Financial Times

Brasil juega en dos canchas: el Mundial y la inseguridad

Las tensiones aumentan en Río de Janeiro. La semana pasada, el capitán de la nueva policía de pacificación de las favelas fue asesinado, el último de una ola de ataques contra los agentes, a menos de 80 días del inicio de la justa deportiva.

Rusino no puede decidir qué es peor: vivir bajo el control de bandas de narcotraficantes o de la policía.

"Estaba en la cama con mi mujer una noche y la policía simplemente irrumpió en nuestro hogar –piensan que todos por aquí son traficantes de drogas", dice el peluquero de 30 años de edad, sentado en una acera en Manguinhos, un grupo de favelas de Río de Janeiro. Su hermana lo interrumpe, aterrada: "¿Por qué siempre tienes que hablar tanto? ¡Sólo actúa como sordomudo como el resto de nosotros!"

Las tensiones son altas en la zona. La semana pasada, el capitán de la llamada unidad de la nueva policía de pacificación de las favelas, la UPP, fue asesinado –el último de una ola de ataques contra la policía que se produce a menos de 80 días antes de que cientos de miles de turistas desciendan en Río de Janeiro para la Copa Mundial de Futbol.

Manguinhos, que queda a 15 minutos en auto del aeropuerto internacional de Río de Janeiro, ahora se asemeja a la tierra de nadie, con la policía militar sosteniendo rifles de asalto contra chalecos a prueba de balas en sus pechos, mirando a grupos de hombres que les echan un vistazo desde pilas de escombros del otro lado de la calle.

Las organizaciones comunitarias dicen que la última escalada de violencia en Río de Janeiro representa una de las mayores crisis para la ofensiva de Brasil contra las bandas criminales y milicias que han acosado a la segunda ciudad más grande del país durante décadas.

Después de siete ataques a la UPP desde el comienzo del mes pasado y varios asesinatos policiales, el gobernador del estado de Río de Janeiro, Sérgio Cabral, ha anunciado esta semana que el ejército será contratado para ayudar a la policía en el grupo de las favelas de Maré que bordea la carretera principal al aeropuerto.

Río de Janeiro comenzó el programa de pacificación UPP en 2008, usando el equipo "Swat" de su policía de élite para expulsar a los líderes de las bandas de las favelas, antes de instalar las unidades de policía para vigilar los territorios recién conquistados.

Río de Janeiro tiene ahora 37 UPP para 257 comunidades y 1.5 millones de personas –lo cual ha sido ampliamente aplaudido por grupos internacionales y brasileños de todas las tendencias políticas. Por lo tanto, es natural que la mayoría de las poderosas bandas criminales del país, tales como el Comando Vermelho (Comando Rojo), quieran intentar recuperar su influencia, dice José Mariano Beltrame, secretario de seguridad pública del estado de Río de Janeiro.

"En las zonas donde el estado estuvo ausente durante décadas, los delincuentes tomaron el papel de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial", dice el Sr. Beltrame. "Las personas que vivían de la delincuencia no se darán por vencidas tan fácilmente y lo sabíamos".

El momento que se eligió para desatar la última ola de violencia no es casualidad tampoco, dice Carlos Melo, un politólogo de Insper, un instituto de educación superior brasileña. La ciudad está en el centro de atención, ya que se prepara para acoger la Copa del Mundo y después a los Juegos Olímpicos en 2016, alentando a las pandillas para explotar "un momento de visibilidad y la vulnerabilidad del gobierno", sostiene.

Brasil ya está en la mira debido a su infraestructura de mala calidad y a los retrasos en la construcción de los estadios necesarios, que amenazan con convertir el evento en una fuente de ridículo internacional más que en el momento de gloria y reconocimiento con el que soñaba el gobierno cuando el país ganó la licitación en 2007.

La creciente repulsión de los residentes de las favelas por el uso excesivo de la fuerza policial también hace que sea un momento oportuno para actuar, dice el profesor Melo.

Los policías militares que patrullan las favelas de Río de Janeiro dicen que la represalia puede estar relacionada con las próximas elecciones locales y presidenciales del país en octubre –una visión respaldada por Sandro Costa, vicecoordinador de seguridad humana de la ONG Viva Rio.

"Aparte del tráfico de drogas en sí y toda la industria que lo rodea, como el pago de dinero por protección, también ha habido una historia de participación política en Río", dice el Sr. Costa. En el pasado, los aspirantes a candidatos políticos en la ciudad han sido acusados de hacer tratos con las milicias para poder entrar en las favelas prohibidas, lo que les daba acceso exclusivo a los votantes, mantiene.

Sin embargo, aunque el enfrentamiento entre las bandas de Río de Janeiro y la policía ha dejado inquieto al gobierno, es probable que los ataques contra las UPP se reduzcan durante la Copa del Mundo, dice el Sr. Costa. "Los asesinatos y los índices de delincuencia en general siempre caen durante el carnaval así que estamos esperando el mismo patrón para el Mundial".

No obstante, como en la guerra, el siguiente paso debe ser el de ganar los corazones y las mentes de los residentes como Rusino, mediante el uso de inteligencia por parte de la policía en lugar de la fuerza bruta y con el suministro de más servicios públicos a las favelas para aliviar los problemas sociales agudos, dicen los académicos y las organizaciones no gubernamentales.

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