Gestión de Negocios

¿Invitarías a tu jefe a cenar a tu casa?

Invitar a tu jefe a cenar en tu casa con una intención para luego revelar otra tiende a resultar incómodo y, en su peor expresión, contraproducente.

Los más, ponderan la respuesta. Varios dicen que ‘sí’ con un tono que ofrece más duda que certeza. Pocos ofrecen una negativa contundente sin voltear a los lados para verificar quien más los pudo haber escuchado.

No los culpo. Aun en ambientes de trabajo en los que el relacionamiento personal es procurado y aplaudido, una cosa es convivir con jefes en espacios de socialización neutros y otra es atender a tu superior jerárquico en el espacio más íntimo que tenemos las personas.

La conexión con un jefe, sin embargo, es vital en la dinámica de las organizaciones. No sólo hay que trabajar la funcionalidad para los temas profesionales del día a día, sino que conviene construir puentes de armonía, confianza y entendimiento multicontextual.

¿Qué es recomendable considerar cuando se contempla invitar a tu jefe a tu casa u otro espacio familiar? Aquí tres reflexiones de quien –en múltiples ocasiones– ha estado en los dos lados de la ecuación:

1) No es la invitación en sí misma, sino la ocasión.- Una cena de agradecimiento. El fin de un proyecto intenso. Una visita inusual a tu zona geográfica. Y no sólo porque no es recomendable invitar por el hecho de invitar, sino porque la ocasión define parámetros.

Invitar con una intención para luego revelar otra tiende a resultar incómodo y, en su peor expresión, contraproducente. Gestionar la expectativa correctamente ofrece el nivel de confort básico a principales y acompañantes y proyecta el núcleo de la conversación.

2) Define las fronteras de la socialización.- ¿Quién más corresponde que sea invitado? ¿Su pareja? ¿Sus hijos? ¿Otro colaborador par? ¿Algún amigo en común? Sean sólo cuatro a la mesa o resulten más, cada participante debe tener claro qué los trae al evento.

Especial atención merece tu pareja o familia participante. Anticípales tus expectativas de su accionamiento y puntos que pudieran merecer atención especial: preferencias de tu invitado, restricciones de dieta, aspectos religiosos, sensibilidades políticas o culturales. Si fuese necesario, se vale pedir ayuda de terceros.

3) Cuidado con la ‘trampa de la amistad’.- Una cosa es gozar de un jefe cercano y otra es confundir cercanía con amistad. Departir en un espacio familiar ofrece una oportunidad de conexión, sin duda, pero no sustituye la responsabilidad que el rol de cada quien exige.

La cordialidad y camaradería puede relajar la conversación en extremo. Más si se combina con bebidas espirituosas. Cuida las imprudencias, no desdibujes tu privacidad, ni relajes el foco al propósito. Aun en los mejores momentos, la conducta de todos estará siendo observada.

Soy partidario de la socialización en casa. Ofrece una oportunidad insustituible para conocer mejor a tu invitado, cuando te toca jugar de local, o a tu anfitrión, cuando resultas la visita. Es una puerta que se abre al mosaico de retratos que dan registro de la historia de cada quien y del brío que tiene a esa familia donde se encuentra.

Las cenas caseras tienden a ser un muy agradable baño de realidad. Todo comunica. La distancia, la disposición, el cuidado de los detalles, la familia y la esplendidez personificada en alimentos cuidados con el sello personalísimo de quien los dispone y prepara con lo que tiene a su alcance.

¿Invitarías a tu jefe a cenar a tu casa? Sí pero nunca forzada o conveniencieramente. Siempre sensible a que abro mi espacio más preciado, la guarida de los que quiero, a aquellos que tienen un paso relevante por mi vida profesional y, en consecuencia, en quienes busco crear un sello positivo en su memoria sensitiva.

Y es que dicen los que saben, que pocas cosas son tan satisfactorias como salir sonriendo de un momento en el que fuiste beneficiario de la indiscutible generosidad de un buen colaborador.

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