Razones y Proporciones

El agravamiento prolongado de la inflación

El reciente repunte de la inflación no parece un fenómeno aislado en un entorno de estabilidad de precios, forma parte de una nueva tendencia.

La importancia de los fenómenos económicos puede apreciarse mejor si éstos se sitúan en un horizonte de tiempo suficientemente amplio que rebase su ocurrencia. Por desgracia, los análisis de la inflación en México suelen concentrase en las peculiaridades aritméticas de las cifras más recientes, sin explorar las tendencias de las que forman parte ni, mucho menos, sus posibles causas.

Una constante dentro de ese enfoque ha sido la propensión a minimizar las alzas de la inflación anual recurriendo a argumentos que podrían ser igualmente válidos para los descensos. Este tipo de consideraciones ha predominado en los reportes sobre la reciente agudización inflacionaria.

Durante abril y mayo de 2021, la inflación anual, medida con el INPC, alcanzó 6.1 y 5.9 por ciento, respectivamente, conformando un promedio que es el doble del objetivo permanente del Banco de México. En el relato común, destacan tres ‘explicaciones’.

La primera consiste en los efectos ‘base de comparación’, los cuales se refieren a que, como en el lapso previo a los últimos doce meses, el INPC descendió o aumentó ‘poco’, el punto de partida es bajo, por lo que la inflación anual resulta alta.

Así, por ejemplo, como consecuencia del desplome de los precios internacionales de los energéticos por el Covid-19, la variación mensual del INPC fue extraordinariamente negativa durante abril de 2020, lo que hizo que la inflación anual, medida a abril de 2021, repuntara considerablemente.

Sin embargo, un razonamiento análogo puede aplicarse a la inflación anual baja que el Banxico estima para el segundo trimestre de 2022. La inflación mensual de abril de 2021 fue inusualmente alta, por lo que tal proyección parece sustentarse, en gran medida, en un punto de partida ahora alto.

Lo anterior confirma que el recurso a los efectos base de comparación es endeble, ya que suele operar en un sentido en algunos años y en el sentido opuesto en otros, distrayendo a atención de la verdadera dinámica inflacionaria.

Una segunda argumentación hace referencia a los ‘choques’ adversos en ciertos precios clave, típicamente contendidos en el subíndice no subyacente del INPC, los cuales son determinados por el gobierno o por los mercados internacionales.

En particular, de mayo de 2020 a marzo de 2021, las cotizaciones de los energéticos mostraron una tendencia de recuperación, lo que, junto con el efecto base de comparación descrito, ejerció una presión considerable en la inflación anual reciente.

No obstante, esta lógica suele ignorarse cuando los choques de precios son favorables y han permitido caídas significativas de la inflación en el pasado. Un ejemplo de ello es la inflación anual de 2.2 por ciento en abril de 2020. El tratamiento asimétrico de este segundo factor acrecienta el oscurecimiento de la visión de largo plazo.

Un tercer razonamiento estriba en identificar los aumentos de la inflación con cambios en precios relativos. Así, en meses recientes, los incrementos en los precios de las mercancías han superado los de los servicios, lo cual se ha utilizado para afirmar que el alza de la inflación ha reflejado un reacomodo en la estructura de las actividades productivas y, por tanto, es pasajera.

Esta historia pasa por alto el hecho de que los componentes del INPC comúnmente se mueven con diferente intensidad y, en ocasiones, distinta dirección, por lo que los cambios en precios relativos son inherentes al proceso inflacionario y de ninguna manera atenúan su importancia.

Los argumentos anteriores conducen a perder de vista el panorama de largo plazo. El agravamiento de la inflación reciente no parece un fenómeno aislado en un entorno de estabilidad de precios. Más bien, forma parte de una nueva tendencia de mayor inflación.

En concreto, de enero de 2017 a la fecha, la inflación anual promedio ha ascendido a 4.5 por ciento, un punto porcentual y medio punto porcentual por arriba de la observada durante 2012-2016 y 2003-2016, respectivamente.

Al mismo tiempo, la inflación subyacente anual media, que contiene los precios sobre los cuales puede influir la política monetaria y constituye una especie de tendencia para la inflación general, ha subido a 4.0 por ciento, más de un punto porcentual y poco menos de medio punto porcentual por arriba de las correspondientes referencias en los periodos anteriores mencionados.

El deterioro de la inflación ha sido prolongado, aunque se le ha calificado con frecuencia de temporal. Pero si algo se tipifica tan a menudo como transitorio, lo más probable es que tenga algo de permanente.

El enfoque casuístico que subestima la importancia del mayor nivel inflacionario puede dañar la credibilidad del compromiso con el objetivo permanente y, por lo tanto, la efectividad de la política monetaria.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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