Fuera de la Caja

El misterio del capital

Desafortunadamente, el boquete de 10 puntos del PIB en los últimos tres años tendrá un costo en empleos de al menos una década.

En el último medio siglo, la economía mundial se ha transformado de forma importante. Se trata del periodo que genéricamente llaman, en tono despectivo, ‘neoliberalismo’. Para la mayoría, resulta ser un tiempo en el que se amplió la desigualdad, porque ya se ha convertido en lugar común ese mito. Sin duda ha ocurrido que un puñado de personas ha conseguido riquezas que antes eran impensables, debido a un mercado global en el que la economía de torneo produce justamente eso: un gran ganador, muchos segundos lugares muy lejanos.

También suele utilizarse como referencia de esa desigualdad la caída en la proporción del PIB que reciben los trabajadores, en comparación con la que recibe el capital. Abundan las gráficas en internet que parecen mostrar una divergencia brutal, que inicia hacia 1973. Se trata de un error de contabilidad que parece tener efectos severos en la sociedad, a través de ese discurso que ha legitimado el crecimiento de opciones populistas.

La gran transformación que ocurre desde inicios de los años 70, y que parece provocar esa divergencia entre trabajo y capital, y al interior del trabajo, entre segmentos con diferente nivel educativo, es en realidad un cambio tecnológico. A partir de esa década, la utilización de la electrónica se disemina por todas las actividades económicas, de forma creciente, y eso modifica mucho la forma de producir. Se requiere capital con un desgaste más acelerado, y se requiere personal con mayor calificación.

Ilustro el fenómeno con los datos de Estados Unidos. El consumo de capital fijo (que en la vida cotidiana podemos imaginar como depreciación) se movía entre 11 y 13 puntos del PIB, durante la posguerra. A partir de 1973 la cifra crece, y se instala en 15 por ciento del PIB desde mediados de los 80. Para este siglo alcanza 16 por ciento, aunque en 2020 y 2021, como todos los indicadores económicos, se ha movido de forma extraña. Pensará usted que es poco un cambio de cinco puntos porcentuales, pero es en realidad un incremento de 50 por ciento contra el valor que tenía, y de hecho explica muy bien la variación entre la participación del trabajo y el capital.

Entre 1950 y 2019, la participación del trabajo perdió 3 puntos, que se imaginan como tres puntos que se fueron al capital. Sin embargo, como en ese periodo la depreciación creció cinco, en realidad la participación del capital cayó dos puntos. No se hizo mayor la participación del capital, sino menor. Lo que creció fue el ritmo al que debemos reemplazar nuestros activos productivos. El poder de cómputo, las telecomunicaciones, no son gratis, ni mucho menos. Todo mundo se queja de que los productos modernos se descomponen muy rápido, no como antes. Bueno, pues es exactamente eso.

Para México, mi estimación es que estamos ahora en un consumo de capital equivalente a 14 puntos del PIB, en datos comparables con los que se publican en la oferta y demanda agregadas. Esto resulta relevante cuando quiere uno saber de qué tamaño es en realidad la inversión nueva. Entre 2003 y 2018, la inversión bruta fue de 21 por ciento, pero la neta era de 7.2 por ciento del PIB. En los últimos tres años, la inversión bruta ha caído, como sabe, y promedia 18 puntos del PIB, lo que lleva la inversión nueva a apenas 4 por ciento del PIB. En realidad, la nueva formación de capital se ha contraído 40 por ciento.

Por eso se nos ha atorado la creación de empleo, porque sin más capital instalado no hay forma de abrir espacios productivos. Desafortunadamente, el boquete de estos tres años (10 puntos del PIB) tendrá un costo en empleos de al menos una década. Pero sigue creciendo.

El boquete de estos tres años tendrá un costo en empleos de al menos una década

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