En una economía que basa sus decisiones a través de mercados, leer las señales que éstos nos reflejan a través del sistema de precios nos permite conocer la fortaleza, oportunidades, debilidades y amenazas que presenta una sociedad en términos de su capacidad para coordinar los millones de decisiones de producción-consumo-inversión que tomamos a diario millones de personas. Elecciones desde simplemente levantarnos de la cama para iniciar un día de trabajo, la marca de café que consumimos, usar cubrebocas al salir de casa y tomar camión o carro para trasladarnos, hasta las complejas selecciones de los portafolios de inversión financiera que diversifican el riesgo a través de decisiones de coberturas en distintos instrumentos y países de manera simultánea, definen nuestro bienestar inmediato, e indirectamente el de todos aquellos que nos rodean.
Si algo hemos aprendido de la historia económica reciente, es que la falta de crecimiento en la producción, la desigualdad, el desempleo, y la inflación son cuatro señales de fuertes amenazas y debilidades en el sistema económico, mismas que de perpetuarse, se convierten en los detonantes de una severa crisis económica que se traduce invariablemente en mayor pobreza en una sociedad, acentuando y perpetuando el círculo vicioso de miseria en cualquier país. Estos cuatro jinetes y sus distintas y consecuentes crisis económicas que en México hemos conocido a identificar con base en nuestra difícil experiencia durante la segunda mitad del siglo XX.
En entregas pasadas dedicamos múltiples líneas al estudio del deterioro en los indicadores de empleo, la falta de crecimiento y la observada desigualdad económica en sus múltiples dimensiones, en parte porque el trabajo de Banco de México para mantener la inflación dentro de sus objetivos de política monetaria había sido relativamente exitoso, aún en esta pandemia cuya extensión se ha prolongado mucho más allá de lo deseable y previsto.
Sin embargo, esta semana la noticia económica relevante fue el aceleramiento en la inflación general observada en el país, y su posicionamiento muy por encima de los objetivos de Banco de México de una inflación anual de 3.0 por ciento. De acuerdo con el INEGI, durante el mes de marzo, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) reportó una variación positiva de 0.83 por ciento y la inflación anual se ubicó en 4.67 por ciento, su cifra más alta en 27 meses, y el mayor incremento en un mes equivalente en 10 años. La trayectoria divergente de la inflación observada respecto a su meta no ha mejorado en los años recientes pues, en particular y como lo ha señalado Manuel Sánchez González (una de las autoridades en el tema monetario) en este mismo periódico, desde enero de 2017 la inflación general ha superado el 4.0 por ciento (límite superior del intervalo de variabilidad respecto al objetivo deseable de 3 por ciento del Banco de México) durante casi dos terceras partes del tiempo.
Cuando se consideran los indicadores de inflación diferenciando su componente subyacente (esto es, excluyendo en el índice los precios de productos agropecuarios, energéticos y tarifas autorizadas por distintos órdenes de gobierno) los números del INEGI indican que descomponiendo por estos conceptos, en marzo de este año, el índice de precios subyacente avanzó 0.54 por ciento y su tasa anual fue de 4.12 por ciento, al tiempo que para el índice de precios no subyacente las cifras fueron 1.69 por ciento y 6.31 por ciento, respectivamente. Si concentramos nuestro análisis únicamente en la parte del componente inflacionario no subyacente, durante el mes de marzo destacó el repunte de 2.75 por ciento en las mercancías y los servicios energéticos, lo que se tradujo en un incremento acumulado de 14.55 por ciento respecto al mismo mes de 2020. Este incremento en energéticos es definitivamente una muy mala señal con respecto a los objetivos de la política energética de la actual administración federal, y principalmente está asociado a los incrementos observados en los precios de la gasolina y del gas LP.
Hemos de recordar que todavía la semana pasada, la Junta de Gobierno de Banxico mantuvo su tasa de interés de política monetaria sin cambio, lo anterior luego de varios recortes consecutivos en la tasa de referencia con el objetivo principal de inyectar liquidez al sistema financiero en medio de la actual crisis, dentro del margen de diferencia que la inflación observada y objetivo habían mostrado en la historia reciente.
La perspectiva de si las presiones inflacionarias observadas sean o no coyunturales será el gran tema de debate en las futuras reuniones de la Junta de Gobierno, pues de eso dependerá el consenso y la toma de decisiones sobre el rumbo de la política monetaria del país.
La independencia y credibilidad del Banco de México es un activo muy valioso que ha costado décadas construir, y un pilar del desarrollo modero del país. La autonomía en la política monetaria y el manejo prudente de sus instrumentos son la delicada línea de flotación de nuestro país en medio de la tempestad que se vislumbra con motivo de las elecciones estatales y federales en los próximos meses de este año. Lo último que necesitan los más pobres del país, luego de poner en riesgo su capital humano en forma de salud y educación durante la actual pandemia, es destruir su ya vulnerable poder adquisitivo con el gravamen regresivo por excelencia: el impuesto inflacionario.
Adendum
A pesar de los avances absolutos en la vacunación de adultos mayores y personal médico a nivel nacional, en términos relativos al tamaño de la población objetivo sigue habiendo grandes rezagos en los tiempos correspondientes a la estrategia, además de una desafortunada politización de un tema de salud pública que debería mantenerse ajeno al ámbito electoral.
Al día de ayer, datos oficiales mostraban que 1.56 millones de personas no han recibido todavía la segunda dosis de la vacuna, aunque ya están en la ventana de tiempo de recibirla. En Nuevo León, a pesar de las diferencias en las estrategias empleadas por los distintos municipios de la Zona Conurbada de Monterrey, y de la mano de las mejoras en los indicadores de contagio y decesos por la enfermedad, prevalece un relativo orden en la vacunación de adultos mayores, para bien de la población vulnerable objetivo, y de todos los ciudadanos en general.
Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL.