Sobremesa

El sueño roto de Banorte

Tanto Carlos Hank como Marcos Ramírez, cabezas de Banorte, fueron muy sigilosos, preparándose para tomar la decisión de participar o no en la adquisición de Banamex.

Banorte, el banco fuerte de México, informó el pasado viernes que ya no continuará en el proceso para la compra de la banca minorista de Citigroup en México, léase Banamex, dirigido por Manuel Romo.

Luego de ese anuncio, las acciones de este grupo financiero subieron, al cierre del viernes pasado, en el mercado de valores 4.2 (+2.80 por ciento), en lo que fue interpretado como una decisión positiva por el mercado.

De hecho, déjenme comentarles que tanto Carlos Hank como Marcos Ramírez, cabezas del segundo banco más grande que opera en México, fueron muy sigilosos, preparándose previamente para esta decisión. Incluso, el lanzamiento de Bineo, su nueva banca digital, fue una señal que pocos vieron, lo que obviamente fue un paso para desestimar la adquisición de toda la infraestructura a la venta del banco más emblemático de México, que es Banamex.

Si bien el anuncio causó cierta sorpresa para el sector financiero, fue recibido con alegría por los empleados y directivos de ambas instituciones, ya que las expectativas de los analistas dejaban ver que, de haberse completado la operación, se habría presentado un recorte que seguramente trastocaría un número importante de ATM; casi 30 por ciento de las sucursales de Banamex y, por supuesto, lo más sensible, las bajas de colaboradores, calculadas en al menos 15 mil empleados... además de que habrían desestimado la recomendación del presidente AMLO.

Se habla también de que el tema de Oceanografía y otros asuntos legales, que tiene el banco pendientes, forman parte del paquetito que vende Citi y que desanimaron a Banorte.

Se ve complicado el asunto, aunque si se realiza una venta efectiva de Banamex, no sólo se contribuye a la economía del país, sino que su impacto reforzará la competitividad del sector financiero, ya que Banamex mejoraría la estricta regulación con la que Citi opera y mejoraría su apetito de riesgo.

Citi acaba de reportar sus resultados financieros del tercer trimestre del año y no fueron los mejores, pero lo que sí está vigente todavía es la importancia y el valor que tiene Banamex en las operaciones fuera de Estados Unidos. Sigue siendo la joya de la corona, por lo que es lógico que no la quiera vender a cualquiera, y menos por debajo de su valor real.

Hoy Citi tiene tres grupos por adquirir su banca de consumo en México: Inbursa, de Carlos Slim; Banca Mifel, encabezado por Daniel Becker, y quien, dicen, es el caballo negro, German Larrea, de Grupo México.

Luego entonces la incógnita es si alguno de estos tres interesados presentará una oferta que considere la permanencia del equipo operativo de todo el banco (hablamos de casi 40 mil personas); que garantice las mejores condiciones a los inversionistas; que asegure estabilidad para el sistema financiero y, no menos importante, que garantice el compromiso de mantener el maravilloso acervo cultural del banco. Veremos…

Nunca es tarde…

El reciente estudio de las relaciones de corresponsalía bancaria entre México y Estados Unidos contiene un análisis sólido del impacto financiero que ha tenido en ambos países la política de de-risking, introducida en Estados Unidos en 2001 para regular las relaciones de corresponsalía entre bancos estadounidenses con los extranjeros y sancionar con multas millonarias cualquier incidencia.

Sin duda, México ha avanzado mucho en las medidas y procesos para combatir el lavado de dinero, tan es así que ahora contamos con uno de los mejores del mundo.

Sin embargo, la efectividad del marco regulatorio, de los procesos de control y del mismo de-risking no ha tenido la efectividad necesaria para combatir el delito, debido a que mucho de este fenómeno ahora se hace a través de instituciones financieras no reguladas y activos distintos a la moneda, tales como criptomonedas, joyas, relojes de lujo, arte y hasta yates.

Por si fuera poco, las medidas también han perdido efectividad, por la facilidad de crear estructuras corporativas artificiales con beneficiarios falsos y otros mecanismos para evadir el origen y la identidad del verdadero dueño de los recursos. Así como lo están leyendo.

Así pues, ante esta falta de efectividad de las políticas antilavado, basadas en controlar los servicios de corresponsalía bancaria internacional, la pregunta obligada es si se justifica mantenerlas con las ineficiencias y costos que ello implica o si sería mejor estrategia el facilitar e, incluso, incentivar a que las transacciones internacionales se hagan precisamente de manera electrónica a través del sistema bancario y enfocar los esfuerzos para combatir el lavado de dinero utilizando medios tecnológicos más sofisticados que permitan detectar este fenómeno procesando la gran cantidad de información, que ahora sí estaría documentada digitalmente, para dirigir las labores de combate de manera más precisa y efectiva.

En otras palabras, este es un caso de la ley de las consecuencias inesperadas, puesto que, al limitar las operaciones de corresponsalía para lograr transparentar los flujos internacionales y combatir el lavado de dinero, los países, de facto, obligaron a los participantes que se quedaron sin acceso a ese servicio, a causa del de-risking, a utilizar instituciones, estructuras y activos menos transparentes y más costosos, lo que facilitó el incremento y dificultó el combate precisamente de este delito.

La solución requiere de una nueva estrategia binacional y la adecuación de los marcos regulatorios de ambos países de manera coordinada; no puede ser de otra forma, porque las acciones unilaterales de cualquiera de los países sólo complicarán el escenario.

Por no dejar…

¿Ya me va a dar mis copias, doctor Gertz?

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