Fuera de la Caja

Globalización y distribución

El bienestar de millones de familias, ubicadas en los estados más pobres, depende del dinero que les envían desde Estados Unidos.

Eso de ponerse a jugar con datos estadísticos tiene sus virtudes. Encuentra uno, por ejemplo, información que no conocía, o percibe relaciones que antes no había identificado. Algo interesante que encontré en la construcción del índice de integración global fue que la distribución de los impactos externos es bastante diferente.

En primer lugar, del PIB de 2017, que fue de casi 21 billones de pesos, más de una tercera parte proviene del exterior. Recuerde que no hemos descontado las importaciones, que son prácticamente del mismo tamaño que las exportaciones, pero en términos de impacto no es necesario hacerlo. De esos casi 8 billones que tienen que ver con el exterior, 83 por ciento corresponde a las exportaciones industriales (minería y manufacturas), poco menos de 5 por ciento es de exportaciones agropecuarias, un poco más de 5 por ciento es turismo y poco más de 7 por ciento son remesas.

El tamaño del rubro de remesas no es poca cosa. Pero tiene otra virtud: es el impacto que se distribuye de forma más igualitaria. Si consideramos la importancia de las cinco entidades más grandes en cada uno de los renglones mencionados, la diferencia es considerable. En turismo, las primeras cinco entidades representan 82 por ciento del ingreso total por ese renglón (como vimos, Quintana Roo sólo se lleva más de la mitad). En exportaciones, agrícolas o industriales, esas cinco mayores entidades representan poco más de la mitad del efecto nacional. Obviamente, son diferentes (Michoacán, Sinaloa, Jalisco, Baja y San Luis, en lo agropecuario; Chihuahua, Coahuila, Baja, Nuevo León y Tamaulipas, en industria).

En remesas, sin embargo, las cinco entidades que más reciben representan 40 por ciento del total. Las más importantes receptoras son Michoacán, Estado de México, Guerrero, Guanajuato y Puebla. Esto, considerando el volumen de dólares que envían los paisanos a sus familias. Si lo medimos como proporción de la economía estatal, el orden es diferente.

En Guerrero, las remesas representan casi el 20 por ciento del PIB estatal, comparable a los países más afectados por el fenómeno migratorio en Centroamérica, por ejemplo. Michoacán está un poco mejor, pero las remesas son el 11 por ciento del PIB, y en Zacatecas alcanza el 10 por ciento. En un siguiente grupo, que va de 5 a 9 por ciento del PIB, están (en orden descendente de impacto) Oaxaca, Hidalgo, Nayarit, Durango, Morelos y San Luis Potosí.

Es interesante notar que sólo en los estados más turísticos el turismo produce más ingreso que las remesas: Quintana Roo, Baja Sur, Nayarit, Jalisco y Campeche (en donde creo que es turismo de negocios en buena parte). Esto significa que ni en Ciudad de México ni en Nuevo León el turismo supera lo que las remesas producen. Si además consideramos que las remesas van directamente a las familias, mientras que el ingreso por turismo se distribuye entre dueños y trabajadores, no deberíamos tener duda de la importancia que tiene la población de origen mexicano en Estados Unidos en términos del bienestar de quienes siguen viviendo acá.

De manera agregada, las remesas representan 2.8 por ciento del PIB nacional. Sin embargo, el impacto que tienen, tanto en ciertas entidades como en diversos grupos de población, es significativamente mayor. Ese 2.8 es similar al crecimiento económico que hemos tenido, cada año, durante los últimos veinte. Es decir que, si desaparecieran, sería como perder un año de dinámica (algo que hoy estamos viviendo, por otras razones).

Pero para las entidades mencionadas, Guerrero, Michoacán, Zacatecas, Oaxaca, etcétera, esto representaría una caída muchas veces mayor y además concentrada en las familias. Por eso la relación con Estados Unidos es tan importante. No es sólo que vendamos allá 80 por ciento de las exportaciones (que pueden cuidarse con ayuda de empresas), es que el bienestar de millones de familias, ubicadas en los estados más pobres, depende del dinero que les envían desde allá.

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