Como habíamos platicado, se van cerrando las mediciones de popularidad, tanto para la elección presidencial como para las de gubernaturas. Algunas empresas encuestadoras siguen publicando cifras absurdas (considerando cómo han sido las votaciones en los últimos tres años), pero otras empiezan a mostrar una elección cerrada. La ventaja, en todas ellas, sigue siendo para Claudia Sheinbaum, pero ya no por 30 o 40 puntos, sino por cuatro, seis, diez. Difícil medir con exactitud por todos los obstáculos que hemos comentado, a los que hay que sumar la complicación de asignar a quienes no han decidido, o no quieren decirlo.
De acuerdo con algunas de las encuestadoras, la Ciudad de México ya tiene mayor preferencia por Santiago Taboada que por Clara Brugada. El debate de anoche tal vez acelere o modifique esta tendencia, pero ocurrirá después de enviar estas líneas. En Veracruz, las evidencias que ha producido Arturo Castagné acerca del enriquecimiento inexplicable de Rocío Nahle, sumadas a su origen zacatecano y a su escasa simpatía, la tienen a muy poco de perder la ventaja. De Puebla no es tan fácil tener claridad, porque la zona que podría votar por Morena (el espacio rural del viejo PRI) no puede medirse con la misma exactitud que la zona urbana, donde la oposición tiene clara ventaja. Guanajuato y Jalisco, los otros dos grandes estados (demográficamente hablando) que elegirán gobernador, los tiene perdidos Morena.
En Estado de México, los conflictos internos de Morena, el mal desempeño de Delfina, y la movilización propia de una campaña presidencial, han puesto en dificultades a este partido, y en Nuevo León todo apunta a que van por el tercer lugar. No les alcanza, como ya hemos comentado en muchas ocasiones.
Nadie sabe cómo resultará la elección del 2 de junio. Es, por eso, un último suspiro de la democracia, en la que tenemos certeza del proceso, pero no del resultado. Ahora, el proceso no nos brinda las garantías de años recientes. Mal desempeño del INE, que ha permitido al habitante de Palacio intervenir continuamente, que no vigila con cuidado los excesos de gasto, el uso de los siervos de la nación, que ha tenido problemas hasta para imprimir las boletas. Mal desempeño del Tribunal Electoral, que sigue cumpliendo consignas y rescata candidatos, o los cancela, de forma más bien arbitraria. Es una elección de Estado, y aun así no están ganando.
Hace un año, cuando mencionaba a Xóchitl Gálvez como posible candidata de la oposición, la mayoría de las personas ni siquiera la identificaba. Hace ocho meses, ya sabían quién era, pero no creían que pudiera competir. En los últimos cuatro, la frase que más escucho es “¿verdad que sí vamos a ganar?”. No ha sido un proceso sencillo, pero el avance es impresionante. Obligar a los partidos a subordinarse a los ciudadanos, impulsar una candidatura atractiva (pero no perfecta), resistir los embates del Estado y el desgano y soberbia de medios y colegas, nos ha colocado en este momento en que la elección no está decidida, y el triunfo está al alcance.
En este proceso, fue determinante la actuación de millones de mexicanos que decidieron manifestarse públicamente el 13 de noviembre de 2022, el 26 de febrero de 2023, y el 18 de febrero de este año. Hicimos lo que no pudieron hacer medios, empresarios, políticos: enfrentar al poder sin remilgos. Por eso estamos a punto de derrotarlo.
Frente a esta posibilidad, muchos empiezan a angustiarse pensando en la respuesta del enfermo. Bueno, nos vamos a adelantar. Vamos a tener una cuarta manifestación pública, ciudadana, masiva, el domingo 19 de mayo. Para ir calentando motores rumbo a la elección, pero sobre todo para dejar claro a cómo van a estar los cocoles el 3 de junio. Ahí nos vemos.