Fuera de la Caja

Confirmando

Se confirma: deshonestos, cobardes e ingenuos nos garantizan que tenemos el gobierno que merecemos.

Cuando se anunció la reforma eléctrica, esta columna afirmó que era un gran error de López Obrador, porque permitía a la oposición construir un discurso creíble, accesible, sobre un tema cercano a todos, opuesto a la visión de pasado que él encabeza desde el gobierno.

Ayer, EL FINANCIERO publica una encuesta en la cual hay una mayoría de mexicanos a favor de la reforma, aunque muy pocos saben de qué se trata. Más claro, 37 por ciento de los encuestados cree que es preferible que la electricidad esté completamente en manos del gobierno, mientras 27 por ciento considera que debe estarlo en su mayor parte. Prácticamente dos terceras partes de los mexicanos prefieren depender del gobierno que hacerlo del mercado.

No hay duda de que el trabajo de adoctrinamiento que cumple el sistema educativo mexicano es exitoso. Aunque dos terceras partes de los jóvenes de 15 años son incapaces de resolver problemas elementales (PISA), una cantidad similar sabe depender del gobierno. De eso se trataba, de construir clientelas desde la niñez, para que votaran por los gobiernos emanados de la Revolución. Así lo han hecho prácticamente dos terceras partes de los mexicanos, desde que se cuentan los votos. Lo único que cambia es la distribución de ese 66 por ciento entre el PRI y la ‘izquierda’. Hace 25 años, el PRI cosechaba más de 40 por ciento y le dejaba al PRD-PT por ahí del 20 por ciento. Ahora, Morena y PT quedan arriba de 40 por ciento y el PRI araña el resto. Es la misma clientela. La ingenuidad, como la hemos llamado en esta columna, es abundante.

La oportunidad de aprovechar la reforma para construir una narrativa de futuro se ha desaprovechado por completo. Ni los empresarios ni los medios de comunicación quisieron explotarla. Prácticamente todos los que opinamos coincidimos en la tragedia que implicaría dicha reforma, con múltiples argumentos, todos ellos útiles y algunos excepcionales para construir una campaña de difusión. Predicamos en el desierto. Los cobardes, ya lo hemos comentado, también abundan en México, especialmente en posiciones de privilegio.

Unas pocas plumas, cercanas al gobierno, han intentado defender la reforma, sin algo que pueda calificarse de argumento. Los funcionarios también, pues están obligados a ello. Y desde el púlpito mañanero, se enfatiza la importancia de la soberanía, el valor supremo del control gubernamental, la amenaza que representa la inversión privada, cuantimás si es extranjera. A ese grupo lo hemos denominado ‘deshonestos’, porque saben que mienten, pero no les importa.

Hay una frase que me molestó por décadas: “Los pueblos tienen el gobierno que se merecen”. Crecí bajo un régimen autoritario en el que no podía hablarse con franqueza, en el que los votos no se contaban, y los derechos de las personas eran opcionales, discrecionales. No era el gobierno que queríamos tener, pero no era fácil deshacerse de él.

Hoy no existe esa excusa. El gobierno actual fue elegido democráticamente, y aunque perdió la mayoría calificada (que nunca debió tener), obtuvo más de 40 por ciento de los votos hace menos de medio año. No representan a todo el país, pero no necesitan hacerlo. Les basta con esa proporción para controlar el Ejecutivo e imponerse en el Legislativo, si bien no para modificar la Constitución a su antojo.

Enfrente, tienen a un partido cuyo presidente está comprometido por su pasado reciente, y que ha propuesto negociar el apoyo a la reforma eléctrica a cambio de impunidad. Pero también tienen a otro partido cuyo presidente ve perdidas las elecciones futuras y prefiere enfrentarse a un gobernador de su misma agrupación en lugar de plantarse frente al gobierno en defensa del poco futuro que nos queda.

Confirmo lo dicho: deshonestos, cobardes e ingenuos nos garantizan que tenemos el gobierno que merecemos.

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