La Aldea

De excesos y ridículos

El presidente López Obrador, en este ánimo obsesivo por reescribir la historia desde el discurso y su retórica, agregó en el Grito nombres de otros héroes y algunas de sus preferencias.

La reciente celebración del tradicional Grito de la Independencia puso de manifiesto un rosario de insensateces y dislates. Hay múltiples casos registrados, desde los que pretenden reescribir la historia, los serviles y patéticos que se rinden ante el poderoso en turno, o solamente los idealistas que agregan nombres, promesas o sueños al Grito tradicional.

Debemos subrayar que no es la primera vez que esto sucede en la historia reciente de México: ya Luis Echeverria (1970-1976) había lanzado el inolvidable “¡Viva el Tercer Mundo!”, que además sirvió como eslogan publicitario al Centro de Estudios que él mismo construyó, desarrolló y encabezó por años.

No existe una fórmula única en la pronunciación del célebre Grito conmemorativo, ni mucho menos norma o reglamento que lo regule. Sin embargo, hay una tradición de exhortar los vivas a los héroes de la Independencia. Después de eso, cada mandatario ha decidido imponer su sello personal: unos han preferido la enunciación tradicional (Héroes, Hidalgo, Morelos, Aldama, Allende, Matamoros) mientras que otros han preferido salirse de esa fórmula y agregar otros nombres (Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, etcétera) y menciones adicionales no relacionadas a la Independencia de México.

El presidente López Obrador, en este ánimo obsesivo por reescribir la historia desde el discurso y su retórica, agregó nombres de otros héroes, los anónimos por cierto que nadie recuerda pero existieron, y luego algunas de sus preferencias individuales: ¡Viva la fraternidad universal! ¡Viva el amor al prójimo!

Desde la Revolución francesa (1789) y los principios que de ella derivaron, nadie habla de fraternidad, esencialmente, porque no existe entre los países. Hay crisis humanitarias que se atienden, como los inmigrantes sirios recibidos por cuotas en Europa hace unos años, o los haitianos que México no sabe qué hacer con ellos y Estados Unidos persiguen deshonrosamente a caballo, como ganado disperso.

Pero ¿qué es la fraternidad universal?, ¿dónde reside?, ¿quién la aplica? Una total entelequia. Regalar vacunas a Centroamérica a costa de ciudadanos mexicanos que no la han recibido en absoluto, o que no han completado el esquema de la doble dosis, suena más a irresponsabilidad que a fraternidad.

Pero con todo, el Grito presidencial se mantuvo dentro de los márgenes de lo históricamente aceptable. No así su catilinaria colección de epítetos en el discurso del día siguiente (16 de septiembre) previo al desfile, cuando relató los insultos y excesos que le dispensaron al cura Hidalgo durante el juicio sumario que lo condujo a la ejecución.

Escuchando al presidente esa mañana, me preguntaba si pretendía equipararse al héroe patrio, al señalar todos los insultos de que fue objeto y las grandes obras que aportó para el nacimiento de nuestra nación mexicana. Como queriendo decir, a los héroes también los insultan, o ¿para qué el glosario de agravios?

Y luego esta profunda contradicción ideológica de la “dignidad cubana” frente al embargo estadounidense por más de cinco décadas. Curiosa concepción de dignidad para un régimen que persigue y castiga la libertad de expresión, de conciencia, de oposición política, de libre participación ciudadana. Es muy digno perseguir opositores bajo la óptica de nuestro presidente.

Pero volvamos al Grito la noche del 15 y otros excesos y ridículos, como el cometido por la representante de México en Estambul, Turquía, Isabel Arvide, la periodista de los generales. En plena ceremonia, frente a ciudadanos mexicanos que protestaron por su desmedido servilismo, se atrevió a decir “¡Viva la 4T! ¡Viva López Obrador!”, como si éstos estuvieran a la altura de la gesta de Independencia. Los videos del evento muestran cómo una ciudadana subió a la tarima después de la veloz huida de la señora Arvide y le dijo con claridad “López Obrador no es México”.

O en latitudes más cercanas tuvimos a la señora alcaldesa de Iztapalapa, la inolvidable Clara Brugada, quien se atrevió a pronunciar, entre héroes y figuras históricas, “¡Viva Claudia Sheinbaum!”.

En homenaje a don Héctor Suárez, ¿qué nos pasa?, ¿qué les pasa a estos mexicanos que pierden el decoro, el equilibrio, la sensatez en aras de una ideología y un proyecto político?

México y nuestras instituciones quedan atropellados por estos excesos de forma, pero sobre todo de fondo. Ni este, ni ningún otro presidente en funciones son México, lo encarnan o lo abarcan. Encabezan el Poder Ejecutivo por libre voto mayoritario de la ciudadanía de forma temporal, y en consecuencia, lo representan. De ahí a subirse al pedestal de la historia y pretender compartir el crédito con los forjadores de la patria, es un despropósito mayúsculo: ambición barata y charra, de estampita y monografía escolar.

Aquí no hay mérito alguno, y ya quieren colarse a la historia nacional. Ridículo por donde se le vea.

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