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El principio del líder (Führerprinzip)

Manuel J. Molano reflexiona sobre la similitud entre un líder de la Alemania nazi y Arturo Zaldívar. Lo que estamos viendo es peligroso como pocas cosas. Esto tiene que parar.

En la Alemania nazi, el principio del líder le daba poderes absolutos al jefe del Estado. El líder es la personificación de la ley, o incluso una ley por encima de cualquier ley escrita. Bajo esta doctrina, ante conflicto entre la ley escrita y el dicho del líder, no debe haber lugar a duda: se le debe creer y seguir ciegamente al líder. La idea no es original de los nazis. Es posible que se haya heredado de la monarquía, aunque hay quien se la atribuye a la escuela del darwinismo social y a estudiosos como Hermann Von Keyserling.

Si solamente Arturo Zaldívar puede reformar la Corte, entonces ¿por qué extenderle el mandato solamente dos años? Hay que hacerlo ministro presidente hasta que Dios le preste vida. Führerprinzip. Si los demás ministros votan en contra de la extensión de mandato, ya dijo el señor presidente de la República que revelarían ser corruptos. Führerprinzip. La Constitución es muy clara respecto al periodo del ministro de la Corte. Andrés Manuel López Obrador y Arturo Zaldívar juraron hacer cumplir la Constitución y gobernar en concordancia con la Constitución. No hay problema si la reformamos desde el transitorio de una ley secundaria, ¿no? Führerprinzip. Solamente el gran jefe puede interpretar lo que dice la Constitución. No la Corte, no los estudiosos del Derecho. Solamente el gran jefe.

Hace unos días un abogado nos recordó a esta columna y a su autor, lo que dice el gran jurista y ministro de la Corte, Genaro Góngora Pimentel, quien presidió la Corte entre 1999 y 2003: “La Constitución dice, lo que la Corte dice que dice la Constitución”. Saldívar no se debió excusar de la decisión de ampliación de su mandato, alegando un supuesto conflicto de interés. Haciéndose a un lado agrava su conflicto de interés. Tendría que rechazar la idea del presidente de tajo. Otra vez el Führerprinzip en acción: por más jefe que sea Zaldívar, se tiene que cuadrar con López Obrador. Ya no es la lógica de un Estado con división estricta de poderes. Hay de jefes a jefes. Si el gran líder dice que tengo que servir dos años más, él debe saber mejor que yo.

En unos años habrá quien diga que el único que puede reformar los destinos de la patria será el gran jefe Andrés. Que el sistema tiene en su entraña los absurdos límites del ciclo democrático y presidencial para favorecer la corrupción y la no continuidad en las políticas del Estado. Que por eso necesita 5, 10, 20 años más de gobierno. Un imperio que dure mil años.

Los regímenes así acaban siendo una vergüenza en la historia. El Estado democrático diseñado por Montesquieu tiene una gran virtud: los pesos, contrapesos e inteligencia colectiva del grupo pueden reducir a un mínimo las arbitrariedades y errores del sistema. Cuando es una sola persona la que decide por todos, la probabilidad de que cometa abusos y errores es mucho más grande. Hasta los políticos y burócratas más poderosos del planeta, como los presidentes de Estados Unidos, hacen bien en someterse a los pesos y contrapesos de un sistema republicano, aunque quienes critiquen sus políticas e ideas sean sus opositores políticos en la siguiente elección.

“Ein Volk, ein Reich, ein Führer” (Un pueblo, un imperio, un jefe), era el lema de la Alemania nazi, donde las cortes, el Parlamento y el Poder Ejecutivo quedaron todos en manos de una sola persona. Después de eso no solamente eran los tres poderes del Estado: todos los sindicatos, empresas, cámaras empresariales, asociaciones civiles, grupos deportivos, tenían que existir para y a través del partido nacional socialista de los trabajadores alemanes. La definición del Volk alemán, igual que el Pueblo de Andrés Manuel, era etérea. Permitió envalentonar ciudadanos ejecutores de políticas dictadas por el jefe sin necesidad de las burocracias o de los soldados. El pueblo entusiasmado por las ideas incendiarias, mató, robó e hizo todo lo que en su concepción estaba pidiendo el jefe. Facilitó a un grupo de psicópatas convertir un país educado y trabajador en un régimen asesino.

Ya no es exagerada la comparación, aunque ningún régimen haya logrado tanto caos y destrucción como el de ese país y época. Aquí ya deciden si uno es parte del pueblo o no. Ya deciden si uno tiene derecho a un medicamento o a un empleo, o no. Tan grave es, que los alemanes invierten mucho dinero en educar, divulgar y enseñar para que nunca vuelva a pasar. Lo que estamos viendo es peligroso como pocas cosas. Esto tiene que parar.

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