No hay fuerza capaz de detener los tiempos sucesorios: el próximo viernes serán ungidos con las bendiciones de la morenita los candidatos a algunas gubernaturas, una particularmente movida. Por lo que se aprecia en las redes y en los medios, la Ciudad de México ha centralizado los reflectores debido a los acalorados intercambios entre morenistas “puros” y “contaminados”. Lo cierto es que las fuerzas políticas adelantaron relojes y, sin rubor por las violaciones, caminos no jurídicos dirán algunos, a las reglas y los plazos establecidos, siguen su marcha.
Se alinean intereses, conveniencias, renuncias, cuotas; acuerdos, o no tanto, buscando no quedar fuera. Luego, la mercadotécnica electoral promociona el producto. Ruta que, no pocos, califican de democrática. Aunque sea evidente su fragilidad como ruta efectivamente democrática.
Con todo, lo que en realidad urge es examinar nuestra situación de conjunto y en sus partes, sectores y sobre todo regiones. Por fortuna, y a pesar de todo, ideas, proyectos, propuestas ya circulan. Uno de ellos es “Propuestas para los próximos años”, puesto en circulación por el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, en el que participaron mexicanos de diversas y valiosas inspiraciones políticas. (http://www.nuevocursodedesarrollo.unam.mx/docs/Propuestas_Proximos_Anios_FINAL.pdf).
En el documento se exponen: “(…) ideas y consideraciones para facilitar cambios estructurales que permitan consolidar la recuperación tras la crisis de la pandemia de la Covid-19, y que, a la vez, nos encaminen a la superación de los rezagos que históricamente han marcado nuestra realidad, algunos de los cuales se agravaron después de la gran recesión de 2008-2009.
“La convocatoria original para la formulación de este documento, se asienta, partió del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, como prolongación de su libro Por una democracia progresista: debatir el presente para un mejor futuro”.
Se trata de propuestas cuyo objetivo es, justamente, incidir en la necesidad de repensar el país no como mero objeto de contemplación académica sino como una sociedad compleja, afectada por desigualdades abismales, y sujeta de los cambios que la realidad global nos viene planteando.
Propuestas que aspiran a trascender sus propios ámbitos, sus propios circuitos de debate, y perspectivas que buscan contribuir y enriquecer el debate nacional que a trompicones ha arrancado. En primer término, la necesidad de buscar y/o formular ideas-fuerza para retomar una auténtica nueva senda de desarrollo.
En la perspectiva del 2024, “sobredeterminada” diría un estructuralista de viejo cuño, el tiempo no sobra. Circular las ideas, oxigenar el debate, auspiciar la innovación de visiones, debiera ser eje imprescindible de la renovación de la presidencia de la República y el Poder Legislativo de la Unión. Socializar visiones no librescas ni dogmáticas, capaces de trascender las urnas.
La discusión sobre nuestros temas fundamentales no es, no puede serlo, un tema subordinado al humor partidista. En cuestión está la pospuesta, una y otra vez, construcción de un verdadero Estado social, de derecho y derechos, democrático. Y esa construcción no se improvisa. A México le sigue haciendo falta realizar una verdadera reforma del Estado, de su Estado.