Desde que nacemos nos motivan y enseñan a aspirar diversas realidades emocionales, intelectuales o materiales. Han existido las utópicas que fueron bandera de movimientos sociales: “seamos realistas, exijamos lo imposible”; o las filosóficas: “todo el mundo aspira a la vida dichosa, pero nadie sabe en qué consiste”, decía Séneca.
Pero también están aquellas innatas a la supervivencia diaria: alimentarnos al menos tres veces al día, tener acceso a un hogar digno; o bien, buscar una vida libre de excesos para llegar a una longevidad de hierro, esta última, más presente después de los cuarenta años.
También se encuentran las aspiraciones intelectuales, por ejemplo, concluir estudios para que, posteriormente, se obtenga un trabajo acorde a los gustos de cada quien; o bien, fijarse metas para leer una cantidad determinada de libros mes con mes.
Y por supuesto, están las materiales, que van desde tener algún coche deportivo, hospedarse en algún hotel de un determinado número de estrellas, comer en restaurantes varias veces a la semana, viajar más allá de las fronteras, y millones de anhelos más que requieren, por supuesto, de dinero… un dinero que hay que obtenerlo produciendo o creando.
Las aspiraciones están en todos lados, las encontramos cuando despertamos y buscamos ser felices, tener dignidad o comprar alguna cosa. Es un juego donde todas las clases sociales están en ello, aunque hay aspectos en común que absolutamente todos aspiramos, y que están al alcance sin importar la situación socioeconómica de cada quién, por ejemplo, el amor.
No obstante, aspirar a tener lo emocional, material e intelectual, no necesariamente está al alcance de la humanidad, ya que como decía Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”, y en muchas ocasiones esas circunstancias nos obligan a limitarnos, frustrarnos o a condenarnos, unos por amor, otros por salud y otros por dinero.
La Real Academia Española dice que ‘aspirar’ significa: “Desear o querer conseguir lo expresado por un complemento introducido por a. Aspira A una vida mejor”. La clave está al final: “A una vida mejor”. Por cierto, el término “aspiracionista” no lo registra entre sus definiciones, así que, y aunque medio sepamos de qué se trata, no existe oficialmente para la RAE... ¿pero, para usted?
Porque para el presidente López Obrador, sí existe. Y al parecer es una de sus nuevas palabras favoritas dentro de sus diversos campos de batalla. El pasado 11 de junio, después de que Morena perdiera la mayoría en la Ciudad de México, lanzó su nuevo manual de conceptos y definiciones subjetivas y generalistas, además de peligrosas al provenir de un jefe de Estado: “un integrante de la clase media-media, media-alta, incluso, con licenciatura, con maestría, con doctorado, no está muy difícil de convencer (…) Siga usted su camino, va a estar muy bien, porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante, muy egoísta…”.
Apenas el lunes pasado volvió a dictar cátedra, y dijo: “…hablo de aspiracionismo, como sea, sin escrúpulos morales de ninguna índole. El neoliberalismo o el neoporfirismo (del dictador Porfirio Díaz) trajo aparejada una concepción muy individualista, muy egoísta, muy enfocada u orientada a progresar en lo material”. En resumen, la clase media que votó contra Morena no tiene el derecho a pensar distinto y calificarle mal por medio de un acto democrático y justo. No entendió que quienes votaron en contra, perdieron el empleo durante el pasado y duro año de la pandemia, sin que las limitadas e insuficientes medidas públicas adoptadas no alcanzaron para nada e impidieran transitar el confinamiento sin ver cercenadas, precisamente, sus aspiraciones.
De forma contradictoria, va a presentar una reforma administrativa donde todo lo que se confisque se le entregue a la gente, se va a llamar ‘Tianguis del bienestar’. Además, presentará rifas de terrenos frente al mar, aviones de lujo, palcos deportivos. Lujos de otros al servicio de los “aspiracionistas” dentro de su 4T. Lo material al servicio del pueblo. La aspiración al alcance de un ‘cachito’ de lotería. ¿No es esto más vulgar que los que estudian?
Nos permite aspirar al son que la suerte toque, y no a partir del impulso por la disciplina que implica transitar una carrera académica, una maestría, o un doctorado, es decir, un conocimiento que nos lleve hacia un trabajo bien remunerado. Total, para él, ese sector es el que no le vota, por lo tanto, hay que arremeterles.
¿En las rifas se descartará la participación de la actual clase media? Contradicciones que se hacen presentes en un discurso juzgador y que afecta la reconciliación social, tan desgastada en estos momentos. Cada vez más se impone un presidente que se aleja de muchos y busca ideologizar sin bases y estructuras concretas a los otros. El país se sigue dividiendo.
Pero entonces, ¿a qué juega el presidente con esos ataques contra quienes votaron contra su partido? Si bien la extensa clase media actual en México, más de 40 por ciento de la población, casi el total de la población de un país como España, aspira a un mejor nivel de vida, eso sucede también con pobres y ricos.
Él busca, según su diccionario, que la nueva clase media sea más “humana y fraterna”, pero ello es más fácil encontrarlo dentro de las universidades que en las conferencias mañaneras. La división que sigue imperando tiene tintes electorales y no un verdadero objetivo de cambio social y humanista.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.