Costo de oportunidad

Neoliberales corruptos

La agenda deben ser los verdaderos problemas nacionales, no lo que nuestro presidente se imagina que son problemas, y que expone en su presentación tempranera.

Algunos amigos me sugieren que ya no escriba sobre la mañanera. La homilía presidencial matutina, me dicen, es la forma en que el presidente de la República nos marca la agenda. La agenda deben ser los verdaderos problemas nacionales, no lo que nuestro presidente se imagina que son problemas, y que expone en su presentación tempranera.

Como género televisivo, la mañanera es un somnífero. Como expresión filosófica, es una mermelada de creencias, insultos, filias y fobias, no pensamiento profundo. Quizá su valor está en: (a) ser una ventana a la mente del presidente; (b) ser como el Witan inglés o el Althingi vikingo; política pública hecha por el soberano en público, en vivo y en directo. Ambos ejemplos históricos derivaron en democracias parlamentarias. Ojalá la mañanera pudiera ser un antecedente para que México transitara a un sistema parlamentario, en lugar de una monarquía presidencial.

Una reciente alocución del presidente nos aventó una bola curva. Dijo que el modelo neoliberal podría ser un sistema económico perfecto, si no fuera por la corrupción. Para los liberales, entre los cuales me atrevo a incluirme, el neoliberalismo no existe como modelo o doctrina. Es un peyorativo impuesto por la izquierda. El liberalismo postula la libertad individual como el camino para encontrar la felicidad, la trascendencia, la realización humana. En términos económicos, implica que todos, buscando nuestro propio beneficio individual y egoísta, generamos un equilibrio social en el que todos podemos estar mejor. Milton Friedman se autonombró neoliberal. En realidad, lo único que quería decir es que era un liberal del Siglo XX, producto de la evolución de liberales, que desde la ilustración hasta hoy, refinaron un cuerpo integral de conocimiento que hoy conocemos como ciencia económica.

Cuando intercambiamos, bajo ciertas condiciones, todo mundo se queda igual, o mejor. Es decir, el mercado no necesariamente es un juego de suma cero, con ganadores y perdedores. Las condiciones necesarias para que el mercado sea beneficioso para la sociedad, son muchas. Respeto irrestricto a la vida y a la propiedad. Que haya libre flujo de información en todos los que participamos en una economía. Que no haya barreras al acceso a los mercados. Que los precios reflejen realmente las condiciones de escasez de bienes y servicios. Que los bienes públicos tengan precios que reflejen el costo de provisión del servicio y la depreciación del capital. Que las afectaciones entre consumidores y productores en su interacción puedan compensarse económicamente. Que el gobierno sea eficiente y eficaz. Eficiente, de forma que haga su trabajo con la cantidad mínima de recursos, y eficaz, en el sentido de que plantee metas útiles para la sociedad y logre cumplirlas.

Lo más importante: defender la vida y los derechos de propiedad. En el sentido del liberalismo clásico, esto implicaba defender la tierra y las posesiones de las personas como un prerrequisito para que los intercambios fueran ventajosos para todos. Con el tiempo, los bienes públicos tomaron un papel cada vez más importante en esos derechos de propiedad. Para David Ricardo, en el S. XIX, el caso más claro era la defensa nacional. Ningún inglés podría abstraerse del manto protector de la marina inglesa, y por ello, todos en la Gran Albión debían pagar impuestos para financiarla.

La corrupción es una violación de los derechos de propiedad. Los ciudadanos le entregamos recursos al Estado para que los convierta en seguridad pública, infraestructura física y Estado de derecho. Bajo una definición estrecha, corrupción es meter mano a las arcas públicas para el beneficio de particulares y sin ningún beneficio público, y en detrimento de las funciones del Estado.

Sin embargo, renunciar a funciones fundamentales del Estado, como la seguridad pública, también es una forma de corrupción. Permite a delincuentes enriquecerse a costa de otros. Normaliza intercambios que no son beneficiosos para ambas partes: tú me entregas mujeres, dinero y tus cosas, consumes mis drogas, aguantas mis homicidios, giros ilícitos y desmanes, y yo no te mato.

Algunos nos quejamos de la vida que lleva gente cercana al presidente López Obrador. A él no se le conocen fortunas como las de otros expresidentes; todavía. Normalmente esas cosas salen a la luz una vez que dejan el poder. Pero, el México roto que está dejando, de muertos, desaparecidos y crimen, es su legado. Su negligencia e inacción frente al crimen también son corrupción, presidente.

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