Fuera de la Caja

Cosechando lo sembrado

Después de tres años de ahuyentar inversión, se cosecha lo sembrado: menos empleo, menos ingreso, menos consumo, menos actividad económica.

Se publicó ayer una gran cantidad de información: el PIB y la balanza de pagos al tercer trimestre, el IGAE para septiembre, y hoy se publicará la balanza comercial de octubre y los índices de personal y remuneraciones a septiembre, que por razón obvia no podemos comentar. Lo que nos confirman los datos es que el rebote ha terminado, y de la recuperación mejor ni hablamos.

Aunque el Presidente, envuelto en sus ensueños, habló ayer de crecimiento de 6 por ciento, de recuperación, la verdad es que la información es negativa. Todavía no es catastrófica, pero en esa dirección vamos, no debe haber duda.

El Inegi confirma una contracción en el tercer trimestre, frente al anterior, pero un poco mayor de lo que se anunció con el dato oportuno. También, como habíamos comentado entonces, se han modificado varios trimestres en el cálculo desestacionalizado, de forma que, en realidad, lo que tenemos en el periodo julio-septiembre es una contracción cercana a 1 por ciento frente a lo que conocíamos antes. Con eso, las estimaciones para el crecimiento de este año deberán ubicarse entre 5 y 5.6 por ciento. El detalle fino lo iremos conociendo, empezando por la balanza comercial que usted tal vez ya vio a esta hora. Ya sabemos que manufacturas no mejoraron mucho en octubre, y las ventas en autoservicios y departamentales sí lo hicieron, pero no mucho. También sabemos que empleo y remuneraciones no muestran mucho vigor, de forma que el consumo seguirá deprimido, y era la esperanza del crecimiento.

Mi impresión es que, después de tantos meses de inversión deprimida, los ingresos de las mayorías están en malas condiciones. No se generan empleos suficientes, y las remuneraciones medias no hacen mucho caso del incremento del salario mínimo. En el mercado informal, nunca lo hicieron; en el formal, se han ido comprimiendo los niveles, pero la media no crece. En una primera revisión, todo indica que el efecto de los grandes incrementos al mínimo se acerca mucho al cero.

Puesto que no tuvimos apoyo a empresas ni a familias durante la pandemia, la población sobrevivió comiéndose sus ahorros, y ahora ya no los tiene, ni ha recuperado su ingreso. En consecuencia, puede comprar menos. Si a eso le sumamos una inflación que ronda ya 10 por ciento para alimentos (en todos los niveles de ingreso), de 8 a 9 por ciento en enseres para el hogar para los más pobres, y de 7 a 10 por ciento en transporte para los que tienen más ingresos, se entiende por qué el consumo se ha venido abajo.

Puesto que el consumo explica dos tercios de la actividad económica, si no hay un avance relevante en empleo e ingresos, no habrá forma de crecer. Pero para lograr ese avance sería necesario tener mucha más inversión, y no aparece. También, en una primera aproximación, requerimos un crecimiento en inversión de al menos 5 por ciento para el próximo año si queremos ver más empleo e ingresos. Si no llegamos a ese nivel, entonces el crecimiento de la economía será inferior a 1 por ciento.

Yo sé que los especialistas siguen amarrados al 6 por ciento para 2021 (aunque eso debe cambiar después del dato publicado ayer) y a un ilusorio crecimiento de entre 2 y 3 por ciento para 2022, pero de verdad no veo de dónde pueda venir. Es posible que exportemos más, conforme se reduzca el problema de las cadenas de suministro y el impacto del plan de infraestructura en Estados Unidos derrame un poco hacia acá, pero también puede ocurrir que el golpe de mayores tasas de interés sea superior al impacto positivo mencionado.

Después de tres años de ahuyentar inversión, se cosecha lo sembrado: menos empleo, menos ingreso, menos consumo, menos actividad económica. Ignoro si esperaban algo diferente, pero era obvio.

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