Sobreaviso

¿Sí o No por México?

Vistos los partidos de la alianza opositora, los impulsores de ese frente deberían revisar si no es mejor armar un nuevo partido. Es muy difícil conducir un coche sin motor.

Pueden vanagloriarse Claudio X. González y Gustavo de Hoyos por los votos obtenidos por la alianza opositora en las elecciones de junio pasado. Pero, cuando los sufragios no se traducen en acción política efectiva y consistente, las papeletas pueden atesorarse como el recuerdo de un sueño imposible.

Producto o no de la inocencia, la intención de Sí por México de integrar una alianza opositora con el panismo, el priismo y el perredismo está dando por resultado no un vehículo político, sino un muégano crujiente con demasiada grasa, poca harina, mucho aire y miel adulterada: un dulce malhecho para entretener el hambre. En tal circunstancia, los promotores de aquella plataforma deberían revisar la estrategia adoptada y, esa sí es chamba, plantearse la dura tarea de formar su propio partido si, en verdad, quieren hacer política y defender sus postulados.

Armar un vehículo con autopartes diferentes y tomar ruta no necesariamente los llevará adonde quieren… si, en verdad, saben adónde van.

De las paradojas políticas registradas el anterior fin de semana ya debería desprender lecciones Sí por México.

Justo el sábado pasado, cuando Claudio X. González resaltaba que –en número de votos absolutos a nivel nacional– Va por México junto con Movimiento Ciudadano (que no forma parte de ese frente) había superado en casi dos millones la votación lograda por Morena y sus aliados, recibió un revés en torno a las posibilidades de conformar una poderosa y exitosa coalición opositora.

De entrada, con toda claridad y contundencia, Movimiento Ciudadano fijó postura en su convención. No se integrará a ninguna alianza –simplona, dijo el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro– y optará por competir solo sin desdibujar su propio perfil. Entonces, sumar aritméticamente los votos naranjas como parte de la expresión antilopezobrodorista es, dicho con suavidad, un simple ardid sin la menor consecuencia política.

De salida, los cónclaves llevados a cabo ese mismo día por los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática pusieron en evidencia que el frente opositor no la tiene fácil. Lejos está de constituirse en una coalición con posibilidad competitiva de cara a los comicios estatales de 2022 y 2023, así como a la próxima elección presidencial.

Hacer cuentas alegres no habla de un proyecto, sino de una ilusión. Y dar por sentado que una alianza electoral se traduce en automático en una alianza política es una chabacanería. Por eso, no estaría demás que los activistas de Sí por México reconsideraran su estrategia. No es cosa de pedir las llaves de un coche prestado, sobre todo, si el vehículo no funciona.

En particular, el consejo de Acción Nacional reveló la crisis que ese partido arrastra desde hace tiempo.

Esa formación, vista y concebida como el pivote de la alianza opositora afronta tres problemas. Una profunda división que disminuye su posibilidad electoral; una incapacidad para emprender una acción política unificada y sincronizada, y una dirigencia carente de liderazgo, encarnada en la triste figura de Marko Cortés, quien hace apenas una semana consiguió ser reelegido al frente de Acción Nacional.

Tal situación, la condensó el propio Cortés al instar a la unidad en el Consejo del sábado, a partir de un absurdo razonamiento. “Pareciera –dijo– que el adversario principal que tiene el PAN a veces está dentro del PAN, y tú puedes enfrentar cualquier guerra, la más difícil, la más compleja, pero cuando las flechas vienen de atrás es imposible ganar la batalla”.

En la lógica de Marko Cortés una suma de errores, puede arrojar por resultado un acierto. La camarilla encabezada por su dirigente disfruta el ejercicio del pequeño poder supuesto en el control del partido o las bancadas, pero no muestra vocación, proyecto ni ambición de poder mayor. Cumple con su rol opositor haciendo del pataleo la resistencia y del arrebato la gran acción.

Hace tiempo el partido albiazul perdió la brújula y, pese al esfuerzo de algunos cuadros experimentados y con autoridad moral por recuperar la dirección –en el doble sentido de la expresión–, esa organización carece de rumbo. ¿Con ese buque insignia y en calidad de amigable componedor Sí por México piensa orientar y tripular a la flota opositora?

Asimismo, en el congreso del perredismo hubo pronunciamientos dignos de tomar en cuenta ante la intención de integrar la alianza opositora.

Aparte de pretender convertirse a la socialdemocracia –al modo como también lo presume el priismo– mientras a sectores del panismo los tienta la idea de correrse más a la derecha, el dirigente Jesús Zambrano tuvo tres reflexiones interesantes. El saldo que les dejó, hace casi diez años, haberse sumado al Pacto por México; la posibilidad de ir en alianza, siempre y cuando ésta se construya de abajo hacia arriba y no a la inversa; y el señalamiento de estar listos también para ir solos.

Ciertamente, la lucha por sobrevivir orilla al perredismo a hacer lo que pueda y no lo que quiera, pero en el entrelineado de lo dicho por su dirigente no se da por sentada la alianza.

Falta por ver cómo le va mañana en la asamblea al grupo que se ha hecho de las riendas en el Partido Revolucionario Institucional, pero su actuación en el marco de la alianza opositora no ha sido congruente.

Ante ese cuadro, Claudio X. González, Gustavo de Hoyos y los impulsores de la alianza opositora en vez de hacer cuentas alegres, deberían revisar la estrategia asumida. Reconocer la dificultad de hacer política de prestado o tripular un coche sin motor. Definir, pues, si es Sí o No por México y, de ser el caso, considerar la necesidad de construir un partido.

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