Financial Times

La pereza puede ser la madre de la eficiencia

La pereza, según la visión moderna, es como una enfermedad o algo que hay que erradicar a través de la capacitación. En vez, como mi amiga ha demostrado, lo opuesto es la verdad – es algo que los altos ejecutivos necesitan cultivar.

El otro día salí a tomar algo con una amiga de la universidad que es una de las mujeres más ocupadas que conozco. Por años ella ha tenido un gran puesto en una gran organización, y se ha encargado de un ex esposo, varios niños, y padres decrépitos.

Pero hace seis meses algo le sucedió. Se enamoró y quería pasar cada minuto libre con su nuevo hombre. El problema era que no tenía ni siquiera unos minutos de sobra, así que en vez de robarle el tiempo que le dedicaba a sus hijos, comenzó a trabajar menos – mucho menos. Ya que es lo suficientemente importante para controlar su horario, llega a la oficina más tarde. Se va más temprano. Ha dejado de asistir a la mayoría de las reuniones. Ya no envía correos electrónicos por las noches ni los fines de semana. En vez de almorzar con sus contactos, va a ver a su novio.

La semana pasada le pregunté cuál había sido el costo para su carrera de todo este aflojamiento. Ninguno, dijo, con un brillo de triunfo en sus ojos. Al revés, había tenido sus mejores seis meses, su mayor bono, y le habían ofrecido un trabajo aún mejor.

Especulé que la felicidad del amor era la razón. Le hacía sentirse invencible; la vida tiene formas injustas de ofrecerles grandes cosas a las personas cuando ya están en una buena racha.

No, me contestó. Ella simplemente había descubierto que menos es más. Se ha vuelto más perezosa, lo cual le ha ayudado a concentrarse. Sólo le dedica tiempo las cosas que importan, y lo demás, o no lo hace o se lo delega a otra persona.

Esta experiencia la ha llevado a una nueva teoría del éxito que sostiene que la pereza es buena. Sólo cuando somos perezosos nos volvemos verdaderamente eficientes, y llegamos a ver lo que es importante y lo que no lo es. El problema con las mujeres, ella continuó, es que nos afanamos demasiado. Nos convertimos en mártires de la laboriosidad, y lejos de ser nuestra ventaja secreta, es nuestra ruina. Si sólo fuéramos más perezosas, nos iría mejor.

No sólo tiene razón, sino que su teoría es deliciosamente sediciosa. "Afánate", dice la reina corporativa, Sheryl Sandberg, a la vez que todos los directores ejecutivos de renombre advierten a sus acólitos que si no les gusta despertarse a las 4:00 de la mañana y escribir sus correos electrónicos sentados en la máquina de remos, no van a llegar a la cima.

Mi amiga no es la primera persona en ver el error de todo esto. Helmuth von Moltke, cabeza del ejército prusiano, llegó a esta conclusión siglo y medio antes que ella, al diseñar una de las primeras matrices de administración. Él evaluó a sus oficiales en dos escalas: listos versus apagados y perezosos versus energéticos, y llegó a las siguientes cuatro permutaciones:

Tontos y perezosos: Buenos para seguir órdenes.

Tontos y energéticos: Muy peligrosos, ya que toman las decisiones equivocadas.

Listos y energéticos: Excelentes oficiales del estado mayor.

Listos y perezosos: Los mejores comandantes de campo ya que obtienen resultados.

El sistema funcionó bastante bien para el ejército prusiano, y seguramente podría funcionar igualmente bien en las corporaciones modernas. Ay, pero en vez de desplegar algo tan honrado, los teóricos de la administración han tomado la idea de von Moltke y la han arruinado al convertirla en la sosa matriz "habilidad-voluntad" moderna. Según ésta, la persona que es lista y perezosa (o "alta habilidad/baja voluntad") no se le ve como ganadora de la lotería. Se le ve como alguien que necesita capacitación.

La pereza, según la visión moderna, es como una enfermedad o algo que hay que erradicar a través de la capacitación. En vez, como mi amiga ha demostrado, lo opuesto es la verdad – es algo que los altos ejecutivos necesitan cultivar.

Para ser clara: el tipo de pereza que hay que estimular no es la variedad haragana que significa que uno hace mal el trabajo. Eso no es pereza: es estupidez. En vez, se necesita la versión lista, la que viene al saber que hay un costo de oportunidad por cada minuto que se pasa trabajando, por lo cual se debe usar el tiempo juiciosamente.

Nunca ha habido más necesidad de elevar la pereza en los cargos más altos. El afán no sólo hace daño a ejecutivos insomnes pero está dañando a las empresas en las que trabajan. Según un estudio de Bain el año pasado, una reunión ejecutiva semanal en una gran empresa devoró hasta 300,000 horas de personal al año.

Un estudio similar de McKinsey mostró que sólo la mitad de los líderes de empresa dedican suficiente tiempo a las prioridades de negocios, desperdiciando sus días en el correo electrónico, las reuniones, socializando y apagando fuegos.

Mi amiga se ha curado de todo esto gracias al amor. Ya que una cura similar para otros altos ejecutivos no es práctica (y probablemente no deseable), se tiene que crear otra cosa. Afortunadamente, la mayoría de nosotros somos perezosos por naturaleza, así que lo que tenemos que hacer es buscar la forma de resucitar nuestro ocioso interno. Poner el despertador para que suene una hora más tarde es una buena manera de empezar.

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