Sobremesa

Para el mal sabor de boca, entre huipiles y ternos, rescatando tradiciones

Las fiestas septembrinas son de nosotros, de los mexicanos. No son ni de AMLO ni de ningún gobierno en turno, local o extranjero.

Las tradiciones son nuestras y de nadie más. Estas fiestas septembrinas son de nosotros, de los mexicanos. No son ni de AMLO ni de ningún gobierno en turno. No se vale invitar a hablar a un presidente que va en contra de la democracia (#CanelNoEresBienvenido) y por ello en contra de una de nuestras tradiciones fundamentales: ¡la democracia! Y por si esto fuera poco, se peleó con Biden, nuestro principal socio comercial. Así pues, qué mejor momento para quitarnos este pésimo sabor de boca y, sin vivas ficticios como los del 15, sigamos honrando nuestras joyas textiles.

Hoy hablaremos del huipil chiapaneco que Katyna Quintanilla está reposicionando con su marca Ouipil.

P: ¿Qué son los huipiles para ti?

KQ: El huipil para mí significa el respeto por la tradición y la cultura mexicanas, es una prenda que habla de singularidad y tradición, un huipil es distintivo de su origen.

P: ¿Por qué crear una marca, por moda, por reconocer la tradición mexicana o ambas?

KQ: Nuestro propósito como marca es llevar a México al mundo, por lo que elegimos piezas que exploran lenguajes y emociones para activarlas en distintos contextos y cultura. A través de los huipiles, nuestras artesanas continúan haciendo historia, uniendo su pasado y presente en cada puntada.

P: Descríbeme un huipil típico chiapaneco

KQ: En los típicos huipiles chiapanecos normalmente van de uno a tres lienzos y cuello cuadrado, y los materiales que se utilizan son algodón o lana; están bordados alrededor del cuello. Los bordados y el tipo de hilo son distintos dependiendo la comunidad en la que se produzcan.

P: ¿Cuántas horas lleva a hacer un huipil; cómo se hacen; qué materiales utilizas?

KQ: Para hacer los huipiles se usan técnicas ancestrales que enseñan las abuelas y van pasando de generación en generación. Se teje alrededor del fuego o patios donde surgen pláticas e historias que se transmiten, plasmándolas en bordados. En promedio, un huipil tarda en hacerse entre cuatro y seis semanas o en ciertos casos llegan a tardan hasta seis u ocho meses. El tiempo depende del material, la longitud, el ancho y bordado. Las mujeres trabajan en telares de cintura y los hombres, en su mayoría, tejen en telares de pedal. En Ouipil trabajamos con cuatro comunidades de Los Altos de Chiapas.

P: ¿Por qué la gente, sobre todo los mexicanos, no reconocemos las joyas que son?

KQ: Los mexicanos no reconocemos el trabajo de los huipiles porque no apreciamos el valor y el trabajo que tienen. No valoramos el trabajo artesanal, ni tampoco le damos importancia a que sea hecho en México. Es un rechazo a la propia identidad y al sentido de pertenencia.

Nosotros tenemos como objetivo resignificar lo hecho en México y el trabajo hecho a mano, volver a darle el valor que se merece. Dar a conocer el extraordinario trabajo de las manos mexicanas y del gran talento de las comunidades.

P: Ciertas marcas de lujo han sacado ediciones especiales sobre México; una de ellas hasta se la pirateó y tuvo que pedir disculpas. Platícame un poquito de eso…

KQ: Hay una muy delgada línea entre la apropiación cultural y la inspiración. La apropiación cultural es no darle crédito de origen ni proceso a la cultura original. La inspiración es cuando se toman ciertos elementos autóctonos, pero dándole crédito o involucrando en el proceso a la comunidad original. El diseñador o la firma de moda deberían aludir claramente al origen de sus ideas. Lo que ocurrió con varios diseñadores muy reconocidos fue que utilizaron elementos culturales y omitieron el origen y la comunidad, borrando su origen por completo.

P: ¿Quién te transmitió el amor por estas prendas?

KQ: El amor a la tradición y cultura mexicana me la transmitió mi abuela Mila, amante de los textiles y todo lo que tiene que ver con la cuna de sus padres y esposo, desde apreciar cada nota de la marimba, hasta el grito de los saraguatos en la selva.

Y ya que hablamos de joyas textiles, cómo dejar fuera los ternos yucatecos, y quién mejor para hablar del tema que Ivonne Ortega.

P: ¿Qué es el terno para ti?

IO: El terno es el traje de gala regional de las mujeres de Yucatán. Para mí y para todas las personas que acostumbramos portarlo tiene muchos significados. Es la identidad con nuestras raíces y tradiciones, la memoria de nuestro pueblo, de nuestras familias: recuerdo que siempre me impresionó ver a mi mamá, a mis tías, cuando se vestían con sus ternos bordados, el colorido y la variedad de figuras de flores, de hojas, de pájaros, tantas formas que salen de las manos mágicas de las artesanas de Yucatán. Para mí portar el terno es proteger esa tradición, es prolongar su existencia.

P: ¿Por qué se llaman ternos?

IO: Hay variedad de ternos, por cierto se llaman así porque constan de tres piezas: el jubón, el hipil y el fustán. Las tres están decoradas con bordados hechos a mano o a máquina, es todo un arte que, a base de puntos de cruz o “xocbichuy”, como le decimos en Yucatán, forma las figuras con hilos de colores. Una artesana puede tardar hasta seis meses en hacer un terno, dependiendo de la complejidad de su bordado. Como entenderás, es un traje de gran valor no sólo económico, sino por todo el arte que comprende, por toda la tradición que representa.

P: ¿Por qué sueles vestirte con prendas mexicanas?

IO: Con el tiempo y mi trabajo, he tenido la oportunidad de recorrer todas las regiones de nuestro país, de conocer a la gente, sobre todo a las mujeres, y descubrí en cada región maravillosos trajes tradicionales. Me visto con varias prendas elaboradas por artesanas huicholes, chiapanecas, mixtecas… y también uso accesorios típicos. En Yucatán la filigrana de oro es el accesorio del traje regional de gala, y en ocasiones especiales utilizo rosarios y collares que fueron de mi mamá, de mis abuelas.

P: ¿Cómo ayudaste a los artesanos y artesanas de estas joyas textiles siendo gobernadora?

IO: Durante mi gestión, le dimos impulso y apoyo a las artesanas que bordan los trajes regionales. Primero, como es obvio, adquirimos sus productos cuando requerimos una atención a visitantes distinguidas. También hicimos programas para enlazar a las artesanas con diseñadores de moda, y se les dio acceso a créditos para respaldar su producción. Por otro lado, desde la Casa de las Artesanías, se les promocionó para una mejor colocación de sus bordados entre el turismo internacional, sólo por mencionar algunas acciones.

Felices fiestas y viva México, pues como México no hay dos.

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