Trópicos

La boda que descolocó a la 4T

A la boda de Santiago Nieto y Carla Humphrey el destino le tenía preparado un muy mal desenlace. Los factores políticos se impusieron a los asuntos del amor.

Vaya taming político tuvo la boda del ahora extitular de la UIF, Santiago Nieto, con la consejera del INE, Carla Humphrey. Cuando aún se aplaudía la entrada de Lozoya a la cárcel, y todo se alistaba para el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en Nueva York, para hablar de desigualdad y corrupción, llegaron los intríngulis desde Antigua, Guatemala.

Por sí mismo, nada de malo debería tener un enlace matrimonial, al contrario, para muchos y muchas es la ilusión de que podría ser uno de los días más felices de sus vidas. Pero a esta boda, el destino le tenía preparado un muy mal desenlace. Los factores políticos se impusieron a los asuntos del amor.

Cuando la tormenta se desató el pasado sábado 6 de noviembre, iniciada la tarde, al darse a conocer detalles de la fastuosa celebración, de la llegada de los invitados en vuelos privados, del menú y la bebida, líderes políticos se percataron de que para la sociedad mexicana el evento, en lugar de significar uno más con dosis de fantasías e ilusión, generó disgusto e indignación. Por lo tanto, los despidos comenzaron a suceder.

No cuadraban los hechos con la realidad. Las contradicciones se hacían notar a diestra y siniestra, y las sospechas se desbordaron, como espuma de champán, al saberse de vuelos con sobres con dinero no declarados, filtraciones de los invitados y los detalles de la boda.

Y aunque todas las bodas son polémicas porque traen consigo anécdotas que detonan el cotilleo, el amarillismo o la sospecha, esta traía algo más. Incluso detalles que aún no se conocen y que detonaron las primeras renuncias, con sabor a despidos, de dos funcionarios de primer nivel tanto del gobierno de la Ciudad de México como del gobierno federal: el novio y la turista. Esa es la primera prueba de que todo salió mal para los invitados, los organizadores y los contrayentes.

Ambos provenientes de la 4T, en la teoría. Las primeras víctimas que dejó este enlace matrimonial formaban parte del grupo directo de Claudia Sheinbaum, y del círculo de mayor confianza del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero fue demasiado, y quien duró apenas un par de meses en la Secretaría de Turismo no fue tolerada por quien aspira a la presidencia en 2024. No puede darse el lujo de seguir cometiendo errores. Rápidamente, tenía que evadir la metralla mediática que se avecinaba.

Paola Félix fue parte del Partido Verde, concursante de programas de televisión, líder de juventudes de Morena y finalmente secretaria de Turismo en la CDMX.

Andrés Manuel López Obrador siguió el mismo camino. No quiso estar hablando de corrupción en la ONU, mientras su principal operador anticorrupción apapachaba en el extranjero a políticos de todos los partidos, pero, sobre todo, después de que su boda permitió tejer a sus enemigos, con evidencias y con mentiras, su caída, sobre todo el destino incierto de sobres con dólares.

Seguramente le costó mucho trabajo tomar la decisión, ya que Santiago Nieto fue uno de los más importantes colaboradores del presidente, tan es así que hasta varios analistas lo llegaron a candidatear en la sucesión presidencial. Su perfil era intachable. Se llevaba las palmas por sus resultados en la UIF. Pero cometió errores de forma, y eso, en tiempos políticamente explosivos y si está en juego la sucesión presidencial, es imperdonable.

La molestia y desaprobación de su jefe fueron evidentes desde la mañanera del lunes, con comentarios en franco desdén al desarrollo de la boda y a sus asistentes, que para AMLO son enemigos de la 4T. Lo dijo claramente: “con moderación y austeridad, el servidor público debiera aprender a vivir en la justa medianía”.

Y debe seguir enojado, porque horas después de su preparadísimo discurso anticorrupción en la ONU, las tendencias en las benditas redes sociales siguen peleando el primerísimo lugar con la renuncia de Santiago Nieto. Su mensaje se sigue mezclando con la resaca, aún de la boda.

En política, las bodas son excelsos platillos de degustación para la sociedad. Un buen y oportuno enlace matrimonial te puede impulsar entre el electorado; una mala planeación puede prolongar tu luna… de hiel. Los lujos, los asistentes, los destrozos, son siempre elementos centrales del voyerismo social.

Para efectos de la 4T, una boda como la celebrada el fin de semana pasado fue casi un pecado. La tragicomedia rebasó los límites, ya que adquirió tonos de alto despilfarro y opulencia, y que, según sus ideólogos, no forman parte de su decálogo. Seguramente, pronto veremos el manual para bodas y eventos.

Detrás de todo esto, el episodio no sólo adelanta lo que veremos reiteradamente por la sucesión presidencial y los reacomodos que se hacen en torno a los grupos de poder, que ya muestran con fiereza la rudeza con que se peleará el trono en 2024.

Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí

COLUMNAS ANTERIORES

Las sombras que inquietan el futuro de Sheinbaum
El debate lo perdió el INE

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.