Académico de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Panamericana

Por una vida llena de algoritmos

Los algoritmos no son malos ni dañinos, gracias a ellos la vida moderna es posible, comenta León Palafox.

Imaginemos a Esteban, un hombre nacido en Aguascalientes, clase media, con un buen trabajo que necesita un trasplante de riñón. Tradicionalmente tendría que estar en una lista de espera, y esa lista de espera, si bien trata de ser justa con respecto a la gravedad de las personas, muchas veces resulta siendo el peor enemigo de un paciente. Sin embargo, en el 2012, se le premió con el Nobel a Alvin Roth, por un trabajo que es en esencia un algoritmo que permite repartir órganos de la manera más eficiente, salvando así la vida de Esteban.

Ahora imaginemos a María, conduciendo en un camino mojado, y de pronto tiene que frenar de manera súbita. Este frenado en muchas situaciones tiene como resultado que el auto comience a patinar y pueda resultar en un accidente fatal. Sin embargo, el auto de María tiene un sistema de frenado ABS, que permite que el frenado se “autoajuste” para evitar que las llantas comiencen a patinar. Una habilidad antes exclusiva de conductores muy capacitados ahora es disponible para cualquier persona, gracias a un algoritmo.

Finalmente, vamos a imaginar a Alberto, que sufrió un infarto al corazón recientemente, por lo cual necesita un marcapasos, de no tener uno, sufre grave riesgo su vida, y con lo mismo el bienestar de toda su familia que depende de él. Y es gracias al algoritmo dentro de un marcapasos que Alberto puede llevar una vida normal, sin preocuparse de que ésta termine estrepitosamente debido a su afectación cardiaca.

Estas son tres situaciones imaginarias, pero reales para muchos de nosotros prácticamente a diario. Millones de personas se han visto beneficiadas y han tenido sus vidas resguardadas gracias a los algoritmos de trasplante, de frenado y de un marcapasos.

¿Y por qué les cuento esto? Porque recientemente, varios autores y publicaciones han decidido que los algoritmos deben evitarse. Que se debe de llevar una vida “libre de algoritmos”. Y es a estas voces a las que les respondo hoy: Es gracias a los algoritmos que nuestras vidas son seguras, confortables y sí, por qué no, más amenas.

Mucho de este temor, y reserva, me parece que se debe a que la gran mayoría del público asocia a un algoritmo inherentemente con inteligencia artificial. Sin embargo, un algoritmo no necesariamente implica un sistema de IA para funcionar. En su definición mas fundamental, un algoritmo es una serie de pasos para realizar algo, popularmente utilizado en los programas de computadora.

Cuando te acercas al cajero automático, es un algoritmo el que te muestra la secuencia de pantallas que te permiten tener dinero para poder llevar a cabo tu vida diaria.

Cuando te subes al metro, es un algoritmo el que descuenta el dinero de tu tarjeta y se encarga de almacenar el dinero que te queda en tu tarjeta para que puedas transportarte.

Y cuando pides un Uber, es un algoritmo el que decide a cual conductor enviar y le da las instrucciones al conductor para poder llegar a donde estas tu y posteriormente a tu destino.

Si uno quisiera, valientemente, vivir una vida libre de algoritmos, no es poca cosa decir que no podría trabajar, no podría transportarse y no podría posiblemente ni comer. Es gracias a la masiva automatización que la vida moderna es posible. Y es gracias a los algoritmos que esta automatización es si quiera realizable. Es imposible tener uno sin el otro.

Ahora bien, enfocándonos a los algoritmos de IA. Antes, obtener una tarjeta de crédito u obtener un crédito era un proceso tortuoso y disponible solo para un segmento muy pequeño de la sociedad. Es gracias a los algoritmos de riesgo que muchas Fintech y Bancos tradicionales pueden hoy dar más créditos a más personas y elevar su nivel de vida.

Es gracias a los algoritmos de IA que casi siempre encontramos lo que buscamos en internet, y que tenemos sistemas sumamente eficientes de entrega de paquetes que vienen desde China hasta las puertas de nuestras casas.

Es fácil enfocarse en los algoritmos que han sido dañinos, como Facebook, un mal sistema de detección de imágenes, o un sistema inteligente de discriminación como pasa en China. Pero decir que, debido a estos casos, todos los algoritmos son malos y debemos desecharlos me resulta erróneo, y en lugar de eso, hay que saber regular y apuntar cuales algoritmos en realidad necesitan una regulación y un control.

Después de todo, en este país, tenemos muchos ejemplos del mal que puede suceder si por querer eliminar contados errores, clausuramos todo un sistema.

COLUMNAS ANTERIORES

La Inteligencia Artificial que puede cambiar vidas
Los trabajadores ocultos al servicio de la Inteligencia Artificial

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.