La Aldea

Las migajas del PAN

Qué oportuno momento escogieron los señores del PAN para avivar la polarización política que desde el púlpito mañanero fustiga a diario el señor presidente de la República.

El principal partido opositor de México, con base en los más recientes resultados electorales, se debate entre sus principios doctrinarios, la ideología extraviada de algunos miembros y la inexistencia total de liderazgo.

Vaya vergüenza la de las y los senadores panistas que –suponemos como resultado del desconocimiento o de plano, la ignorancia– se reunieron y firmaron con Santi Abascal, líder del partido ultraderechista Vox de España una carta de adhesión de principios en días recientes.

La Carta de Madrid, un documento repleto de lugares comunes y referencias a un comunismo que dejó de existir con la Guerra Fría hace 30 años, fue firmado por los senadores mexicanos en un ejercicio de ¿libre expresión?, ¿principio ideológico?, ¿contención gubernamental? De verdad resulta inexplicable y después del impacto que el acto y el documento han tenido, la serie de disculpas no alcanza a contener el daño.

Primero que fue a título personal y no como un acto institucional del partido o de la bancada, risible puesto que tuvieron la osadía de realizar el encuentro al interior de las instalaciones del Senado de la República y ahí mismo, firmar el documento. No puede ser a título personal cuando utilizaron el espacio de los representantes de la nación y en esa calidad firmaron.

Segundo, los tímidos deslindes de Marko Cortés –presidente con licencia en búsqueda de la reelección– y de Héctor Larios –presidente interino en funciones– acusan un escandaloso vacío de liderazgo ¿El senador Julen Rementería compartió con la presidencia del PAN –ambas para efectos prácticos– el evento y la invitación a Abascal? ¿Les pasó por alto? ¿Nadie registró el riesgo de la reunión con un líder de abierta derecha radical en España?

Tercero, la vergonzosa solidaridad de las y los senadores corresponsables y firmantes del ridículo texto, cerraron filas para defender a su líder de bancada, Julen Rementería.

Qué oportuno momento escogieron los señores del PAN para avivar la polarización política que desde el púlpito mañanero fustiga a diario el señor presidente de la República. Vaya ceguera al carecer de absoluta sensibilidad para este encuentro, hacerlo público, refrendar su empatía de pensamiento –ya desde ahí un despropósito histórico– y peor aún, dejar todo esto signado en una carta. ¡Y son estos las y los senadores de la República! ¡Buenos estamos!

No alcanzan las disculpas, senadores, ni sus absurdas justificaciones: Vox defiende principios franquistas, radicales, de extrema derecha, que no tienen cabida en la convulsa democracia mexicana. No necesitamos extremismos de un lado ni del otro, por eso envuelve una torpeza mayúscula su acto de encuentro y solidaridad. Dan pena.

Y lo mismo sucede con Santiago Creel y su gris deslinde, o la presencia de Josefina Vázquez Mota al lado de Rementería.

Pero este evento no hace sino exhibir las auténticas carencias del PAN. Por décadas han permitido que ese rancio grupo yunquista del Bajío siga presente en las filas del blanquiazul. Han sido incapaces de cerrar las puertas al extremismo, de olvidar el coqueteo con la extrema derecha, religiosa, doctrinaria y decimonónica. México es otro hoy en día, y el debate no atraviesa por los cristeros y la defensa de una iglesia, por cierto, anquilosada, decadente y cada vez más distante de sus fieles.

El PAN, que conquistó hace 20 años las preferencias electorales, que gobernó 12 años seguidos en medio de confrontaciones y desavenencias entre gobierno y partido, ha sido incapaz de reformularse, reconstruirse, proyectarse como una fuerza renovadora hacia el siglo XXI. Parecen señores, señoras, el mismo PANcito cándido y clasemediero de Maquío hace 25 años.

El paso devastador de Ricardo Anaya y la imposición fraccionaria de su candidatura (2018) acabaron con la unidad, con el debate político, con la constante discusión ideológica. Su esfuerzo enorme por no ser el PRI, vertical, autoritario, servil, lo convirtió en el partido de los ‘moches’ del inolvidable señor de San Miguel de Allende, de los compadrazgos y las alianzas. Eran minidinosaurios en proceso de aprendizaje tricolor. No les alcanzó el tiempo para convertirse en dinosaurios adultos y depredadores, como tantos priistas.

Tres años después, han sido incapaces de reconstruir a un partido dividido, con diferencias internas irreconciliables, con cuestionamientos de fondo en torno a ideología, ideario y proyecto de nación.

Ganaron más diputaciones y votos en 2021 por el descrédito de Morena y su ineficiente gobierno, no porque tienen propuestas innovadoras y atractivas para el electorado.

Rementería en su ánimo clerical y derechista, arrastró a la alianza parlamentaria y a los otros partidos que hoy se cuestionan su seguir o no con estos postulados de la Carta de Madrid.

El control de daños indicaría el retiro de Rementería al frente de la bancada: el PAN tendría –no creo que lo haga– que enviar un mensaje inequívoco de que ellos no son Vox ni comparten sus principios. Pero la inexistencia de autocrítica, de liderazgo, de voces firmes y conscientes de su responsabilidad opositora, obligarán al silencio, a la apuesta por el olvido. Ya AMLO y Morena se encargarán de no olvidar la pifia y el torpe traspiés de la bancada en el Senado.

El costo político y electoral aún está por medirse.

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