Fuera de la Caja

Optimismo infundado

El inicio de 2023 se ve menos dinámico que el cierre de 2022, que ya era decepcionante, con lo que la probabilidad de una recesión en los próximos meses es creciente.

Este lunes pasado, el SAT informó que la recaudación durante febrero mostró un ligero crecimiento real contra el mismo mes del año pasado. Aunque las notas de prensa son confusas, me imagino que debido a la mezcla que hacen entre la recaudación de febrero y la del primer bimestre, todo indica que el crecimiento real ronda 2.6 por ciento, que es inferior al 5.5 por ciento que se reportó en enero. En los impuestos más importantes, hay también una caída. El ISR, que había crecido casi 10 por ciento en términos reales en enero, en febrero alcanza 6.3 por ciento, nada despreciable. El IVA, en cambio, pasó de un raquítico 1.8 por ciento en enero a casi -3 por ciento en febrero. El IEPS no se puede comparar adecuadamente, porque su recaudación depende del precio internacional de la gasolina, debido a la decisión de mantener fijo el precio al consumidor.

Por otra parte, el indicador oportuno del consumo, que publica INEGI, reporta un crecimiento mensual de 0.5 por ciento en enero, pero de 0.3 por ciento en febrero. Esto significa que la tasa anual del consumo, que rondaba 3 por ciento al cierre de 2022, estaría ya por debajo de 2 por ciento para febrero.

Finalmente, INEGI también publicó la actividad industrial de enero, que mostró un crecimiento cero contra el mes previo. Aunque las manufacturas crecieron, la construcción se vino abajo, y el resultado final es el estancamiento. Con ello, parecería que la desaceleración que veíamos en el cuarto trimestre del año pasado ha continuado en el primero de este. Frente a ello, es más extraño aún el optimismo que se veía en febrero en todos los sectores, incluyendo entre los consumidores.

También a nivel global hay datos que se mueven en la misma dirección: el inicio de 2023 se ve menos dinámico que el cierre del año pasado, que ya era decepcionante. La gran esperanza de que el consumo en China se recuperara no se ha cumplido, y en febrero hubo un crecimiento bastante moderado. En Estados Unidos, las ventas reales al menudeo se contrajeron, y se encuentran al nivel que tenían en julio pasado. Las tasas de interés siguen subiendo (ayer lo hizo el Banco Europeo), aunque ello haya metido en problemas de liquidez a algunos bancos, y me parece que la probabilidad de una recesión en los próximos meses es creciente.

El optimismo nacional se ha sustentado en la idea del nearshoring que, la verdad, no parece existir. Sin duda hemos tenido un incremento de movimientos hacia México desde 2020, pero no es una avalancha de inversión, ni se percibe su impacto en la construcción (que se contrajo en enero). El anuncio de la inversión de Tesla por eso fue tan importante. Ha habido también mucha alharaca por el “peso fuerte”, pero eso no tiene ningún sentido: su impacto en el crecimiento es negativo.

A nivel global, también hay dos factores que han mantenido el optimismo: la idea de que China se recuperaría después de dejar la estrategia Covid cero (que no ha ocurrido), y la posibilidad de que no hubiese recesión porque sigue creciendo el empleo.

Si lo que indican los datos se confirma, y el optimismo se diluye, entonces tendremos una segunda mitad del año muy complicada. Especialmente para México, que no tiene mayor impulso económico que el que da el resto del mundo. Sin ese impulso, este año sería el quinto en que el valor total de nuestra economía sería inferior al que teníamos antes del actual gobierno. En ese escenario, iríamos rumbo a la elección presidencial en las peores condiciones que ha tenido cualquier gobierno reciente.

Tal vez por eso el Presidente se refugia en la verborrea sin límite, en la mentira descarada, en la polarización y descalificación. No tiene nada más.

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