Monterrey

Norma Cerros: Las mujeres somos la infrastructura humana de la economía

En el país 2.3 millones de personas se dedican al trabajo doméstico remunerado, la mayor parte de esas personas, 95% para ser exactas, son mujeres, y menos del 1% de ellas cuenta con seguridad social.

Un día iban Mariana Rodríguez y Samuel García viajando en coche cuando, al detenerse a cargar gasolina, Mariana le dijo a Samuel, “¿Ves a ese chavo? El fue mi novio en la secundaria”, “O sea que ahorita estarías casada con un despachador de gasolina”, le dijo Samuel, ante lo que Marianis le respondió, “¿Cómo crees bebecini? De haberme casado con el, él ahorita sería Gobernador”.

Muchas habrán leído alguna versión de esta historia que, dependiendo de la época y el lugar, tiende a cobrar fuerza de cuando en cuando. Hoy decidí modificarla a propósito del triunfo electoral de Samuel, triunfo que tanto medios nacionales como internacionales atribuyen en gran medida al impulso sin precedente que significó Mariana en la campaña de su esposo. Mariana se la súper rifó, con su plataforma logró posicionar a Samuel permitiéndole llegar a una audiencia a la cuál él antes no tenía acceso, lo cual en turno fue una aportación importante de votantes convencidos en que Samuel sería el próximo gobernador del Estado de Nuevo León.

Nadie cuestiona el hecho de que Mariana es una mujer sumamente capaz y lo que hizo por Samuel es invaluable. Mariana pudo rifársela, levantándose a las cuatro de la mañana y dejar todo para acompañar a Samuel día tras día en campaña, luciendo impecable, y regresar a descansar a un hogar ordenado con ropa lavada, trastes limpios y comida en el refri. Seguramente es gracias a que tiene la oportunidad de poder delegar en alguien más la responsabilidad del trabajo doméstico.

Como Mariana, la mayoría de las mujeres que participamos en la economía, nos hemos venido recargando en otras mujeres para poder salir a trabajar y que nos paguen por ello: las trabajadoras del hogar.

Hablemos por un momento de mujeres como Josefina, quien no tiene pareja y tuvo que dejar a sus tres hijos a cargo de su mamá en San Luis Potosí para venirse a Monterrey a trabajar como trabajadora del hogar porque los trescientos pesos que aquí gana diariamente superan por mucho los ochenta que ganaba cosechando maíz en su tierra. También Chely, una chica brillante que tuvo que migrar a Monterrey luego de terminar la preparatoria porque las oportunidades laborales en su rancho en Hidalgo eran todavía mucho menores que las que el norte del país le podía ofrecer, así fuera empezando como trabajadora del hogar.

En México son aproximadamente 2.3 millones de personas las que se dedican al trabajo doméstico remunerado, la mayor parte de esas personas, 95% para ser exactas, son mujeres, y menos del 1% de ellas cuenta con seguridad social.

El próximo mes de julio, entrará en vigor el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos, convenio suscritó por México el año pasado y que garantiza la protección laboral mínima que deben tener los trabajadores domésticos, a la par con las demás categorías de trabajadores.

Aún antes de la pandemia, las empleadas del hogar, niñeras, personal de limpieza, venían desempeñando su trabajo a cambio de salarios sumamente bajos, sin acceso a ningún tipo de seguridad social, días de incapacidad, ni tiempo extra, y enfrentando situaciones de riesgo laboral sumamente alto. Las trabajadoras del hogar enfrentan distintas capas de opresión pues además de ser mujeres, la mayoría son indígenas, viven en pobreza, sufren de discriminación y falta de acceso a salud y educación.

Como sociedad necesitamos reconocer el valor que aportan las trabajadoras del hogar y el carácter esencial de su trabajo, no solo de palabra, sino con acceso a seguridad social y prestaciones que les permitan salir de la pobreza. Las mujeres somos la infrastructura humana de la economía. Necesitamos seguir impulsando esta discusión, de la forma en que la activista social Aijen Poo lo ha hecho en Estados Unidos o Marcelina Bautista lo hace en México y reconocer que la lucha por los derechos de las mujer únicamente estará completa cuando sea incluyente en todos los sentidos. Porque mientras que para nosotras el empoderamiento ha sido precisamente el poder salir a trabajar, para ellas lo será el poder regresar al hogar.

Marianis, la de cosas que una hace por amor, por alcanzar sueños personales y en pareja, lo entiendo. Sigue brillando y ayúdanos a que Nuevo León sea el primer estado en garantizar la protección laboral mínima de las trabajadoras del hogar.

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