Apuntes Globales

El Estado está de regreso con Biden. ¿Reinará la democracia?

Los triunfos legislativos de Biden y las acciones de la justicia federal en contra de Trump sólo polarizarán más las cosas y traerán más conflicto e incluso falta de gobernabilidad.

La democracia es tortuosa. Especialmente cuando hay pesos y contrapesos. Y más aún cuando hay una polarización tan enorme como en el vecino país, Estados Unidos.

El presidente más viejo de la historia, Joe Biden –79 años–, parecía estar en la lona. Con unas tasas de aprobación desplomándose a sólo 30 por ciento, el mandatario renace. Su aprobación ya subió nueve puntos porcentuales, a 40 por ciento en sólo los últimos días.

Biden prometió que habría Estado en su primer mandato. Donald Trump se había dedicado durante sus cuatro años (2016-2020) a hacer añicos el Estado –”voy a secar el pantano de corrupción que es Washington”.

El veterano demócrata en la Casa Blanca contaba con una mayoría muy raquítica, en especial en el Senado: 50 demócratas, 50 republicanos. Como el vicepresidente es el presidente protempore de ese recinto, puede desempatar una votación, lo cual le daba a los demócratas ventaja raquítica.

Más aún, entre los 50 demócratas hay dos senadores, Joe Manchin (Virginia del Oeste) y Kyrsten Sinema (Arizona) que son centristas e incluso se alinean, en muchos temas, claramente a la derecha, tal y como son los electores de sus estados.

Por ejemplo, Manchin es el gran amigo de los intereses de hidrocarburos que abundan en su estado. Y Sinema es enemiga acérrima de subir impuestos.

El gran aliado de Biden, el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer (Nueva York), se fajó: a ambos senadores les dio un aliciente importante para su electorado y logró su apoyo.

Y ahora resulta que, al entrar en la recta final hacia la elección de medio término del próximo 8 de noviembre, Biden tiene una robusta agenda legislativa que mostrar. Analistas están comparando sus logros en sólo dos años con los de Clinton y Obama, que gobernaron ocho.

Ahora bien, esta semana ocurrió otro hecho sorpresivo. La casa de verano de Trump, Mar-a-Lago, en La Florida, fue cateada por el FBI para recuperar documentos que podrían incriminar al expresidente.

Trump está gritando a los cuatro vientos: “Cacería de brujas”. Y no cabe duda que su base está siendo acicateada en lo que ven una artimaña más demócrata: descarrilar a su líder en su regreso a la Casa Blanca en 2024.

¿Pesarán los logros de Biden en el elector estadounidense? ¿Cómo jugará políticamente la acción legal en contra de Trump por el Departamento de Justicia y el FBI?

Hay dos escenarios: el pesimista y el optimista.

Pesimista. Los electores están atrincherados en dos campos: el de los republicanos que consideran al gobierno como la fuente de todos los males que padece el país y por eso hay que acabar con él, y por eso se necesita un líder antisistema como Trump; los demócratas, en el otro extremo, insisten en que hay que nivelar la cancha a base de políticas públicas intervencionistas que permitan al país resolver los graves problemas nacionales e internacionales, como la competencia estratégica con China.

En ese escenario, los triunfos legislativos de Biden y las acciones de la justicia federal en contra de Trump sólo polarizarán más las cosas y traerán más conflicto e incluso falta de gobernabilidad.

Optimista. No se trata de convencer a la base dura de ninguno de los partidos políticos. Las acciones de gobierno tendrán un impacto en la realidad que, por bajo que sea, hará que los electores independientes y los que aún conservan cierta sensatez abandonen el campo trumpista.

No falta mucho para que sepamos si el regreso del Estado a nuestro vecino del norte tendrá un impacto positivo en su democracia. Los estadounidenses irán a las urnas en menos de 100 días y nos harán saber su preferencia: apostar por el Estado que ofrecen los demócratas o por el populismo antiestatal que ofrecen los republicanos.

La opción republicano-trumpista es claramente un revés a la democracia.

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