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El crimen organizado vigila Nuevo Laredo palmo a palmo

En Nuevo Laredo pasa 40% de las mercancías que intercambian México y Estados Unidos, pero desde el 2003 no la seguridad está a cargo de militares.

Es mentira que hay ciudades que no son de nadie. En Nuevo Laredo, Tamaulipas, cada palmo de tierra tiene un dueño que reclama cada movimiento de una ciudad que está atrapada. Un dueño que nadie nombra, pero que hace que los murmullos sean el lenguaje en esta ciudad.

En esta ciudad fronteriza hay una paradoja: tiene una actividad económica potente, por allí pasa 40 por ciento de las mercancías que intercambian México y Estados Unidos; cruzan 16 mil camiones de carga al día, y se concentra 24 por ciento de operaciones de comercio exterior en todo el país.

Por otro lado, es de las ciudades donde sus habitantes consideran inseguro vivir. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de junio de este año, 73.4 por ciento de la población de Nuevo Laredo considera que su ciudad es insegura.

En Nuevo Laredo no hay policía municipal desde 2003. El mando único, integrado por militares y Guardia Nacional, es el cuerpo encargado de la seguridad. La alcaldesa Carmen Lilia Canturosas acepta que la presencia militar se ha incrementado y seguirá haciéndolo porque aún no es momento de volver a crear una policía municipal.

Las dos bienvenidas que da Nuevo Laredo

Hay dos recibimientos para los visitantes. El primero, en el aeropuerto, a cargo de la Guardia Nacional, que revisa incisivamente los documentos de los viajeros en busca de migrantes.

El segundo viene de un halcón de un grupo criminal que, por las placas foráneas de la camioneta en la que periodistas somos transportados hacia el puente ferroviario operado por Canadian Pacific Kansas City, nos marca el alto.


El halcón, un hombre de no más de 30 años, bigote ralo, cabello corto y un rostro grueso, baja de su camioneta blanca, destartalada, desde donde vigila que nada ni nadie entre a la ciudad sin que su mirada lo examine.

Cuando la camioneta se detiene, el halcón conversa con el conductor: Intercambian unas cuantas frases y, con un rostro preocupado, lo acerca para abrirle la puerta. El hombre suelta un par de preguntas con su acento norteño.

-¿A dónde vienen? ¿A qué vienen?, ¿De dónde son?

Ninguno de los presentes se atreve a hablar. Las palabras ‘periodistas’ y ‘reporteros’ estuvieron a punto de aparecer, pero nadie se atrevió a dejarlas escapar de su boca.

-De la ferroviaria, de Kansas City –dice alguien. Y, al unísono, todos asentimos, con un “sí”.

-¿Seguros que todos de Kansas? –dice el halcón.

-Sí, todos de Kansas –respondemos con un pequeño desfase.

‘Queremos destacar las bondades de la ciudad’

Ante la duda, el hombre comienza a grabar con su celular los rostros de los tripulantes y solicita identificaciones. Al no tener credencial de Kansas, mostramos la del INE.

-¿Todos son mexicanos? –cuestionó.

-Todos, todos –respondemos.

Después de verificar que ninguno de los tripulantes es migrante, el hombre lanza un corolario a su retén, que dura apenas unos minutos.

-¿Se les faltó al respeto, se les quitaron sus pertenencias? –pregunta con voz fuerte para que haya constancia en su informe videograbado.

Todos respondimos que no y nos dejaron ir. Llevamos apenas cinco minutos en la ciudad y sabemos de quién es Nuevo Laredo. No hay tierra de nadie.

Luego, cuando se le cuestiona a Carmen Lilia si le preocupa la inseguridad, la alcaldesa contesta que son innegables las situaciones que viven en esa zona, pero que la incidencia delictiva ha disminuido. No obstante, no tiene presentes las cifras que respalden esa realidad en la que ella vive.

“Queremos destacar las bondades de la ciudad, que es muchísimo más de todo lo que hablan mal de Nuevo Laredo. Yo creo ustedes oyen hablar de Nuevo Laredo y también se asustan”, dice.

No hay tierra de nadie.

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