Fuera de la Caja

Un futuro

Si en lugar de seguir jugando a la soberanía decimonónica, apostamos hacia delante, es poco lo que debemos hacer para tener éxito.

El lunes comentaba con usted la situación trágica en que nos encontramos en este momento. La permisividad de la sociedad nos ha llevado a un pantano de corrupción e inseguridad, pero si pensamos un poco más allá de la coyuntura, imaginando la década que sigue, el futuro de México puede ser espectacular.

No es una frase para hacerlo sentir bien, es más que una posibilidad. Jamie Dimon, director de JPMorgan, habla con sus principales inversionistas cada trimestre. En sus conversaciones más recientes, recomendando dónde invertir, fue muy claro: México. “Creo que México es un gran arreglo… Si usted se dedica a manufacturas, no hay ni que pensar. La infraestructura verde será inmensa” (nota de Andy Serwer y Dylan Croll en Yahoo!Finance, 13 de agosto).

Varios colegas han llamado la atención a la reciente aprobación en Estados Unidos de la Inflation Recovery Act, que tiene ese nombre por cuestión coyuntural, pero en realidad se enfoca en medidas dirigidas a fortalecer la economía del país vecino bajo una lógica ambiental. Como ejemplo, hay un apoyo de 7 mil 500 dólares para la compra de autos eléctricos, que ya ha provocado una aceleración en los planes de producción de estos vehículos, y de todo lo que se requiere para ello. Hasta ahora, buena parte de las plantas que los producen han preferido instalarse en Estados Unidos, preocupadas por las deficiencias de México: política energética, inseguridad, desconfianza.

Corregir esto no requiere demasiado. Si en lugar de seguir jugando a la soberanía decimonónica, apostamos hacia delante, es poco lo que debemos hacer para tener éxito. De una vez se lo digo, para que lo hagamos en cuanto sea posible.

Lo primero es regresar a la reforma energética de 2013, y acelerarla. Fuimos en 2017 el país que obtuvo los mejores resultados en subastas para la generación de energías limpias, y tenemos dos zonas del país ideales para sol (Sonora) y viento (Oaxaca). Esto permitiría eliminar con cierta rapidez las pérdidas de CFE, garantizaría abasto en cantidad y precio, y la característica más importante para aprovechar las decisiones del vecino: energía verde. Junto con ello, regresaríamos al proceso de liberar a Pemex de aquello en lo que pierde (que es casi todo), reduciéndolo a su negocio principal, la extracción. Nada más evitando estas pérdidas actuales, liberaríamos más de 300 mil millones de pesos anuales, que son parte del segundo paso.

Necesitamos resolver las finanzas públicas. Esto significa cobrar mejor, pero también concentrar los esfuerzos del gobierno en lo que realmente tiene que hacer: seguridad nacional, impartición de justicia, salud y educación, seguridad pública. Ahí tenemos que invertir alrededor de 15 puntos del PIB, y hoy no llegamos a nueve. Dejar de tirar el dinero en las ocurrencias energéticas nos ayudaría mucho en esta dirección. Pero no va a ser suficiente, y necesitamos ponernos de acuerdo en qué gastar y cómo recaudar.

Finalmente, vamos a tener que empezar a resolver nuestra característica más dañina: la permisividad. Aprender a vivir bajo reglas que apliquen a todos no es cosa sencilla, y evitamos hacerlo todo el siglo 20. Aunque intentamos avanzar al inicio de este siglo, lo hicimos con poca decisión, y acabamos en un retroceso brutal, debido a quien, por nuestra permisividad, fue minando las bases de la legalidad. Esto no lo vamos a resolver pronto, pero es posible movilizar a la sociedad en esta dirección, especialmente cuando la alternativa (terrorismo, caos, derrumbe) es tan evidente.

Son sólo tres cosas. Las tres, en dirección exactamente opuesta al actual gobierno, o lo que es lo mismo, en dirección opuesta al México del siglo 20. Un poco de concentración, de esfuerzo, de voluntad, pueden darnos un futuro realmente espectacular. Usted dice.


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