Costo de oportunidad

RedOx

En el Bajío y la frontera norte, vimos un proceso de Reducción–Oxxodación: el crimen organizado incendiando, pillando y asesinando en las tiendas de la cadena Oxxo.

En química de secundaria, muchos aprendimos las reacciones químicas, sintentizadas como procesos de ‘Reducción–Oxidación’, o ‘RedOx’. El fin de semana pasado, en el Bajío y la frontera norte, vimos un proceso de Reducción–Oxxodación. El crimen organizado incendiando, pillando y asesinando en las tiendas de la cadena Oxxo.

No es difícil ver por qué el crimen organizado querría ensañarse con la popular cadena. Como se le atribuye a Sutton, el famoso asaltante de bancos de Estados Unidos rural a principios del siglo pasado, “Ahí es donde está el dinero”. Un Oxxo puede tener más movimiento de efectivo que una sucursal bancaria privada. Seguro, mueve mucho más dinero que las nuevas sucursales del Banco del Bienestar.

Los Oxxo son menos extorsionables que negocios aislados. Ahí encuentran valor los propietarios de las tiendas individuales de pagar la franquicia. Los mecanismos de seguridad para el efectivo, incluyendo bóvedas de seguridad bajo tierra, y la protección del corporativo en recursos que no puede tener cualquier tiendita – abogados, sistemas de cómputo, gestión con la autoridad – son características que hacen que la marca y la empresa que está detrás de ella, FEMSA, sean negocios de muy alto crecimiento, incluso bajo parámetros internacionales.

Entra en escena Montserrat Caballero, la alcaldesa de Tijuana, flanqueada por dos militares, quien anunció durante el fin de semana en sus redes sociales que el crimen organizado tendría que extorsionar solo a aquellos negocios “que no pagaron sus facturas”, y que no tendrían que desatar violencia contra el resto de los ciudadanos.

El crimen organizado no tendría que extorsionar a nadie, ni ciudadanos comunes, ni empresarios, ni políticos. El simple delito de extorsión o ‘cobro de derecho de piso’ como quieren decirle, debería estar prohibido. Si esas acciones derivan en crimen violento, el Estado, la Federación, los estados de la unión y los municipios, tendrían que actuar en contra de estos delincuentes.

Normalmente, lo que la sociedad hace, de manera muy inocente, es pedir penas más altas. ‘Estoy a favor de los linchamientos’, dicen unos. ‘Debería haber pena de muerte’, dicen otros. Falso. Las penas más crueles e inusuales (tomando prestada la definición estadounidense) son de difícil aplicación. A cualquier juez o funcionario le va a temblar la mano firmar la muerte de un semejante. Por eso en Estados Unidos son los gobernadores los que tienen que cargar con ese fardo; no un funcionario menor.

Estas penas excesivas son de improbable aplicación. Como explicó el premio Nobel de Economía, Gary Becker, en su artículo de principios de los 70 llamado Crimen y Castigo, lo importante en la aplicación de la justicia es la probabilidad de aplicación de un castigo, no tanto la intensidad del mismo.

Hay que ser igualmente precavidos con los políticos que nos dicen ‘abrazos, no balazos’ y los que nos dicen ‘pena de muerte a asesinos’ o ‘cadena perpetua a secuestradores’. Ninguno de los dos tipos de agente público está interesado en arreglar el problema de fondo: reducir la incidencia del delito y la probabilidad del mismo.

Hay otra escuela, la ‘prevencionista’. Ya hemos tenido funcionarios con esa escuela en instancias federales y locales de seguridad pública. Una de ellas regalaba lentes a los niños en colonias populares. La lógica era que el niño que no ve bien acumula resentimiento y se convierte en delincuente. Todo esto, presuntamente, porque en realidad nunca nadie presentó evidencia palpable de ello, o de que hubiera algún caso de éxito en el mundo.

Con la lógica de que quienes criticamos al Estado somos opositores que perdimos nuestros privilegios, el Estado mexicano ha hecho a un lado a los colectivos y organizaciones ciudadanas y alianzas de gobierno y particulares en materia de seguridad ciudadana. Valientes morenistas como Citlali, Delgado, Bartlett y el mismo Obrador, quienes eran vocales opositores de la militarización, abogan por ella hoy. Hay incluso un actor famoso, cuyo nombre omito intencionalmente, quien opina que el Estado debería fusilar a opositores y funcionarios críticos con el gobierno.

Porfirio Díaz pacificó los caminos, llenos de asaltantes. ‘Mátenlos en caliente’, decía el dictador oaxaqueño. El nuevo mantra es ‘paguen el derecho de piso o aténganse a las consecuencias’. Bajo el mando de la izquierda, la derecha, los moderados, los conservadores o los neoreaccionarios, vivimos una era oscura que ya no debe permitirse.

COLUMNAS ANTERIORES

El destino nos alcanzó
Vivir sin trabajar

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.