Rosario Guerra

Abra cadabra

Dubái es piedra angular de un destino al que no es fácil llegar. Es como el producto de un ‘abra cadabra’ de un mago o un genio de ‘Las mil y una noches’.

De niña, como hija solitaria, me refugiaba en la lectura. Desde luego Las mil y una noches fue un texto que leí con avidez y contaba historias a mis primos, que fascinados las escuchaban, mientras en carretera nos dirigíamos a algún destino turístico. Esa magia era para mí una inagotable fuente de imaginación y de explicación de la vida que me cautivaba. Las historia de genios y magos que con un conjuro construían palacios, riquezas, esclavos en un desierto inhóspito y solitario para halagar a sultanes y conquistar el amor de una princesa, con el rosto cubierto, pero que tenía la belleza de la luna o del Sol, ese amor medio humano, medio platónico, me ensoñaba.

Estas historias fueron quedando en el recuerdo conforme pasaron los años. Formaron siempre parte de mi vida, pero solo como una ilusión. Y de repente una amiga me convenció de viajar a Dubái, Emiratos Árabes Unidos, para la Expo 2020, que la COVID postergó hasta 2022. Realmente no era un destino que me atrajera mayormente, pero el entusiasmo de mi amiga, pareja viajera en diversos destinos, me convenció y fui a dar a ese lejano rincón del mundo.

Un país de pescadores, agricultores y de nómadas que vivió de las perlas, negocio que decayó con su cultivo, y que en 1966 descubrió el petróleo. El islamismo se había consolidado desde el siglo VII y fue protectorado británico por años. Hoy solo 10 por ciento de la población es de origen árabe y 90 por ciento son extranjeros que radican en ese emirato. En el siglo XIX fue un puerto muy importante de movimiento de mercancías, aún tiene importancia. Tuvo disputas territoriales con Abu Dabi, que se resolvieron tras la creación de los Emiratos Árabes Unidos en 1976. Sin embargo, Dubái logró mantener cierta autonomía en este proceso.

Dubái mantuvo una alineación con Occidente durante la invasión a Irak y en la Guerra del Golfo. Desarrolló varias zonas francas para atraer capital extranjero. El recurso del petróleo lo utilizó en infraestructura. Apostó a usar sus recursos petroleros para desarrollar una gran ciudad y se construyó el Burj Al Arab, hotel famoso mundialmente, con una arquitectura sofisticada y alojamiento muy lujoso con remates en oro. Las islas palmera son otro atractivo inimaginable; la estructura más alta del mundo, el Buj Khalifa es otra atracción. Sus centros comerciales, con pistas de esquí, acuario y cascadas son lugar de reunión y paseo de turistas y pobladores. Su gobierno es autoritario, pero el jeque Mohammed Bin Rashid Al Maktoum es venerado por el impulso a su economía y la creación de opciones para una población que se ha beneficiado del turismo.

Los altibajos del precio del petróleo afectan a Dubái, como productor, pero la reconversión de su economía al área de servicio la blinda en forma importante. Está preparado para la transformación energética y usa energías limpias en forma cada vez más intensa. Sus ingresos petroleros representan un poco más de 4 por ciento y el resto proviene de turismo y servicios. También ha desarrollado la industria manufacturera. La ciudad es impresionante por su arquitectura, cuenta con edificios modernos, sofisticados, impactantes. Sobresale ‘El Ojo’, un museo con una construcción que semeja un ojo que mira al futuro, construcción recubierta por inscripciones árabes.

Su marina, que llevó el mar a la ciudad en cinco años, es impresionante, rodeada de edificios modernos de viviendas. Sus playas con sus edificios residenciales es otra impresionante parte de la ciudad. La Expo 2020 se construyó fuera de la ciudad, pero su infraestructura y edificios permanecerán para hacer otro polo de desarrollo urbano. El edifico de Emiratos Árabes Unidos, construido por el famoso español Calatrava, es una obra impresionante.

Y pensar que todo esto se ha creado en cerca de 50 años. Es prácticamente increíble. Primero por el éxito en atraer inversión extranjera, segundo por la administración de su riqueza petrolera, tercero por construir una infraestructura moderna e impresionante, con la arquitectura más avanzada del mundo, con una gran belleza. Y por último por la migración ordenada para lograr tener una población suficiente para cubrir la demanda en áreas de construcción y servicios, provenientes de India, Pakistán, el sureste asiático y muchos otros países.

Para mí es como un sueño, al igual que las historia de Las mil y una noches. Bajo un conjuro de hágase una ciudad moderna, bella y cosmopolita y pum… surgió Dubái! Como destino no tiene historia, ni un pasado glorioso, ni otras atracciones, pero es sin duda un lugar mágico y fascinante. La Expo 2020 le brindó la oportunidad de mostrarse al mundo y vaya espectáculo. Yo realmente no lo imaginaba.

Muchos amigos se expresaban contradictoriamente de Dubái, por obvias razones. No es un sitio histórico, pero su historia es fascinante. No tiene grandes atractivos, pero su arquitectura es la más moderna e impactante del mundo, no es mucha su población nativa, pero da empleo a 90 por ciento que no son originarios de este emirato. Rivaliza un poco con Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, donde se encuentra el Palacio Real y la famosa Mezquita Sheikh Zayed (también conocida como mezquita blanca) más turística que ritual. La capital está empezando a desarrollarse turísticamente, cuenta con sucursal del museo de Louvre, pronto tendrá otro museo español, y construye la ciudad de Abraham, con una mezquita, una iglesia católica y una sinagoga.

No puedo desde luego comprender a cabalidad el desarrollo de los Emiratos Árabes Unidos, pero Dubái es piedra angular de un destino al que no es fácil de llegar. Con su propia línea aérea, crea conexiones con el mundo. Y por eso pienso que Dubái es como el producto de un ‘abra cadabra’, de un mago o un genio de Las mil y una noches.

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