Patricia Vázquez del Mercado, Presidenta de Mexicanos Primero.
Hace 28 años, en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, se estableció un plan para promover los derechos de las mujeres y las niñas. Sin embargo, no fue sino hasta 2011 que la Organización de las Naciones Unidas declaró el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña. En un mundo caracterizado por la desigualdad, la pobreza y la falta de acceso a la educación, este día se convierte en un llamado urgente. Muchas niñas siguen enfrentando desafíos significativos que impactan su desarrollo y sus oportunidades de vida.
Un reciente informe del Malala Fund revela que alrededor de 120 millones de niñas en todo el mundo no asisten a la escuela. Para ponerlo en perspectiva, esta cifra es equivalente a la población de países como Colombia, Argentina, Chile y Panamá, todos pintados con el rostro de niñas que se encuentran fuera del sistema educativo. No solo se les niega su derecho a aprender, sino que también se les expone a situaciones de violencia y marginación.
Lamentablemente, a pesar de las importantes investigaciones y esfuerzos en el siglo actual para promover la igualdad de género, el contexto sigue siendo una variable influyente en la vida de millones de niñas. La pobreza es un obstáculo significativo para las niñas que crecen en familias con dificultades para acceder a alimentos adecuados, atención médica insuficiente y viviendas precarias.
De acuerdo con datos de las Naciones Unidas, “en el mundo, las niñas de entre 5 y 14 años dedican 160 millones de horas diarias más al trabajo doméstico y al cuidado no remunerado que los niños de la misma edad”. Además, la desesperada necesidad de recursos puede llevar a que las niñas se vean forzadas a trabajar en condiciones peligrosas, casarse a una edad temprana o convertirse en víctimas de la trata de personas.
En cuanto a la educación, el panorama es desalentador. La falta de acceso a escuelas cercanas, la discriminación de género, las responsabilidades familiares y la falta de recursos para la asistencia escolar, así como el nivel de educación de las madres, padres o cuidadores, desempeñan un papel determinante en las oportunidades de aprendizaje de las niñas. La combinación de pobreza y limitadas oportunidades educativas no solo las restringe, sino que también perpetúa la desigualdad y dificulta su capacidad para romper el ciclo de la pobreza.
En un momento en el que existe un movimiento global para empoderar a las niñas, es importante destacar que no se trata simplemente de buenas intenciones o de programas de talento, sino de acciones urgentes que los gobiernos deben emprender. Como algunos expertos han señalado, las mujeres no deben ser consideradas nunca como un grupo vulnerable o especial, ya que representan más de la mitad de la población mundial.
La hoja de ruta para abordar estos desafíos ya se encuentra trazada. Se requiere la promoción de leyes y políticas que prohíban la discriminación de género en las escuelas, la creación de más oportunidades para que las niñas permanezcan en los sistemas educativos y la atención temprana de la violencia de género. Estas acciones no son un mero deseo, sino una exigencia de la mayoría.
Hoy, más de mil millones de niñas merecen nuestra reflexión y atención. Serán ellas quienes, en el futuro, tomarán decisiones que impactarán en países y regiones. Las niñas no son un obstáculo, son una oportunidad. La inversión en las niñas no es solo una cuestión de justicia, sino de respeto. En Mexicanos Primero continuaremos impulsando acciones para que todas las niñas, sin importar su origen, tengan la oportunidad de soñar con un futuro en el que su derecho a estar, aprender y participar en la escuela sea una realidad para todas.