Costo de oportunidad

Sindicatos: tomamos nota

La libertad de asociación permite escribir donde uno quiera, y juntarse con gente que piensa igual que uno, o que piensa diferente.

La libertad de asociación es muy importante. Es lo que permite que el columnista y la columna comparezcan ante notario y funden una empresa. La libertad de asociación permite escribir donde uno quiera, y juntarse con gente que piensa igual que uno, o que piensa diferente. Esa libertad de asociación, mediante la cual los trabajadores de cualquier empresa podían ensamblarse en un sindicato para negociar sus intereses colectivamente con su patrón, prácticamente no existía en México, hasta hace unos días, cuando en Silao, Guanajuato, los trabajadores de una empresa vinculada a General Motors decidieron despedir a su sindicato de la CTM y organizarse de manera diferente.

Imagine la lectora que esta columna y su autor son dueños de una empresa en México, en 1920. Una mina, un ingenio azucarero, un pozo petrolero. No hay competidores cerca, entonces toda la gente de la localidad tiene que venir a trabajar a este negocio. En la práctica, esa empresa ficticia era un monopsonista (único comprador) de todas las horas de trabajo de la región. Bajo el monopsonio, la empresa puede pedirle a los trabajadores más horas de las que están dispuestos a vender, por un salario menor al que prevalecería en un mercado en competencia, en el que existirían otros negocios alrededor que contrataran trabajadores con habilidades parecidas.

Esta situación de monopsonio era muy común a inicios del siglo pasado. La ley laboral generó los mecanismos de negociación colectiva para emparejar el piso y que los trabajadores pudieran negociar mejor. Desafortunadamente, nos fuimos del otro lado. La línea entre la negociación colectiva y la extorsión se volvió muy ancha y muy gris, y la autoridad (laboral y política) fue muy complaciente con estas prácticas, ya que generaban dos bienes muy importantes para un régimen corporativista: paz laboral y votos.

México se fue a un absurdo del otro lado: uno con industrias como la construcción, en donde había muchas empresas en competencia, pero solamente uno o dos sindicatos podían trabajar en esa industria y en determinada zona. En ese caso, los líderes sindicales se volvieron socios de los negocios. Al grado que incluso muchos de ellos se volvieron sindicatos blancos, o sindicatos de protección. La empresa ya sabía que para hacer un negocio, había que compartir utilidades con el líder. Tampoco era un mal arreglo, porque el sindicato tiene un régimen fiscal preferente; entonces el líder sindical se volvía como un fideicomiso en las Islas Caimán, solamente que en suelo nacional.

En la medida que estas prácticas se acaben, México será un país más competitivo. Los trabajadores tendrán mayores incentivos para ser formales, y para elevar su productividad, si tienen un negociador colectivo que está representando sus intereses mejor.

Hace algunos años, Ricardo Corona y el autor de esta columna hicimos un análisis con los registros administrativos del Inegi en las Juntas de Conciliación y Arbitraje, donde se dirimen las disputas entre trabajadores y patrones. Los números revelaron una tendencia que se mantiene hasta la fecha: los conflictos individuales son la mayoría, buscando una liquidación por despido. Los conflictos colectivos, es decir, aquellos liderados y litigados por un sindicato, han tenido una tendencia a la baja durante las tres décadas para las cuales el Inegi tenía registros. Esto es simplemente el reflejo de algo que los mexicanos ya sabíamos: la mayoría de los sindicatos ya no representan fielmente los intereses de los trabajadores.

El órden sindical puede ser social útil. Hace unos días, cayó en manos de esta columna una investigación que mostraba que los sindicatos escandinavos logran mejor balance entre vida personal y laboral debido a que representan a un mayor número de mujeres que los sindicatos de Estados Unidos y Europa central. Sindicatos que eran durísimos por radicales e intransigentes, como el de Teléfonos de México, se convirtieron en una bisagra para generar productividad en la empresa. Sindicatos como el de Volkswagen global, que son socios de la firma, tienen un impacto importante en mantener relaciones laborales estables que resultan en éxitos de negocio.

No hay una receta que lo resuelva todo, pero es importante que el gremio sindical esté sujeto a una mayor transparencia y rendición de cuentas. Un liderazgo sindical no debería ser la puerta para riquezas extraordinarias. El líder sindical de los petroleros en Noruega vive en una casa de clase media y maneja un Toyota. No creo que alguno de sus hijos lleve a su perrito en avión privado. No creo que la familia se ostente como dueña de Statoil.

Estados Unidos también tuvo su época de sindicalismo mafioso. Jimmy Hoffa y los camioneros son el ejemplo icónico. También, tienen sindicatos que ejercen un poder desmedido. La aviación, por ejemplo, es un sector hipersindicalizado que por eso tiene problemas de desempeño. Sin embargo, existen los mecanismos para que los trabajadores y la empresa negocien y puedan sacar adelante situaciones de insolvencia. Por eso American Airlines sigue volando, y Mexicana de Aviación no.

Lo que sigue: libre competencia en el sector sindical, libre entrada y salida de participantes de la industria, y que la toma de nota, esa costumbre salvaje de control político, se convierta en un trámite con positiva ficta. ¿Se anima, secretaria Alcalde?

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