En México solemos hablar de democracia en futuro y en abstracto. La asociamos con elecciones, campañas o discursos. Pero la democracia verdadera —la que sostiene o quiebra a una nación— sucede en voz baja, cada mañana, en las escuelas públicas del país.
Por eso nace Escuelas Democráticas: Una Perspectiva desde México, un libro colectivo construido por Mexicanos Primero, la profesora Linda Nathan de la Escuela de Educación de Harvard, el CUCEA de la Universidad de Guadalajara con la maestra Mara Robles, y 27 maestras y maestros de educación básica de catorce estados del país. Es un libro hecho de fronteras diversas: desde las montañas de Guerrero hasta la selva maya, desde Chihuahua hasta Yucatán. Y, sobre todo, está escrito desde la trinchera donde se defiende la posibilidad del porvenir: el aula.
¿Por qué hacer un libro así en medio de tantos retos? Porque, cuando el país se llena de ruido, las escuelas siguen llenándose de niñas, niños y jóvenes que necesitan ser escuchados. Porque la democracia no se enseña en abstracto: se practica, se discute, se cuestiona y se vive en comunidad.Porque quienes construyen ciudadanía todos los días no están en los reflectores: son las maestras y los maestros, con su mezcla de cansancio, creatividad y convicción.
Este libro recoge relatos profundamente honestos. No idealizan nada, pero tampoco renuncian a la esperanza. Son testimonios de violencia que se transforma cuando la comunidad decide actuar unida; de recreos convertidos en laboratorios de ciudadanía; de infancias que aprenden que tener voz también implica cuidar la voz del otro; de escuelas que, pese a la precariedad, logran que cada niña y niño encuentre su propio lugar.
El libro se organiza en cuatro pilares que, en conjunto, describen la arquitectura cotidiana de la democracia escolar. El primer pilar sobre los espacios de convivencia que educan para la paz. Aquí está Kevin, cuya historia nos recuerda que la violencia no se erradica a golpes de autoridad, sino con escucha y comunidad. Está también la maestra que convierte la disciplina en diálogo, o el maestro que entiende el recreo no como un descanso, sino como un espacio donde niñas y niños aprenden a convivir con libertad y responsabilidad. Y, está el acuerdo de convivencia construido no desde el reglamento, sino desde las voces. En estas páginas descubrimos algo esencial: una escuela democrática es una escuela donde nadie decide solo.
En el segundo pilar sobre altas expectativas con profundo respeto a la diversidad encontramos historias desde la selva maya hasta una telesecundaria de montaña, las historias muestran que la diversidad no es un obstáculo: es la materia prima de la democracia. Leer juntos, debatir, construir identidades, desafiar estereotipos de género, acompañar el bienestar emocional… Cada relato es una invitación a imaginar un país donde todas las infancias cuentan, sin excepción. Las maestras que “hacen más con menos” recuerdan que la equidad no surge por decreto, sino por creatividad y compromiso.
Sobre el tercer pilar, el del bien común: dialogar, escuchar y pensar críticamente. Se reflejan reflexiones de docentes en los que las aulas se vuelven refugios, escuelas multigrado donde la heterogeneidad se transforma en fortaleza y procesos docentes donde compartir la práctica se vuelve un acto de emancipación. Aquí aparece lo que más nos urge como país: la capacidad de escuchar de verdad, de jugar sin competir, de leer para entender el mundo y discutir con respeto. En estas historias, el pensamiento crítico no es un lujo: es un acto de supervivencia democrática.
Finalmente, el cuarto pilar que tiene que ver con tomar decisiones colectivamente y que reúne ejemplos que recuerdan algo fundamental: una escuela democrática es una comunidad que se organiza y decide junta. Familias y docentes que dejan de firmar papeles y empiezan a deliberar; comunidades que convierten la participación en corresponsabilidad; decisiones que nacen desde dentro y no se imponen desde fuera. La democracia florece cuando hay transparencia, escucha y reflexión continua.
En tiempos de incertidumbre, estas historias amplifican un mensaje urgente: México ya tiene maestras y maestros construyendo democracia, aunque a veces el país no lo vea. Este libro no es un homenaje nostálgico ni un manual técnico. Es una invitación a recordar que la estabilidad democrática depende de estructuras escolares que funcionen, de participación cotidiana y de la convicción de que nadie aprende solo.
Las y los docentes de este libro nos recuerdan algo que México necesita escuchar más seguido:los niños, niñas y jóvenes siempre esperan algo nuevo, algo mejor, alguien que los escuche y los comprenda. Y, a pesar de todo, nuestras maestras y maestros siguen respondiendo con creatividad, sensibilidad y compromiso.
Ojalá este libro nos permita volver a mirar a las escuelas no como espacios de carencias, sino como los lugares donde se siembra —día con día— la democracia que todavía queremos construir.
