Despertador

Revocación: la nueva democracia

La realización de la consulta de revocación de mandato marca un antes y un después en la historia de la democracia mexicana. Ha nacido un nuevo derecho.

A pesar de toda la adversidad; a pesar del boicot del Instituto Nacional Electoral; a pesar de la guerra judicial; a pesar del rechazo de las élites y a pesar de la ausencia de información y difusión institucional; a pesar del vacío de los medios de comunicación; a pesar de la inexistencia de la oposición; a pesar del Domingo de Ramos; en fin, a pesar de toda la adversidad, se realizó el primer ejercicio de un nuevo derecho constitucional federal: la consulta de revocación de mandato, constituyendo todo un éxito de participación ciudadana.

La realización de la consulta de revocación de mandato marca un antes y un después en la historia de la democracia mexicana. Ha nacido un nuevo derecho. Reconocido apenas en 2019, ya en 2022 se está ejerciendo el derecho de la ciudadanía a evaluar a su gobernante y a decidir si se queda a terminar su mandato o se va antes de concluirlo. Es el aspecto de mayor calado de aquello que se llama democracia participativa o democracia directa.

Sin duda, esta posibilidad de recortar el periodo de mandato de un gobernante con el voto ciudadano es lo que más inquieta al pensamiento y al orden conservador.

No es el hecho de recortar el mandato de un gobernante lo que les causa inquietud a las élites. De hecho, las leyes ya permiten recortar o interrumpir un mandato; ya permiten destituir a un mandatario. Existen el juicio político, el juicio penal, el juicio de procedencia (desafuero), la desaparición de poderes. Cámara de Diputados, Senado, congresos locales, jueces, fiscalías y a veces hasta autoridades administrativas pueden destituir a un gobernante o representante popular, surgidos de las urnas. Pero ahora, con la revocación de mandato, no es un órgano del Estado el que destituye a un gobernante. Ahora la destitución se realiza con el voto ciudadano; ahora la destitución la realiza el pueblo. Es este elemento, la participación popular, la intervención del pueblo, lo que causa tanto escozor en las élites. Es eso lo que no admiten. Éstas consideran que decidir la destitución de un gobernante es cosa de los de arriba y no de los de abajo.

Comenzando por el INE, resulta evidente el malestar con la nueva institución democrática. El INE es el órgano que por su naturaleza debería ser el más interesado en la participación ciudadana, en los procesos de votación, en la intervención social en los asuntos públicos, en las consultas, en el ejercicio de las libertades, en la libre expresión del pensamiento, en el debate de las ideas. Pero en este proceso se mostró como el más ortodoxo censor, el mayor persecutor de los actos de promoción de la participación y, lo que es más sintomático, el peor enemigo de la idea misma de revocación de mandato. Tal vez por su composición conservadora, acaso también por su naturaleza antidemocrática, el INE, un órgano constituido desde los órganos del Estado, con periodos de duración de sus integrantes que rebasan incluso los periodos de los servidores públicos electos, se erigió en el partido opositor a la revocación de mandato en esta coyuntura.

Pero hay un elemento más que tiene que ver con todo esto. El ejercicio de la revocación de mandato es también un instrumento para que el pueblo defienda a un gobernante de las presiones de las élites. Cuando los poderosos grupos de interés económico, acostumbrados a quitar gobernantes populares por vías no democráticas, se enfrentan a la existencia de la figura de revocación de mandato, están obligados tácitamente a utilizar esta figura para poder destituir al gobernante o a respetar su mandato.

La revocación de mandato es también pues, una figura que permite a un pueblo la defensa de un gobernante.

El autor es secretario de Gobierno de la CDMX.

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