y los prejuicios de género siguen siendo la base para definir quien entra, quien se queda, quien avanza y quien se va.
De acuerdo con estudios realizados por International Finance Corporation, las políticas laborales que son amables para la familia, tales como el trabajo flexible, los permisos de maternidad y de paternidad en igualdad de circunstancias, permiten a las empresas el atraer y retener el mejor talento, aumentando su productividad y utilidades. Por su parte, los niños que tienen acceso a servicios de cuidados de calidad desde una edad temprana se convierten en adultos mucho más saludables y productivos.
Pero toda esta evidencia no ha sido lo suficientemente urgente para que hoy podamos contar con un sistema universal de cuidados. Hoy apenas se discute en el Senado la aprobación de la reforma constitucional que eventualmente permitiría la creación de dicho sistema, pero de aquí a que dicha reforma sea aprobada y que pueda verse traducida en opciones de guarderías que se ajusten a las necesidades, valores, horas de trabajo e ingreso de las familias mexicanas van a transcurrir todavía muchos años. Y la verdad es que no tenemos tanto tiempo. Nuestra necesidad es ahora.
La mayoría de nosotros jamás imaginó estar resguardados en casa durante meses, sin poder salir a trabajar, o ir a la escuela. La pandemia hoy brinda a las empresas la oportunidad de repensar y cuestionar todo lo que da origen a un “deber ser” que hoy sabemos que excluye y discrimina a las mujeres, pero más aún, brinda el margen para rediseñar el lugar de trabajo reconociendo a los cuidados como una necesidad universal y una responsabilidad colectiva.
En Estados Unidos, la empresa Patagonia lleva más de 38 años ofreciendo el servicio de guardería a sus empleados y licencias parentales pagadas de 16 semanas para las mujeres y de 12 semanas para los hombres. Esto ha permitido que el 100% de las mamás regresen a trabajar luego de su licencia de maternidad.
Cuando le preguntaron a Rose Marcario, la antigua Directora de Patagonia, sobre los motivos para hacerlo respondió, “Apoyar a nuestras familias trabajadoras con guarderías en el trabajo no solo es lo ético que debemos hacer (lo cual, francamente, debería ser lo único que necesitamos considerar si queremos ser líderes responsables), sino que también hace sentido financieramente.” Y si, Patagonia ha demostrado recuperar al menos 91% del dinero que invierte anualmente en proporcionar la prestación de guardería a sus empleados, porcentaje que, de considerar los beneficios intangibles como el lograr que 50% de sus puestos directivos sean ocupados por mujeres, una mayor lealtad por parte de sus empleados y una cultura laboral más sólida, sin duda brindarían un retorno de inversión del 115 al 125 por ciento.
Dice un proverbio africano que se necesita de una aldea para criar a un niño. Es tiempo de que la empresa reconozca su responsabilidad en atender las necesidades de las familias de cuidar de sus integrantes y rediseñe el lugar de trabajo reconociendo la vida completa, urge que se convierta en esa aldea que brinde el apoyo necesario para que mujeres y hombres podamos avanzar en el trabajo, esto en turno no solo beneficiará a las mujeres, sino a las familias, a las empresas y a la economía del país.
La autora es abogada y Directora de Womerang, A.C.