Simon Levy

Guerras sin balas

Nos encontramos en una guerra donde las armas son virus y emociones como el miedo y el ocio, comenta Simón Levy.

El 14 de enero de este año publiqué en esta misma columna el texto titulado “2021: 10 puntos para entender la década pandémica” https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/simon-levy/2021-10-puntos-para-entender-la-decada-pandemica/ donde hacía referencia a la transformación social, económica y sobre todo psicológica de una nueva etapa en la historia humana, donde la Covid-19 sería el fortalecimiento de una economía basada en una paz totalitaria y en la continuación de diferentes epidemias en los siguientes años.

Con la aparición de las variantes Delta y ahora con Ómicron, se está cada vez más, normalizando las olas de una pandemia que con todo y vacunación en los países desarrollados, no termina de cesar.

Hemos llegado a un punto en la historia de la humanidad, que las sociedades ya no se distinguen solamente por su nivel de desarrollo, sino por su capacidad de resiliencia y por su entendimiento de una conexión cada vez más global.

Para unos, globalización significó relocalización y ganancias de producciones en países con mano de obra barata para luego vender caro y perder su capacidad productiva e industrial y para otros, resultó un paso decisivo en la integración. Globalización, como sumisión para producir, o bien, integración para colaborar en resolver los problemas juntos.

¿Con los movimientos logísticos, turísticos y comerciales, una nación desarrollada y que ha cumplido altos estándares de vacunación, es menos vulnerable, cuando en África se expande Ómicron? La resiliencia solamente se sostiene con colaboración.

De nada sirve vacunar completamente a una nación si tu vecino no puede o no tiene capacidad para lograrlo. El subdesarrollo de un país, hoy más que nunca, es el riesgo de otro país desarrollado.

Llegamos a una etapa en la historia humana, en que el egoísmo y la competencia mal entendida solo conducirá al caos y a ciclos viciosos de destrucción.

Estamos viviendo una paz totalitaria, una especie de guerra sin balas, que ha distorsionado la forma en cómo consumimos, cómo pensamos y cómo decidimos. Es una nueva de hacer la guerra sin cañones y sin armamento; es un nuevo estado de sitio donde no hay tanques sino virus invisibles.

En una economía de guerra, como en la que nos encontramos ¿cómo podemos aprender a producir, si la demanda no alcanza niveles de estabilidad, y el endeudamiento de países, sociedades e individuos disfraza la incapacidad de generar ingresos, buenos salarios y una posibilidad de vida digna?

¿Se tienen que resignar millones de jóvenes o personas de 40 años a ya no encontrar trabajo porque todas las oportunidades de una economía de guerra ya no les son útiles? ¿El que se doctoró tiene que dedicarse a repartir comida porque no vale ya, su conocimiento para esta guerra?

Lo más delicado de hoy, es que cada vez se sofistican más los métodos de dependencia humana. De nada sirve pelear con la realidad, sino reconocer.

En esta guerra sin balas, emociones como el miedo, el ocio, y el sentido de vulnerabilidad son las nuevas armas que derriban todo tipo de fortalezas y que inundan a las economías más desarrolladas.

Los virus viajan más rápido que los misiles y matan con menos costos y con mayor eficacia a personas. Una economía dedicada a producir vacunas que se pagan con los impuestos de todos, es una economía en una nueva versión de guerra y ante esto, solo quedan dos proyectos: colaborar para construir o competir para eliminar.

Si a todo esto unimos, un mundo con un proyecto tecnológico para automatizar y sustituir mano de obra barata; si a esto, le sumamos los riesgos del calentamiento global y la silenciosa destrucción psicológica, veremos con claridad las nuevas puertas de esta nueva forma de hacer la guerra.

El egoísmo, el individualismo, no son éxito sostenible. La falsa competencia en nada crea competitividad. La integración y la colaboración para crear soluciones comunitarias son el único camino a una nueva forma de construir.

A las élites, no les conviene que pienses, solo que debas. La presión manipulada de las voces reales que despiertan, jamás tendrán miedo. Por eso, la filosofía y el pensamiento, son trascendentales.

Sin ellos, solamente somos objetos y fichas en una guerra sin balas. Las propuestas de qué podemos hacer, en la siguiente colaboración.

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