La Aldea

¡Al carajo!

¿Cuánta más destrucción será tolerable antes de que se asuma con toda conciencia que el proyecto de la esperanza, de un México sin corrupción, resultó un fracaso gigantesco?

La desafortunada y espontánea expresión del presidente hace unos días en su evento de la mañana, exhibe con claridad su desdén, su menosprecio para docenas de temas, de promesas y derechos que su gobierno ha pisoteado en 30 meses.

¡Al carajo! Las víctimas de la Línea 12, la solidaridad con las familias de los muertos y los heridos; al carajo los hechos que apuntan a corrupción y negligencia, a una investigación obligada para exigir justicia y llamar a los responsables, porque son sus amigos y sus colaboradores.

¡Al carajo! El respeto a la ley electoral por su intromisión confesa y desvergonzada en el proceso; al carajo el respeto a la Constitución y a la independencia de poderes, que cuenta con la penosa aquiescencia del ministro Zaldívar, acudiendo a Palacio Nacional a recibir instrucciones y pedir ayuda para conseguir los votos que extiendan su mandato.

¡Al carajo! Los órganos autónomos, el INE, el INAI, la Cofece y otros más a los que pretende doblegar, disminuir, someter.

¡Al carajo! La transparencia, la rendición de cuentas (79 por ciento de los contratos otorgados sin licitación) la honestidad prometida. Había consentidos en el régimen de los ladrones, ahora sólo cambió el grupo.

¡Al carajo! La salud y la vida de los mexicanos, que se descuida y dilapida con una pandemia que ha arrancado casi 500 mil vidas, sin que a nadie se le agite el pelo. Seguimos jugando a que solita pasará, a una vacunación con fines electorales, a unos servidores públicos cínicos e irresponsables porque no actúan para prevenir más decesos.

¡Al carajo! Los niños con cáncer, a quienes en dos años se les han interrumpido tratamientos y atención médica.

¡Al carajo! La energía limpia, el medio ambiente, la generación eléctrica del siglo XXI. Aquí de lo que se trata es de complacer a sindicatos, favorecer monopolios del siglo pasado, aunque sean ineficientes, incompetentes y extremadamente caros a la nación.

¡Al carajo! La economía sana, con reducido crecimiento, pero sin pérdidas ni retrocesos; al carajo los ahorros, los fondos y fideicomisos, la contención financiera para evitar una crisis. Al carajo, porque hay que repartir dinero y comprar votos.

¡Al carajo! El turismo, porque es fifí y burgués, no importa que genere millones de empleos y alcanzara, en su momento, a ser una industria con reconocimiento internacional. Que se las arreglen solos.

¡Al carajo! Las estancias infantiles para madres trabajadoras; al carajo los refugios para mujeres víctimas de la violencia; al carajo los gritos por la equidad y el respeto de género, la protección contra la violencia a las mujeres. Todo es conservador, producto de un complot y una conspiración. ¡Al carajo! Las mujeres también, por escandalosas y mitoteras.

¡Al carajo! El Seguro Popular que con deficiencias y corruptelas –corregibles y sancionables– otorgaba cobertura médica a más de 25 millones de mexicanos que no eran derechohabientes de ningún servicio; al carajo la distribución de medicinas que con dineros sucios y por debajo de la mesa, mantenía un sistema activo y eficiente de cobertura de fármacos en el país. Nada lo sustituyó.

¡Al carajo! El INEE, la evaluación a maestros, el concurso de plazas, el ascenso por promoción y mérito académico y profesional; que vivan los sindicatos que le dieron su apoyo y su respaldo. No importa que la educación se retrase 40 años en este país.

¡Al carajo! La seguridad y el combate al crimen organizado; al carajo las detenciones, los operativos, la estrategia de contención; vengan los abrazos y los más de 45 mil muertos en menos de tres años.

¡Al carajo! Las instituciones, los contrapesos, los equilibrios de poder que tan incómodos le resultan; AMLO quiere mandar y ya, sin que nadie le cuestione, le interponga amparos, le detenga leyes anticonstitucionales. ¡Al carajo! Si para eso es el amo, el caudillo, el dueño del país.

Recuerdo aún discusiones acaloradas con amigos y colegas los últimos años quienes afirmaban que no era un peligro para México. ¿Ahora sí ya se dieron cuenta? Cuando desde la presidencia promueve iniciativas que violan la Constitución; cuando controla a varios ministros de la Corte y del Tribunal Electoral, cuando desapareció y eliminó del panorama a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuando la Fiscalía Electoral desecha denuncias porque son muchas. ¿Qué más falta?

¿Cuánta más destrucción será tolerable antes de que se asuma con toda conciencia que el proyecto de la esperanza, de un México sin corrupción, de un México renovado sin los viejos caciques políticos –pregunte usted en Guerrero– resultó un fracaso gigantesco?

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