La Fiesta Está Viva

Otra realidad

Ante los ataques cobardes de la mafia antitaurina coludidos con algún juez y manipulados por abogados de dudosa reputación, esta cultura tiene que levantarse en armas desde el ruedo.

México es un país que el mundo disfruta, admira y estudia. Contamos con enorme riqueza y belleza natural. Somos el resultado de la fusión de dos culturas apasionantes; por un lado, aztecas, mayas, olmecas, zapotecas, toltecas y otros pueblos, sentaron las bases de un territorio con miles de kilómetros de litoral, selva, sabana, desierto, bosque, tundra, oro, plata, petróleo, cobre, hierro, níquel, zinc, rodio, paladio, berilio, magnesio, molibdeno, vanadio, cobalto y mucho más.

Con la llegada de los españoles, hace ya cinco siglos, tras el primer choque brutal, hoy somos un país que es resultado de este encuentro, que desde entonces ha suavizado generación por generación el mestizaje que hoy somos. Es una realidad, aunque tristemente hay quienes reniegan de lo que somos, el complejo no les deja ver la grandeza que tenemos como país y como gente.

No todo es oro, existe un gran defecto en nuestra idiosincrasia, obviamente no podemos generalizar, pero pese a las enormes virtudes que tenemos como pueblo, existe un enorme complejo por valorar lo nuestro. No sé en qué radique esa falta de seguridad. Tienen que venir extranjeros a hacernos ver la maravilla que es este país.

La tauromaquia no se queda atrás. México es cuna de grandiosos toreros, hombres que expresan con su toreo nuestra forma de ser. El temple es la bondad, el sentimiento nuestra generosidad, el valor existe, pero no se muestra como la principal virtud de una tauromaquia que representa la belleza de nuestros litorales en largas y templadas verónicas, la majestuosidad de la sierra en las ajustadas gaoneras estoicas que ven pasar al toro como nuestras montañas al sol.

Sin embargo, nos cuesta apostar a la consolidación de lo nuestro. Llevamos generaciones viendo novilleros que torean como los ángeles, que nos hacen soñar. Llegan a la alternativa y luego el “sistema” los frena, se les cobra el peaje del olvido y sus carreras se convierten en una prueba de resistencia más que en la evolución artística con la práctica del oficio para alcanzar la maestría lo antes posible, sin prisa, pero sin pausa.

Hoy más que nunca no podemos perder más tiempo. Necesitamos ya consolidar nuestra Fiesta. El domingo en la Monumental Nuevo Progreso de Guadalajara triunfó de manera rotunda Leo Valadez, otra vez, cortándole dos orejas a un toro de La Estancia dejando escapar otras dos con el sexto por fallos con la espada. Matador de Aguascalientes, que ha hecho una gran temporada europea, triunfando prácticamente en todas las tardes y en plazas de primera, orejas en Madrid, Bilbao, Pamplona, etcétera.

Ante los ataques cobardes de la mafia antitaurina coludidos con algún juez y manipulados por abogados de dudosa reputación, esta cultura tiene que levantarse en armas desde el ruedo. Mostrando la grandeza de esta tradición mexicana, la belleza del toro íntegro ante toreros de gran capacidad, oficio consolidado y sentimiento único para torear.

Aquí están Leo Valadez, Héctor Gutiérrez, Miguel Aguilar, Diego San Román, los hermanos Llaguno, Angelino de Arriaga, Isaac Fonseca y el próximo fin de semana se suma a los matadores Arturo Gilio; quienes conforman una bajara de oro junto con los ya consolidados: Joselito Adame, “El Payo”, José Mauricio, “El Zapata”, Diego Silveti, Juan Pablo Sánchez, Fermín Rivera, Arturo Macías, Luis David, “El Calita”, Sergio Flores etcétera, etcétera.

¿Qué nos falta como afición e industria para valorarlos en su verdadera dimensión? ¿Será madurez? A todos ellos los hemos visto alternar y triunfar al lado de las figuras extranjeras, que dicho sea de paso bienvenidas son, siempre y cuando generen en taquilla lo que cobran por torear.

Todos llevamos un empresario dentro, pero yo ya vislumbro un mano a mano entre Leo Valadez y Héctor Gutiérrez en Guadalajara. Ojo con el toro en esta plaza, si bien no hay que caer en exageraciones absurdas en el volumen, el trapío de Guadalajara no debe diluirse.

Una vez que la Plaza México quede libre de la aberración jurídica en la que la embarraron, es menester que se den toros con la mayor grandeza posible, carteles rematados con esta baraja mexicana como base, adornados con las figuras extranjeras taquilleras. Hoy toca y toca hacerlo. El tiempo pasa y debemos reaccionar.

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