La Feria

El desaire y la casta privilegiada…

Es la fila de la casta dorada; o de lo que podría ser la formalización de algunos de los más visibles clanes del nuevo régimen. Y por ende, es la fila de la piedra en el zapato para Sheinbaum.

Cuando la logística de un mitin como el de Morena del domingo se prepara, la disposición de los lugares de los invitados especiales, sea en sillas o corrales, es motivo de toda una reflexión. La fila que prefirió una selfie a saludar a la presidenta era, por mucho, especial.

En los corrales de atrás de esa fila estaban hartas figuras morenistas. Y a unos metros de los de la selfie, dos filas de invitados especiales, entre ellos los periodistas Elena Poniatowska y Pedro Miguel, y el cartonista Rafael Barajas El Fisgón.

Así que, salvo quienes estaban en el estrado con Claudia Sheinbaum, la fila única de las y los de la polémica fotografía que abolló el lucimiento de la presidenta el domingo era una muy, muy destacada: apenas ocho sillas, pero qué ocho.

La gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez, tendría que explicar qué hacía en esa fila VIP, pero vamos a los otros.

Se ha dicho de todo sobre quienes ocupaban las restantes sillas. Los liderazgos del partido, otros del PVEM, y el senador más cercano a López Obrador: Alejandro Esquer. Además, claro está, de los líderes de Morena en el Congreso: Ricardo Monreal y Adán Augusto López.

Para no abundar en la lectura de que se trata de esos que no le ayudan a la presidenta en el Congreso, o que son perfiles que dejó sembrados el expresidente —incluidos, of course, Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán en Morena—, propongo otra óptica.

Es la fila de la casta dorada; o de lo que podría ser la formalización de algunos de los más visibles clanes del nuevo régimen. Y por ende, es la fila de la piedra en el zapato para Sheinbaum sobre el movimiento que legará cuando termine su mandato en 2030.

Para tratar de explicarme, primero, vamos al pasado.

En el viejo régimen hubo lo que Esteban David Rodríguez llama un “derecho de sangre” que se materializó en que ciertos apellidos se convirtieran en “los dueños del Congreso”. Él ha registrado cómo a pesar de la no reelección, se monopolizaban curules y escaños.

“Durante los 84 años de prohibición de la reelección legislativa continúa, 98 familias han tenido el control de 509 posiciones federales, 63 de ellas con participación en las cámaras de entre 9 y 19 años, y 37 con presencia de entre 21 y 51 años en el Congreso de la Unión”, reportó Esteban David Rodríguez en Los Dueños del Congreso (2015).

El corte de caja de este autor es de hace diez años. De cuando apenas iniciaría la reelección consecutiva, ésa que, como se sabe, la presidenta Sheinbaum propuso en febrero cancelar y que se supone que ya no habrá.

Veamos de nuevo la fila de los que prefirieron la selfie a saludar a la presidenta el domingo. Monreal, Velasco, Adán Augusto y, no necesariamente en primera persona, pero quién lo descarta, Alcalde y Andy podrían ser los nuevos dueños del Congreso.

Cosa de ver que Monreal, entre diputaciones y senadurías, lleva en el Congreso de la Unión 21 años acumulados (sin contar el que corre, hoy es diputado). ¿Manuel Velasco? 15 años (sin contar el que corre, hoy es senador). ¿Adán Augusto? 8 (sin contar…, hoy es senador). Puro champion de la democracia.

Dicho de otra forma: en esa fila estaban quienes tienen en su mano el Congreso hoy —y desde hace años—; mismos que podrían trascender a Claudia y, junto con el hijo del expresidente y Alcalde, designar futuros legisladores. La casta privilegiada. Fue una foto para el porvenir.

COLUMNAS ANTERIORES

El régimen y sus honrados
El ‘Cuau’: los autogoles de Morena

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.