Trópicos

¿Qué trama el presidente en la UNAM?

Preocupa que AMLO quiera hacer de la UNAM una universidad local e ideologizada, donde la intolerancia sea la base del debate, y la imposición de cátedra el nuevo esquema de enseñanza.

Andrés Manuel López Obrador es un polemista nato. Sabe apretar los botones correctos para generar odios o besos. Esta vez tocó el turno de la UNAM al ingresarla dentro de la opinión pública en un laberinto existencial. Es la institución educativa más importante del país, de las más reconocidas en el mundo, y donde estudió el presidente.

Durante sus últimas cuatro mañaneras, ha planteado una serie de descalificaciones por el rumbo de la UNAM durante sus últimos 36 años, el considerado por el presidente, el periodo neoliberal. Abrió un delirante e inesperado debate público sobre la supuesta derechización de la máxima casa de estudios.

Seguramente se mantendrán las críticas. Pero lo interesante es responder a la pregunta, ¿qué trama el presidente? Aunque sólo él lo sepa, por el momento, se puede leer entre líneas y deducir que su molestia busca tocar fibras sensibles de un muy politizado sector estudiantil y académico. Incluso les provocó a marchar, para que a ver si así ya hacen algo, como lo sugirió en la mañanera de ayer.

Podría también ser una reprimenda porque siguen sin regresar a clases presenciales, contrariando su solicitud de hacerlo inmediatamente, bajo el argumento de que los jóvenes requieren urgentemente romper el aislamiento.

Quizá sea porque busca reestructurar a la UNAM y apenas está preparando el terreno de juego. Ya lo ha venido haciendo con otras instituciones educativas. Lo ha hecho con la SEP y el Conacyt, además de impulsar la creación de Universidades para el Bienestar Benito Juárez García. Todo esto en el marco de la próxima aprobación del Presupuesto de Egresos del año 2022, donde probablemente ajuste a la baja el presupuesto de la UNAM, otra de las posibles realidades entre sus objetivos.

O, muy posiblemente esté preparando el escenario para colocar a leales en puestos claves de la UNAM, entre los poderosos integrantes de la Junta de Gobierno o en la composición del Consejo Universitario. Y por supuesto, también apuntaría hacia el rectorado, donde en 2023 se sustituirá al doctor Enrique Graue. Pero también dentro de los directores académicos, precisamente para alinear sus pretensiones ideológicas de crear una nueva raza que hable por el espíritu de los mexicanos.

Al presidente le gusta colocar a personas leales en las diversas instituciones del Estado mexicano. Lo ha hecho en el Congreso de la Unión, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación o en el Banco de México, por mencionar sólo algunas fuerzas relevantes. Todo este repliegue tiene como objetivo alinearlas a su visión de las cosas, es decir, al proyecto que autodetermina la 4T, cuyos alcances no sólo comprenden los próximos tres años, sino también el próximo sexenio.

El jueves 21 de octubre el presidente dijo que la UNAM “perdió su esencia y dejó de formar cuadros de profesionales para servirle al pueblo”. “Se volvió individualista” y “defensora de proyectos neoliberales”. El viernes 22 reiteró: “los intelectuales de la UNAM fueron cooptados por el expresidente Carlos Salinas de Gortari”. Y al criticar a los economistas que no han criticado o han guardado silencio sobre el periodo neoliberal, asestó: “entonces sí se requiere una sacudida”. ¿Pero de qué?

El lunes 25 apuntaló: “se llenaron las facultades de ciencias sociales de conservadores”. La UNAM estaba dominada por lo “más retrógrada que había y sigue existiendo”, a pesar que Juan Ramón de la Fuente, actual embajador de México ante la ONU, y uno de los más respetados miembros del actual gobierno, fuera rector de la UNAM en pleno periodo ‘neoliberal’, de 1999 a 2007. ¿Contradicciones laberínticas?

Pero no fue todo, apenas ayer martes, el presidente reiteró: “Se aburguesaron. No tiene que ver con los médicos, tiene que ver más con las ciencias sociales”. “Ayúdenme a buscar los libros que se escribieron en la UNAM, cuestionando la corrupción durante 36 años”. La mítica Biblioteca Central, seguramente se estremeció.

La UNAM respondió en la contraportada de su más reciente Gaceta: “…la Universidad sirve a la nación con un compromiso social en permanente transformación.” (…) “En la Universidad se privilegia siempre la libertad de cátedra, una de nuestras mayores fortalezas, para formar ciudadanos íntegros, de pensamiento independiente, sin ideologías impuestas…”. En la portada aparece un hermoso rostro moreno con mirada desafiante.

El presidente nuevamente juega con fuego. Hace señalamientos generalistas sin presentar evidencias contundentes que sustenten sus dichos. Pero peor aún, preocupa que quiera hacer de la UNAM una universidad local e ideologizada, donde la intolerancia sea la base del debate, y la imposición de cátedra el nuevo esquema de enseñanza.

El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.

Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí

COLUMNAS ANTERIORES

El triunfo chilango se dio en el posdebate
Ayotzinapa: la pesadilla del sexenio

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.