Costo de oportunidad

Bartola y el 2 por ciento

A partir de décadas de un código fiscal indescifrable, nadie entiende los impuestos.

La muerte y los impuestos son inevitables. El tema de los impuestos provoca tensión en México. A partir de décadas de un código fiscal indescifrable, nadie entiende los impuestos. ¿Quién no se acuerda de la frase de Francisco Gil Díaz, como titular de SHCP? “Hasta el secretario de hacienda necesita un contador para pagar sus impuestos”.

La autoridad ha tenido que pedir a los despachos de fiscalistas que registren sus estrategias con ellos, para prohibirlas ex-ante si son ser demasiado agresivas. Con todo ello, la recaudación en México ha aumentado: los ingresos tributarios del gobierno federal pasaron de 12.3 por ciento del PIB en 2015 a 13.7 por ciento en 2020.

Nuestro presidente busca una reforma fiscal. Sobre el particular, una nota en La Jornada indicaba que México recaudaba menos del 13 por ciento el PIB, por debajo de paraísos fiscales como Luxemburgo.

En este punto, vale la pena considerar que las peras no se comparan con las manzanas, ni éstas con los tejocotes, ni la magnesia con la gimnasia, el gimnasio, el magnesio, el manganeso o los magnetos. Si sumamos todo lo recaudado en el año 2020, en los tres grandes sistemas recaudatorios de los que dispone la autoridad exactora, da 3.34 billones de pesos, que comparados con un PIB de ese año de 24.33 billones, es 13.7 por ciento del PIB. Eso es lo que los particulares mexicanos le pagamos al fisco federal. Unos en una tasa de dos dígitos, sin casi derecho a deducciones, que puede ser 35 por ciento; otros en una tasa de un dígito, que puede ser de 2 por ciento, sobre las utilidades. Otros pagando cero.

Lo que está ausente de la comparación luxemburguesa de La Jornada es el gasto público. Sí, eso que el Estado toma del bolsillo de sus ciudadanos y gasta en su representación, dizque para proveernos de bienes públicos. En 2018 ese gastito era 21.6 por ciento del PIB. En 2019, brincó a 23.8 por ciento del PIB. En 2020, 25.1 por ciento del PIB. Todo esto con la estadística oficial; el Fondo Monetario Internacional opina que es más, como pegándole a los 30 por ciento. Como el FMI es el bombero de las finanzas globales, y su trabajo es prever cuándo van a quebrar los gobiernos, esta columna les cree más que a los números alegres de SHCP. Claro, en qué va a creer un neoliberal, dirán allá.

¿Cómo le hace el feliz Estado mexicano para gastarse una cuarta parte de los ingresos nacionales, si recauda el 13.7 por ciento? Ah, es que en realidad no recauda eso, como apunta La Jornada, que era chistosa cuando este columnista leía al Santo en 1991. Ya no lo es. En una de esas sólo Monsiváis, Jis y Trino, y el matemático Payán, tenían un humor que la nómina actual total de Carmen Lira no. No es chistoso porque usted y yo y 126 millones más tenemos que trabajar, en promedio, de enero a marzo para mantener al Estado. Mientras más lo gasta en sinsentidos, la tristeza y desesperación por entregarlo es peor.

Para la recaudación, hay que hacerle caso (con grano de sal, siempre) a las consideraciones que SHCP presenta a la Cámara de Diputados para la aprobación del Presupuesto. En 2019, SHCP puso a consideración de los representantes populares ingresos presupuestarios por 5.27 billones, que son 21.7 por ciento del PIB. Ahí ya las cuentas van cuadrando. De esos, 4.3 por ciento son ingresos petroleros y 17.4 por ciento son no petroleros. De los mismos 21.7 por ciento del PIB de 2019, 14 por ciento correspondían a la federación y 3.4 a los gobiernos locales. El gasto público pagado fue de 23.8 por ciento del PIB. Arturo Herrera estimó para 2019 que el déficit sería del 2 por ciento del PIB (elegantemente le llama “balance económico” para que los diputados no entiendan nada, ni uno tampoco).

El déficit es el dinero que hace falta para cuadrar las cuentas. En la casa, si hay déficit, hay que apretarse el cinturón. Si una empresa acaba su año en déficit (en lugar de utilidades genera pérdidas), los accionistas tendrán que recortar empleos y reducir el capital invertido. En el gobierno, no. Ahí nunca hay estrechez. El faltante lo sacaron de fideicomisos, y recortaron el gasto en un momento de crisis. Ahora quieren que usted y yo lo paguemos. Para entregarlo, algunos quisiéramos cuentas de cómo lo usan. ¿Por favor?

Todos los datos de esta columna provienen de fuentes oficiales, pero hay un par de estimaciones propias. Hay una memoria de cálculo, pídasela a @mjmolano en Twitter. Las opiniones aquí expresadas son solamente del autor, y no representan el punto de vista de El Financiero, IMCO o cualquier otra institución con la que el autor esté afiliado.

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