Fuera de la Caja

Tiempos de ajuste

No hemos cumplido tres semanas de la elección y López Obrador ya está gastando su amplio capital político en la protección de su candidata.

El tema de la productividad, la inversión, las reglas claras, es de la mayor importancia, y continuaremos con él la próxima semana. Sin embargo, puede ser bueno detenernos un momento para analizar algo que está ocurriendo como resultado de la elección. Como habíamos comentado, el gran triunfo de los mexicanos salvaguardando la democracia ha obligado a López Obrador a tomar un camino que él no deseaba: la sucesión.

En su proyecto, él lograría convencer a los mexicanos de su indispensabilidad, y extendería su mandato, para después promover su reelección. Por esa razón, no había nadie más que él en la esfera política de los primeros tres años. Todos eran subordinados, muy subordinados. Esa concentración de poder, y la humillación constante de su equipo, provocó que no tuviera manera de realizar nada. Me parece que eso lo fue llevando a depender cada vez más de las Fuerzas Armadas, las únicas que atendían sus órdenes sin chistar, pero además tenían capacidad de ejecución.

La elección del 6 de junio terminó con este proyecto, y López Obrador se encontró con que necesitaba seguir otro camino: la sucesión. Con una baraja muy reducida, cuatro cartas, se hace difícil construir un buen juego. Las cartas eran: un grupo impresentable, un compromiso, una cuña y una heredera.

El grupo impresentable es el que aquí hemos llamado Bolivariano. Los radicales de los que saca López Obrador su lista de intelectuales (moneros, panfleteros, algún actor). La persona que tenían mejor posicionada ha sido la primera en ser despedida: Irma Eréndira. Y el centro que los reunía, la no primera dama, ya se ve poco. Es un grupo duro, y jamás se rendirá, pero todo indica que su peso se ha reducido notoriamente.

El compromiso, como sabe usted, era Ebrard, quien dejó pasar a AMLO en la elección de 2012 en contra de lo que habían acordado, el resultado de una encuesta que favorecía a Marcelo. La tragedia de la Línea 12 le permite a AMLO deshacerse de Ebrard, dejándolo que se defienda como pueda. Aunque en política nadie muere hasta que lo hace físicamente, sí se ve muy complicado el panorama para Marcelo.

La cuña ha sido siempre Ricardo Monreal, quien amenazó con no participar en 2018 en las filas de Morena, y en 2021 parece haber jugado en varios equipos distintos. López Obrador no confía en él, y nunca lo ha considerado parte de su equipo. Mucho menos su sucesor.

Así que sólo queda una persona: la heredera. La forma como ha actuado AMLO en estos últimos días muestra con toda claridad que es su elegida. El problema es que faltan tres años, y es demasiado tiempo para tener un candidato presidencial evidente. Para cuidarla, el Presidente ha atraído la tragedia de la Línea 12, negociado con Slim alguna solución, y quemado en ello un pedacito de capital político. Ya antes había perdonado la supuesta filtración del equipo de Sheinbaum al NYT, otro pedacito.

No hemos cumplido tres semanas de la elección, y López Obrador ya está gastando su capital (que hay que reconocer es amplio) en la protección de su candidata. También tendrá que gastar en defender su extensión territorial, frente a las acusaciones de ayuda del crimen organizado, cuyo costo se amplía con el evidente terrorismo de esos grupos. Tratará de compensar con rifas, nuevos espacios de la mañanera, consultas, pero son trucos gastados frente a problemas nuevos.

Esta columna sugería, pocos días después de la elección, que entrábamos en un nuevo escenario, en el que el Presidente iría perdiendo poder, imagen, control. Sin estar preparado, sin habilidades para eso, sí es algo preocupante.

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