La Aldea

El encubrimiento pasa factura

Mancera encubrió a Ebrard y a Delgado, y Sheinbaum permitió la disminución del presupuesto hasta consecuencias trágicas como esta semana, tristemente, se comprobó.

La eterna politización de la justicia, la tragedia, el rescate y las investigaciones. Todo tiene matiz político en México, todo tiene efectos, impactos, ganadores y perdedores en el terreno político.

La polémica Línea 12 del Metro, construida por el entonces jefe de Gobierno capitalino Marcelo Ebrard, bajo un esquema de financiamiento orquestado y coordinado por Mario Delgado, su entonces secretario de Finanzas, que después fue de Educación, cuando acarició la idea de suceder a su jefe y mentor en el gobierno de la ciudad.

En estos días tristes y trágicos por el derrumbe del tramo (25 personas perdieron la vida y hay 70 hospitalizadas, algunas en condiciones graves) se difunde la foto de la feliz inauguración: Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Carlos Slim, Bernardo Quintana (ICA) y el presidente Calderón, entre otros, se disputan las tijeras frente al cordón inaugural.

Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno entrante (2013), recibió la obra después de revisión técnica. La línea funcionaba. A medida que los meses pasaron se detectaron vibraciones, desgastes, curvas riesgosas, durmientes y tornillos en riesgo para los convoyes, etcétera. El gobierno de Mancera decidió cerrar la línea y traer a un equipo de expertos franceses a realizar una revisión exhaustiva.

Conclusiones (generales): ruedas y rieles inadecuados por incompatibilidad; peraltes de curva pronunciados; elevación del Metro innecesaria. La Línea 12 requeriría mantenimiento excepcional cada año, para poder funcionar y reducir los riesgos para usuarios y pasajeros. Se estableció un fondo de 120 millones de pesos anuales para ese mantenimiento especial que, por cierto, pagaríamos los capitalinos por una obra mal calculada, innecesariamente elevada, y con contratos de arrendamiento de trenes excesivamente caros. De todo eso nos enteramos 20 meses después del cierre, gracias al peritaje francés. La línea fue reabierta.

En ese momento había material suficiente para iniciar una investigación penal y deslindar responsabilidades civiles en una obra que se presupuestó en 21 mil millones de pesos y acabó costando 54 mil millones. ¿Qué pasó? ¿Qué se hizo mal? ¿Qué no se calculó adecuadamente y provocó que el presupuesto más que se duplicara?

El gobierno de Mancera decidió no proceder judicialmente, no llamar a los responsables a que rindieran cuentas ante la justicia y la ciudadanía.

El señor Ebrard, por si acaso, se exilió en Francia –cuatro años– y después en Estados Unidos –un año– antes de regresar a la campaña de su viejo jefe AMLO. Al señor Delgado lo acomodaron en una cómoda curul del Senado –desde donde despachó 2012-2018– con la consiguiente protección del fuero constitucional.

Mancera se tragó el sapo de una obra cara, mala, con graves deficiencias y con serias cuentas por pagar, dados los contratos de arrendamiento de vagones y trenes.

El acuerdo político que en los hechos se tradujo en encubrimiento, permitió a Mancera gobernar en paz, sin la intromisión de los ebrardistas y su grupo que pretendían continuar manejando las finanzas de la ciudad.

La factura resultó elevada, pero el nuevo gobierno cerró el expediente y eliminó la búsqueda de culpables.

Pasaron los años, hoy el que se sienta en una curul del Senado es Miguel Ángel Mancera –¿con fuero o sin él?– y llega un nuevo gobierno capitalino encabezado por Claudia Sheinbaum.

Curiosamente, la directora del STC (Sistema de Transporte Colectivo Metro) sigue siendo la misma señora Florencia Serranía, a quien por cierto se le acumulan las tragedias y las desgracias: accidentes, derrumbes e incendios en un sistema de transporte en crisis por todos lados.

El gobierno capitalino, en concordancia con el federal, han desarmado –hay quien sostiene que en realidad han destruido– los presupuestos de toda la administración pública, porque determinaron que el Metro costaba caro y no necesitaba tanta inversión. Resultado: se redujo el presupuesto de mantenimiento (2018-2020). Peor aún, la presente administración prescindió también de un director de mantenimiento por meses, hasta hace apenas tres semanas en que la vacante fue cubierta.

En pocas palabras, es un desastre, con estaciones deterioradas, vagones en mal estado, un Centro de Control destruido por incendio –cuyas causas jamás fueron informadas a la ciudadanía–, pésimo mantenimiento y una directora incapaz de elevar la voz y alertar sobre riesgos en el sistema, por lo menos a nivel público.

Se sabe de origen que la Línea 12 -parte del dictamen de los expertos franceses- no exigía los tramos elevados. Pero se hizo de esa forma por la misma razón por la que se toman todas las decisiones en este país: por política, porque así convenía a los intereses, la carrera y el financiamiento de ese grupo en el poder. “Obra que no se ve, no reditúa en las urnas”.

Mancera encubrió a Ebrard y a Delgado, y Sheinbaum permitió la disminución del presupuesto hasta consecuencias trágicas como esta semana, tristemente, se comprobó.

Voces del sindicato del Metro, muy institucional por años con perredistas y morenistas, se atreven hoy a disentir y a señalar que había ya suficientes reportes de fragilidad en columnas y trabes, vías y durmientes con extrema vibración, además de la pobre realización de revisiones y dictámenes técnicos.

¿Ante quién rendirán cuentas quienes gobernaron y supervisaron a lo largo de todos estos años? ¿Qué autoridad abrirá una investigación seria para determinar todos los problemas? No como la que ya hubo en el Congreso hace unos años, y ¿qué cree? No sirvió para nada porque no llegó a ninguna conclusión.

El presidente promete justicia, pero no habrá nada, porque son los mismos y este es el negocio de la tapadera, del encubrimiento cíclico y eterno. Unos a otros, sucesivamente, para preservar a la clase política.

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