Fuera de la Caja

Reforestar

Ahora hay que conver la declaración conjunta de Glasgow en hechos, cancelando Sembrando Vida y corrigiendo los excesos del Tren Maya, de entrada.

Por algunas horas, México no firmó la declaración conjunta de Glasgow acerca de reforestación y uso de la tierra el día de ayer. Afortunadamente, para las 20:30, hora de Greenwich, nuestro país ya aparecía entre los 124 firmantes. Como todas las declaraciones de ese tipo, es muy general, pero me parece que es de la mayor importancia.

Como usted posiblemente sabe, esta columna no forma parte de los agoreros del desastre climático, pero sí considera que es un tema que debe ser atendido con seriedad y presteza. En la ciencia, como en el derecho, no podemos tener certeza absoluta, pero sí dudas razonables. Cuando algo supera el nivel de la duda razonable, se debe actuar. Con la información disponible, es claro que hay calentamiento global, y es claro que se debe, en parte no menor, a la actividad humana. Al interior de esa actividad hay varias cosas que deben corregirse pronto: el consumo de combustibles fósiles, el uso de la tierra, la ganadería extensiva y otras más que no tienen impacto inmediato en el calentamiento, pero sí en el ambiente, como la contaminación de cuerpos de agua o el manejo de residuos sólidos.

Muchos estudiosos, y más activistas, creen que espantar a la población con el desastre climático puede ayudar a que la acción sea más urgente y contundente, pero no estoy seguro de ello. Me parece que ser más cuidadoso con la información es preferible. Al respecto, hay tres libros que me parece que pueden ser útiles para ello. En primer lugar, Unsettled, de Steve E. Koonin, que con mucho detalle revisa los reportes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) para identificar mejor lo que sabemos de lo que nos imaginamos (que es lo que suele aparecer en medios). En segundo lugar, Apocalypse Never, de Michael Shellenberger, y finalmente, del ya muy conocido Bjorn Lomborg, False Alarm. Los tres libros coinciden en el calentamiento y en la participación humana, pero también los tres sugieren que debemos ser cuidadosos en las medidas que tomamos para que, siguiendo un dicho mexicano, no nos salga más caro el caldo que las albóndigas.

En ese sentido, el tema de reforestación y uso del suelo es de particular importancia. Mientras que el tránsito de combustibles fósiles a fuentes limpias tiene sus complicaciones y tiempos, atender el mejor uso del suelo puede hacerse con menos dificultades técnicas, aunque seguramente con algunos inconvenientes políticos. Además, varios estudios consideran que el impacto del uso del suelo puede ser tan importante como el mejor manejo de la energía. Finalmente, hay efectos secundarios en reforestación que incluyen la protección de la fauna o la restauración de ecosistemas, que la hacen particularmente útil.

Por sí sola, esa medida no resuelve el problema del calentamiento, pero sumada a la reducción en el crecimiento poblacional, al uso más eficiente de energía y a la sustitución de combustibles fósiles por fuentes limpias, puede ser determinante en el cambio de trayectoria en la generación de gases de invernadero. Estos últimos tres elementos ya están en proceso: la población se reduce, o prácticamente no crece, en la mayoría del planeta; la intensidad energética (cantidad de energía por unidad de PIB) e incluso el consumo per cápita, lleva 30 años mejorando; el tránsito a fuentes limpias está ya en una trayectoria exponencial. Lo que nos falta, sin duda, es un compromiso serio dirigido al uso del suelo y la reforestación.

Por todo ello, la declaración de Glasgow me parece importante (aunque sea descafeinada, como siempre), y la firma de México, aunque haya sido pospuesta unas horas, es una excelente noticia. Ahora hay que convertirla en hechos, cancelando Sembrando Vida y corrigiendo los excesos del Tren Maya, de entrada. Es por ahí.


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